Gaspar Pérez de Villagra, a quien el mismísimo Juan de Oñate lo elogió como soldado y como hombre, le hizo un poema a nuestra ciudad de Zacatecas en el año de 1604 a lo que Meléndez y Pelayo, consideró como “34 mortales cantos” de indudable valor testimonial, más cuando se refiere a la fundación de nuestra entonces rica ciudad de mineros y extranjeros de muchos lugares del mundo.
La historia de Gaspar, el capitán valeroso que recorrió más de 7 mil kilómetros a pie por el territorio mexicano y Guatemala, murió a los 65 años de edad en uno de sus tantos recorridos, se le atribuye haber participado en el descubrimiento del Río Bravo, haber peleado contra apaches, casar a su hija con un bisnieto de Moctezuma, vivir en Sombrerete a sus anchas pero con un resentimiento porque su corona española no reconocía sus sacrificios como soldado en un territorio hostil y peligroso.
Así hay cientos de historias en que nuestro territorio atrajo a hombres y mujeres de notables acontecimientos en sus vidas y en la vida de nuestro país y el mundo y ello nos debe sentir orgullosos porque nuestra ciudad y estado ha sido imán para otras culturas y miles de aconteceres que son del milagro, el acontecimiento histórico real y humanístico y a veces hasta sobrenatural.
Se desconoce en la actualidad los versos del citado Gaspar pero seguro es que llevaban una carga de elogios y menciones a nuestra patria chica que seguido despertaba la admiración o la codicia, el rumor y la alabanza, la gratitud ante todo.
Sabedores que los gobiernos virreinales le prestaban especial atención a nuestra ciudad y estado por lo cuantioso de la producción minera, las noticias iban y venían por todos los caminos y tanto Zacatecas como el Luminoso Perú en Sudamérica tenían una conexión de asombro, pues, China o Alemania, Filipinas o la Habana, daban los suministros del azogue y el mercurio y otras herramientas aptas para el continuo saqueo y explotación de nuestras minas anegadas o dispuestas.
Como no encuentro el poema del señor Gaspar, ahí les va uno mío:
Fervor por Zacatecas
Supuse gritar al viento la patria que me dieron en pedazos
En los senderos abiertos
Si nace la flor en Moyahua
y el viento ulula quedito en los rincones de Tayahua
en Tenayuca ella irá con sus cabellos rizados a pedirle al dios de las montañas
que en Tepetongo el agua ayude a los manantiales eternos
a irrigar lo que atisba en Tlaltenango,
los jardines flotantes del águila caracara
en Atolinga donde el gavilán pollero pone ejemplo
en Tepechitlán el asombro cotidiano de darle vida a las razones
que una a Ahualulco con Bimbaletes en la pájara huilota, la víbora pichicuata,
el ronroneo del águila cola lisa ante la culebra chirronera
A un suspiro le dan mil años
¿Acaso en Mazapil o en Mómax
hay un mundo apenas desconocido
en la que las serranías
protegen el nacimiento del mundo?
Ya dicen que Fresnillo es feliz
al escándalo de una rosa salpicada
de la sangre joven de una doncella
que se creía mariposa
y mandaba a los incendios
los brebajes en que diluía su historia milenaria
y que en Jerez el júbilo se enternecía
con la compra tempranera de unos zapatos nuevos
a la alegría de un niño que saltaba en la madrugada
su querencia
su amor a dios
al viento divino
de sus montañas sagradas
coxcox y el alcalde dijo el renacuajo no camina por las calles
(no hurga el polen en las flores del invierno)
Porque a la fanega de maíz el impuesto fregaba los pisos en el hospicio de la nada
tochos o caxcanes doña manuela tiene frio y es que el frio en Zacatecas es más duro
que todos los inviernos del mundo juntitos en un vaso de papel que se va incendiar en
los patios fecundos de un bosque cerca de Tepechalá,
la ira bendita de tzacatzotla
el susto en yahualica
tecuexe el ánima fugitiva de una mina abrasadora
huachichil inculto llora en Villanueva la alborada de las alianzas
la furia de Saín Alto que hurgó en los siglos el significado del mar invisible
no es juego de jilguerillos lo que a la palabra brinca la demasía
sino la exaltación que irradia los colores de la tierra
los bosques desolados
ashcanquema tehual nehual, hasta tu muerte o la mía
en la sierra el cimarrón fugitivo hace hogueras hurgando la venganza
y una vieja loca en neumonía maldice el destino que le dieron
era todo el devenir de las fábricas que nunca existieron
las naves espaciales que dibujaban el silencio en los santuarios del pez zacatecano
el nopal zacatecal en el remolino del viento…
conferirle da el cura mil campanadas para arrimar a la epidemia miles de almas
un pan repartido intentando sus moronas volasen al viento
entonces
lejos hacia el horizonte
los bosques inmortales
esperaban ansiosos el paso de los niños
en un fervor que el juanino cura
el jesuita huye
el dominico come
hija, la paz sea siempre el sarape, la panza llena
y que en Villa García bese la abuela su amor por Zacatecas
en la ira de las tastuanes
en la hacienda del maíz rebozado
en el frijol que Teul cuicón bendice y conjura y
que vuelen las aves por los escribas
que amanecen la madrugada del mundo… ■