En el ámbito de los deportes adaptados, Gilda Cota Vera se ha erigido como un verdadero ejemplo de inspiración no sólo por sus éxitos deportivos, sino también por su impresionante capacidad de resiliencia ante las adversidades. En un diálogo con el medio, se pudo conocer y admirar su valiosa historia, una muestra de fortaleza y determinación.
Originaria de Mérida Yucatán, Gilda creció en una familia donde el deporte era un valor fundamental. Su padre, pelotero de la Liga Mexicana, inculcó en ella y en sus hermanos el amor por el deporte, llevándola a explorar disciplinas como voleibol, handball, taekwondo y kung-fu desde una edad temprana.
A los 16 años descubrió su pasión por el atletismo, destacándose en el lanzamiento de disco y logrando participar en competencias de alto nivel. Sin embargo, como muchos atletas, llegó un momento en que tuvo que decidir entre continuar con el deporte o buscar un futuro más estable a pesar de haber incursionado en competencias centroamericanas e internacionales. «Si me lesiono, ¿qué pasa? Mi carrera se acaba. La educación siempre está contigo», reflexionó Gilda, quien optó por estudiar criminología empresarial y posteriormente una maestría, dando inicio a una prometedora vida profesional.
La vida de Gilda dio un vuelco inesperado cuando comenzó a experimentar síntomas que atribuía al estrés: tropezones, caídas y dificultad para organizar ideas. Consultó a múltiples especialistas, quienes inicialmente no identificaron el verdadero problema. Finalmente, el 5 de julio de 2020, se enfrentó a una realidad desgarradora: su cuerpo ya no respondía como antes. Fue diagnosticada con esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa que afecta el sistema nervioso central.
“Había señales, pero como mi vida era un constante ir y venir, lo atribuía al estrés. Pensaba que quizás era el estrés lo que me hacía tropezar, caerme y a veces no poder organizar mis ideas” mencionó.
“Al principio lo viví en un clóset. No quería que la gente supiera que estaba discapacitada”, compartió, recordando cómo se esforzaba por ocultar su condición. La aceptación no fue fácil, pero una vez que decidió retomar su relación con el deporte descubrió una nueva oportunidad.
Su primer gran triunfo tuvo lugar en el Campeonato Mundial de Para Atletismo «Kobe 2024», donde logró conquistar la medalla de oro y asegurarse su pase a los Juegos Olímpicos de París 2024. En el Grand Prix de Para Atletismo Xalapa 2024, alcanzó la final de impulso de bala F33, registrando una marca de 8.23 metros, lo que no solo le otorgó la medalla de oro, sino que también estableció un nuevo récord continental en la disciplina.
El camino hacia los Juegos Paralímpicos de París estuvo lleno de obstáculos. Desde los comentarios negativos de compañeros hasta la falta de conocimiento sobre su enfermedad, Gilda enfrentó una lucha constante para demostrar que su condición no era un límite. «Muchas veces me dijeron que yo inventaba mi discapacidad, porque no entendían que la esclerosis múltiple progresa y cambia», explicó.
A pesar de las dificultades, encontró en el deporte un motor para seguir adelante. Su meta no era solo obtener una medalla, sino también usar su plataforma para crear conciencia sobre la esclerosis múltiple y el impacto que tiene en la vida de quienes la padecen. «Llegar a París no era solo un sueño personal, era un compromiso para dar a conocer esta enfermedad y demostrar que, con esfuerzo y determinación, todo es posible».
Incluso, Gilda subrayó la falta de apoyo estructural que enfrentan los deportistas con discapacidad en México. Desde la difusión limitada hasta la necesidad de financiar su propio equipo adaptado, los desafíos son innumerables. «El deporte adaptado es costoso porque tienes que adaptar lo convencional a tu discapacidad. Si hay apoyo, es muy poco», lamenta.
A pesar de esto, ha logrado destacar gracias a su perseverancia y a la ayuda de personas cercanas que creyeron en su potencial. Sin embargo, hace un llamado urgente a mejorar la empatía y la inclusión en todos los niveles. Para ella, la verdadera inclusión es que una persona con discapacidad tenga las mismas oportunidades y accesibilidad que cualquier otra.
Tras vivir años complicados entre su diagnóstico y su carrera deportiva, Gilda afirma que el cambio más significativo en su vida ha sido aprender a agradecer. “Es fácil agradecer lo bueno, pero hay que saber agradecer lo malo también. De lo malo se puede sacar algo muy padre”, dice con convicción.
La gratitud le ha permitido valorar incluso los pequeños detalles que antes pasaban desapercibidos: “Hoy agradezco que todavía hay partes de mi cuerpo que pueden sentir el calor del sol, que todavía puedo escuchar el canto de un pájaro. Mañana no sé si podré hacerlo”. Este cambio de mentalidad le ha ayudado a enfrentar cada día con valentía y optimismo.
Además de ser una atleta destacada, Gilda se ha convertido en una conferencista motivacional, llevando su mensaje de resiliencia y gratitud a escuelas y comunidades de México. “Hay muchas almas que tocar, mucha gente que tiene que despertar. Nada mejor que un sacudidón con Gilda Cota para motivarlos a vivir el instante presente y sorprender a la vida”, expresa.
A través de estas charlas, busca inspirar no solo a personas con discapacidad, sino a todos aquellos que enfrentan retos en la vida. Su mensaje es claro: “Si te rindes, ya sabes lo que va a pasar: nada. Pero si lo intentas, puedes sorprenderte”.
Aunque los Juegos Paralímpicos de París marcaron un hito importante en su vida, Gilda no se detiene. Su meta es seguir utilizando su experiencia para generar conciencia y motivar a otros a perseguir sus sueños. “El deporte me enseñó a luchar con el corazón y a aferrarme a mis metas. Hoy quiero compartir eso con el mundo”, dice con una sonrisa.
Zacatecas, donde recientemente compartió su historia, dejó una impresión profunda en ella. “Estoy enamorada de Zacatecas. No lo conocía, pero esta oportunidad de transmitir un mensaje aquí ha sido maravillosa. Cuando gusten, aquí estaré”, concluye.
La historia de Gilda Cota Vera es un recordatorio de que, aunque la vida puede estar llena de desafíos, siempre hay espacio para la esperanza, la gratitud y la superación. Como ella misma dice, “París se veía imposible, pero Gilda lo hizo posible. Si yo puedo, tú también puedes”.