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sábado, 22 junio, 2024
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Busca grupo de artistas convertir la ex harinera en un espacio cultural

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Por: ALMA RÍOS •

◗ ESPECIAL / la ex harinera

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■ Urge comprar el lugar, actualmente en venta, para salvarlo de probable demolición

■ Realizaron el segundo encuentro multidisciplinario, que involucró a 40 creadores

Con el fin de conseguir que la ex harinera o molino de Guadalupe se convierta en un espacio cultural para la formación artística de niños y jóvenes, fue realizado la noche del 18 de julio un segundo encuentro multidisciplinario que involucró a más de una cuarentena de artistas, participantes como expositores en las disciplinas de pintura, escultura, fotografía, instalación, música, teatro y circo.

Una iniciativa convocada desde 2012 por el artista visual Luis Felipe de la Torre ha ido sumando voluntades para impulsar la compra de este espacio actualmente en venta, en el que se reconoce un valor histórico.

“El segundo encuentro lo hacemos con dos intenciones, una dar un empujón a un proyecto que se realizó ya desde el año pasado, donde se solicita al Congreso de la Unión se compre este espacio para un Centro Estatal de las Artes. Lo deseable es que pongan un dedo en el renglón en cuanto a la compra, que urge porque esto está en venta y puede llegar Walmart y demoler todo esto”, dijo De la Torre.

El precio actual del espacio conformado por la fábrica y bodegas donde se ubicara en su último momento de actividad industrial Molinos Unidos del Centro, se estima en alrededor de 20 millones de pesos.

De la Torre invitó a los presentes a participar de “la vieja utopía” de lograr un mundo mejor. En opinión del artista “si le damos a nuestros niños violines, pinceles, danza, música…si les damos alegría, la alegría del arte, de la belleza y la estética, estaremos seguros que jamás optarán por la violencia”.

Visionario, compartió “como remedio para nuestro momento histórico”, la creación en este lugar de “una primaria, secundaria, preparatoria y licenciaturas en todas las artes”.

La búsqueda sería influir en la población del área conurbada Zacatecas-Guadalupe para lograr al paso de varias generaciones, una “sociedad sensible e inteligente”.

Antes, en un performance, un enharinado personaje, representado por el actor Indalecio Rivera, justo habría convocado a trascender la muerte dando la bienvenida a los presentes al “abismo del amor”, en el que la sonrisa de los niños encuentra una “esperanza para la libertad”. La intervención integró además danza clásica y aérea en telas.

Este encuentro multidisciplinario contó con el apoyo de las galerías Arroyo de la Plata, Irma Valerio y Alquimia, ésta última guanajuatense, mismas que facilitaron acervos que incluyen obras de destacados artistas como Rafael Coronel, Manuel Felguérez, Ismael Guardado, Emilio Carrasco, Alejandro Nava y Juan Manuel de la Rosa , así como de los organizadores, entre otros, Luis Felipe de la Torre, Iván Leaños, Cosme Rada y Eduardo Quezada.

Entre otros personajes, Ismael Guardado aseveró en entrevista que de lograrse el propósito de rescatar este espacio como uno de carácter cultural, “va a ser un parteaguas (…) es otra manera de darle lenguaje a todo: la poesía, el cine, la danza. Con mucho gusto yo haría un proyecto en este espacio y ojala sí se rescate”, agregó.

La galerista de arte, Irma Valerio, sumó su opinión al respecto de que en este espacio se “pudiera llevar a los niños por el sendero de la belleza”, pero puntualizó, es privado, y el rescate podría conjuntar a instituciones y sociedad civil “para beneficio de nuestra comunidad”.

Harina de trigo,
familia y comunidad

Sobre la historia de este sitio “misterioso” con una construcción de influencia inglesa “que por sí mismo habla” mediante sus columnas de hierro belgas, sus máquinas suizo-alemanas, tapancos, gualdras, muros y sótanos, acerca de “un pasado de Guadalupe y Zacatecas que en el devenir “tiene el peligro de quedar en la amnesia”, dijo De la Torre, pero en el que el artista encuentra espacios ideales para salones, auditorios y talleres, también otros testigos de su protagonismo económico, social y cultural aportaron imágenes de sus tiempos de alta actividad industrial.

