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jueves, 25 abril, 2024
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Lección para lo que viene

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

El tiempo le dio la razón, Andrés Manuel lo advirtió desde el debate presidencial, (http://youtu.be/wKhahXBkb08) necesitaban en la presidencia alguien que les permitiera: “seguir haciendo negocio al amparo del poder público, seguir con la política del pillaje”.

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La urgencia y la importancia de que Enrique Peña Nieto fuera presidente no era de él o de su familia, ni siquiera de su partido político. La imposición de Peña era alta prioridad para quienes se han enriquecido a partir de las privatizaciones de más de mil empresas públicas y a costa de la pobreza de millones de mexicanos.

También era un asunto de vital importancia para los zopilotes extranjeros que se saboreaban nuestra riqueza nacional desde hace décadas como ha confirmado Manuel Camacho Solís, quien refiere que hace años empresarios petroleros texanos le ofrecieron su apoyo para la Presidencia de la República a cambio de que se comprometiera a la privatización de Pemex.

La premura por imponer aliados se agravó con las costosas guerras que pagan los estadunidenses por el petróleo y porque perdieron la posibilidad de saquear latinoamericana con el arribo de los Kirchner en Argentina, de Lula en Brasil, de Hugo Chávez en Venezuela, etc.

Urgía un empleado en la presidencia, y para imponerlo no hubo pudor. Se compraron votos al por mayor, se despilfarró el dinero público y se invirtió el privado en comprar a quien fue necesario. La izquierda no pudo impedirlo porque acostumbrada a una elección de Estado, no vio venir una elección de mercado (Soriana).

Sin recato alguno, ni las múltiples investigaciones periodísticas, ni las pruebas aportadas por sus opositores los avergonzaron lo suficiente para hacerlos dudar de la estrategia. Aún más, la desfachatez impune daba el mensaje de que frenarlos, al menos por las vías legales era imposible.

El cinismo provocó la desesperanza en ciertos sectores. Para muchos ya no hay nada que hacer, sólo buscar el mayor bienestar individual posible a pesar del contexto de podredumbre en el que vivimos.

Así vinieron las múltiples represiones, la reforma laboral, la fiscal con la eliminación del régimen del pequeño contribuyente y su aumento al IVA en las fronteras, la liberación de Raúl Salinas de Gortari y los mandatos de regresarle el dinero que se le había incautado hace años, y a pesar de las protestas, nada tuvo la fuerza suficiente para hacer trastabillar al régimen, salvo quizá el movimiento magisterial.

Y los dinosaurios, como los elefantes que veían que resistían, fueron por la joya de la corona: la privatización del petróleo que había sido imposible hasta ahora. Sólo hubo que esperar el momento oportuno, y la maldición de Guadalupe nos condenó nuevamente. Como el Fobrapoa que convirtió en deuda pública el dinero que se fue a bolsillos privados, la reforma energética se aprobó fast track el 12 de diciembre, cuando una parte de la población hacía sus apuestas futboleras, y otra parte encomendaba su destino a una fuerza fuera de este mundo.

Para cuando llegó la reforma energética a manos de nuestra Legislatura local, ya se había aprobado en los 17 estados necesarios para su promulgación. Aun así, integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional, del Partido de la Revolución Democrática, de #YoSoy132 y de otras organizaciones, manifestaron su rechazo.

Mientras los diputados sesionaban a escondidas y rodeados de policías antimotines en el palacio de justicia, pregunté, en calidad de abogada del diablo, a varios de los que protestaban por qué estaban ahí dada la derrota. Ninguno dudó, unos arguyeron dignidad, otros para crear conciencia, y alguien me dijo que lo hacía por sentirse comprometido con sus hijos.

Pregunté también qué había fallado, por qué no habíamos logrado frenarla, las respuestas fueron aún más variadas: unos decían que había faltado unidad, otros decía que había escaseado la organización, y algunos más consideraban que no habíamos logrado sembrar conciencia y transmitir el peligro de la reforma con la eficiencia necesaria.

Sin duda la ausencia de Andrés Manuel López Obrador en el cerco del Senado debido a su estado de salud tuvo también un efecto adverso. Y eso habrá de corregirse. La lucha no puede descansar en la espalda de un hombre que al final de cuentas es vulnerable y falible. López Obrador lo sabe, por ello ha generado toda una organización que debe funcionar sin él.

Sin embargo el peso y arrastre de su figura lleva algunos de buena fe a mitificarlo, y a otros a hacer lo mismo reduciendo los esfuerzos conscientes de millones de personas, al seguimiento acrítico de su liderazgo. Así conviene porque de esta manera la organización se vuelve tan frágil como la salud y la rectitud de un ser humano.

Muchas lecciones han de aprenderse del amargo trago que pasamos ahora en esta lucha que sigue adelante; una de ellas será a crear organización más allá de individualidades. Las ideas son a prueba de balas, las personas no. ■

@luciamedinas

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