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jueves, 28 marzo, 2024
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El Vaticano y la teología de la liberación (2)

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Por: DANIEL SALAZAR M. • Admin •

Para un continente plagado de fieles en el que reside más de 40 por ciento de los católicos del mundo, los apostolados de la Teología de la Liberación siguen siendo fuente de inspiración. Su forma religiosa emancipadora, su crítica al capitalismo y la convicción de que los oprimidos no son objeto de compasión ni limosna sino actores de su propia liberación, la convierten en un referente sustancial para quienes luchan contra el sistema de opresión imperante.

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El sociólogo y filósofo marxista franco-brasileño -Michael Löwy- asegura haber descubierto en Walter Benjamin, la fuente preceptora de esta escuela. Explica que “la combinación entre las prácticas judeo-cristianas y el materialismo histórico conocida como Teología de la liberación, ha tenido una fuerte influencia en los movimientos sociopolíticos de la región: desde el sandinismo en Nicaragua, hasta el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas. Esta combinación “sui géneris”, contribuyó -dice él- a cambiar la historia de América….”.

Los hermanos Boff y Frei Betto, son para Lowy, los primeros luchadores del cristianismo de la liberación; todo indica que su “firme integridad moral y compromiso con la causa de los pobres” le alejaron de toda duda. Y fue precisamente ahí, en Brasil, donde a principios de 1960 surgió esta izquierda católica de nuevo tipo que luego se extendió por toda América Latina.

Lowy ubica su advenimiento en el contexto de dos procesos históricos separados con efectos convergentes: 1) La transformación interna de la Iglesia Católica con la elección del Papa Juan XXIII en 1958 y los primeros pasos en dirección al Concilio Vaticano II (que modificarían sustancialmente la cultura católica) y, 2) El triunfo de la Revolución Cubana (1959), que inauguraría un ciclo de luchas sociales, guerrillas e insurrecciones, por más de 30 años (hasta fines del siglo XX).

Por eso, frente a esa “amenaza” liberadora que surgía al interior de la iglesia, el Vaticano y los gobiernos conservadores de América, dieron pronto la voz de alerta. En abril de 1964, se dio un golpe militar en Brasil glorificado por la jerarquía católica: “Había que detener la marcha acelerada del comunismo… Gracias a Dios que atendió nuestras oraciones y nos libró del peligro bolchevique… Agradecemos a los militares que, con grave riesgo de sus vidas, se alzaron en nombre de los supremos intereses de la nación…” Igualmente, en Argentina, la jerarquía eclesiástica apoyó a la dictadura militar con su política de eliminación de la izquierda cristiana en las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).

Un documento firmado entonces por obispos y arzobispos (y compartido por  las CEBs) dejó más que claro lo que la Teología de la Liberación se proponía: “Necesitamos vencer al capitalismo. Él es el mal mayor, el pecado acumulado… el árbol que produce los frutos que conocemos: pobreza, hambre, enfermedades y la muerte de la gran mayoría… Es preciso que la propiedad de los medios de producción (fábricas, tierra, comercios, la banca), sea superada… La gran mayoría trabaja para enriquecer a unos pocos… Las estructuras económicas y sociales están edificadas sobre la opresión y la injusticia que resultan de una situación de capitalismo dependiente de los grandes centros internacionales…. La larga y difícil caminata en favor de la propiedad social de los medios de producción, es el fundamento principal del gigantesco proyecto histórico para la transformación global de la actual sociedad… para que los oprimidos recuperen su humanidad despojada, derroten al antagonismo de clases y conquisten por fin, la libertad…”

La ofensiva del Vaticano contra la Teología de la Liberación continuó. La caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, además de la derrota de los sandinistas, tuvieron impacto entre los cristianos de izquierda por lo que muchos se apresuraron a decretar su muerte.

Hoy en día, solo un balance sumario de los últimos treinta o cuarenta años en Brasil, pudiera llevarnos, con la ayuda de Lowy, a la siguiente conclusión: “La «izquierda cristiana» brasileña, tuvo un papel determinante en la oposición al régimen militar y en el combate por la redemocratización del país. Contribuyó a la formación de las principales fuerzas del nuevo movimiento popular en Brasil: la Central Única de los Trabajadores, el Movimiento de los Sin Tierra, y una gran variedad de movimientos sociales urbanos, sin hablar de los partidos de izquierda, como el Partido de los Trabajadores o, más recientemente, el Partido del Socialismo y de la Libertad (escisión de izquierda del PT). En el cristianismo de la liberación, se mantiene una presencia activa del anticapitalismo católico a pesar de la censura del Vaticano…”

No hay duda. Será por sus propios creyentes, que la Teología de la Liberación prolongará su prédica: El mundo capitalista como fuente de injusticias con millones de esclavos tras la religión del dinero; en América como en el mundo, la adoración del Becerro de Oro continúa la herejía…

(En memoria del sacerdote Camilo Torres, muerto en combate el 15 de febrero de 1966). ■

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