Fernando, María Esther y Jorge, de apellidos Romo Valdez, compartieron en entrevista parte de sus vivencias en “el molino”, donde dicen, nacieron y pasaron su niñez.

El espacio es referido con alegre nostalgia desde que en 1942 su padre, José Evaristo Romo Magdaleno, técnico molinero, se hizo cargo de este lugar bajo el mandato del dueño en aquella época, Celso Ortuño Alvarez, último al que se refieren con especial cariño como Papá Checho.

La narración de anécdotas retrata a la fábrica procesadora de harina de trigo como un espacio vital para la comunidad, en el que se trabajaba intensamente en tres turnos pero que también es lugar de juego y convivencia para los niños de un Guadalupe de escasa población y fuerte tejido social.

Navidades compartidas en las posadas, dentro de una bodega en la que se canta la letanía, se pasean los peregrinos, se rompen piñatas hechizas, se conoce a los vecinos a los que se refiere con nombre y apellido. Se ve en el dueño a un patriarca y a los trabajadores como parte de una gran familia.

El molino, la vieja harinera, también era centro deportivo y fundamentalmente de desarrollo económico del Zacatecas de entre los 40 y 60 del siglo pasado, fuente de empleos directos e indirectos en Guadalupe y municipios aledaños de Zacatecas y aún de San Luis Potosí.

Su debacle inició con la muerte de Ortuño Alvarez en 1979 y se consumó dicen, al perecer el técnico Romo Magdaleno en una etapa que coincidió con un momento de renovación que no pudo concretarse.

Enriquece esta historia el cronista de Guadalupe, Víctor Manuel Ramos Colliere, quien afirma que el lugar tuvo una primera etapa como hacienda de beneficio de metales durante el siglo 19, misma que terminó con el advenimiento de la Toma de Zacatecas en 1914, de la que derivó su clausura y su fragmentación en predios.

En 1930, uno de estos predios fue comprado por Pedro Manuel Sescosse, quien conjuntamente con Alberto de Elizalde fundó la Compañía Harinera de Zacatecas, que luego en los 40 del siglo 20 obtuvo bajo la administración de su nuevo dueño Celso Ortuño Alvarez un importante repunte industrial mediante tres productos: harina de trigo, salvado y granillo, para convertirse en la más importante harinera de Zacatecas.

La “Harina Coloso” logró fama y amplia distribución nacional. En 2014, sin embargo, después de perder la batalla en la competencia comercial con monopolios harineros como la fábrica de pastas y harinas La Estrella, “Molinos del Centro” como se llamaba entonces la empresa, cerró definitivamente sus puertas. Tras de lo cual sus espacios se han rentado con diferentes propósitos.

En 2006 el artista visual jalisciense Felipe De la Torre renta una de las bodegas y se percata del potencial y la belleza del lugar y propone a un grupo de artistas zacatecanos su rescate. La idea fue respaldada en 2012 por el ayuntamiento de Guadalupe y Gobierno del Estado, mediante el Instituto Zacatecano de Cultura (IZC).

Se elaboró de esta manera un proyecto en noviembre de ese año, mismo que fue presentado ante el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) con el propósito concreto de reubicar en este lugar la sede de la Casa Municipal de Cultura.
Sin obtenerse respuesta al respecto hasta este momento, se espera que la próxima administración municipal, que entrará en funciones en septiembre de este año, encabezada por Roberto Luévano, dé seguimiento a esta iniciativa.

Luis Felipe de la Torre informó que durante aproximadamente un mes, la exhibición de arte que en este momento alberga el lugar podrá ser visitada por el público de 10 a 14 horas, al que se pondrá a consideración su apoyo de esta iniciativa mediante la firma una carta abierta que será entregada a las autoridades correspondientes.

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