No hay palabra más común para mi generación, y las posteriores que la palabra “crisis”.
La escuchamos cuando se habla del mundo, de la situación económica del país, de la seguridad de Zacatecas, y también de la situación financiera de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).
Estamos tan acostumbrados a esa realidad, que no conocemos otra manera de vivir. Pensamos que es natural trabajar más de 40 horas para tener ingresos suficientes, no nos sorprende que los empleos no ofrezcan las más mínimas prestaciones de ley, y no nos resulta extraño vivir siempre en deuda.
De la misma manera, tampoco sorprende que la UAZ esté en crisis económica, que esté en deuda y en el permanente riesgo de colapso.
A pesar de esto, sí alcanzó a sorprender la contundencia de la noticia de la semana pasada, cuando se anunció que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público había retenido recursos de la UAZ de tal manera que no había forma de pagar los salarios de docentes y trabajadores.
La noticia no impactó únicamente a quienes tienen relación laboral o académica con la UAZ actualmente, también lo hizo a quienes alguna vez la tuvieron lo cual es buena parte de la población al menos de la capital y zonas cercanas.
La deuda global de la UAZ llega casi a los dos mil millones de pesos, de los cuales mil 415 millones de pesos se deben a instituciones de seguridad social, 200 millones de pesos que se deben a proveedores y prestaciones de docentes y administrativos, más los más de 300 millones de pesos que se le deben a Hacienda.
Hemos visto crecer la burbuja de la deuda desde hace años, y sin embargo no se dejaba de alimentarla. Hoy está a punto de estallar. El fin de semana pasado por primera vez se atrasó el salario de los afortunados que trabajan en uno de los sitios que se considera más estables y seguros para laborar.
Tocó a los recién llegados, el gobernador Alejandro Tello Cristerna y el rector Antonio Guzmán Fernández, hacer frente a la situación que viene construyéndose desde hace años. Pero como toda crisis es también una oportunidad, con el reto de resolver la situación viene la posibilidad de ganarse una gran medalla.
La historia es más severa con los ex rectores, varios de los cuales no tuvieron empacho en alimentar la nómina de la Universidad en alguna medida para atender la creciente demanda de espacios en la educación superior, pero también deseosos de ingresar a las arcas universitarias a uno más, de tal forma que pudieran contar con otro voto, que ponderado, vale diez veces más que el de un estudiante.
Se suma a esta pesada carga de la Universidad el pago de renta de edificios y de salario a maestros que ya habían vendido su jubilación.
Pero en medio de estos, y otros muchos más signos de corrupción, no puede pasarse por alto las cifras que enorgullecen a todo universitario y que fueron sintetizadas en una infografía por La Jornada Zacatecas.
Me refiero al hecho de que 92% de los estudiantes de la UAZ están en un programa acreditado; que la UAZ es la número 20 en cuanto a la cantidad de docentes miembros del Sistema Nacional de Investigadores en sus filas, y también -porque eso también da orgullo- que es la segunda más barata de todo el país, sólo por detrás de la Universidad Nacional Autónoma de México, con un presupuesto y peso político mucho mayor.
Todas las universidades públicas del país han sido castigadas en sus presupuestos en los últimos años. Sólo en los más recientes, la UNAM pasó de tener 7 mil 291 millones de pesos en 2015, a 6 mil 941 millones de pesos. Lo mismo sucedió con el Instituto Politécnico y con la Autónoma Metropolitana.
Hace ya varias décadas que empezó el abandono a su suerte de la educación superior pública, mientras cada vez vemos más a los gobernantes donando terrenos a las escuelas privadas, asignándoles becas, y encargándoles trabajos de investigación y otros proyectos para que puedan tener ingresos.
Además de sus yerros y corruptelas bien sabidas, la UAZ ha tenido que enfrentar el abandono de los gobiernos que menosprecian su impacto económico y su labor social justo porque lo desconocen.
Pero no es la única. Se prevé que el año próximo los institutos tecnológicos tengan 67% menos de recursos, y ya son muchas las instituciones en esa circunstancia.
Los profesores de telesecundaria tuvieron que tomar el bulevar López Mateos en varias ocasiones para que les pagaran sus salarios, que a veces se acumulaban hasta en seis quincenas; y el Colegio de Bachilleres del Estado de Zacatecas ha advertido en innumerables ocasiones que requiere mucho más presupuesto del que se le está entregando.
Hoy es un buen día, los trabajadores universitarios tienen su salario de los últimos quince días en el bolsillo, y los más optimistas dicen que ya están garantizados los recursos para cerrar el año, ¿Son estas buenas noticias? Para nada, el asunto no está resuelto realmente, ni para la UAZ, ni para el resto de las instituciones de educación que están en similar circunstancia, y el asunto no estará ni cerca de resolverse si esto no va de la mano con un cambio de régimen. ■