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lunes, 1 julio, 2024
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Educar para mandar, educar para obedecer

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Los pobres más pobres de este país, los que no conciben otra riqueza que la del dinero, se han apoderado de buena parte de la educación superior, y pretenden ahora extender sus garras hasta el sistema de educación básica.

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El grupo más visible de ellos es la organización Mexicanos Primero cuyo presidente Claudio X González, a base de cabildeos, de denostar a los maestros y de aprovechar mediáticamente su poder económico, ha logrado que sus intereses e ideas fueran incluidas en la reforma educativa que tanto disgusto generó a lo largo y ancho de todo el país.

Ese es sólo el más reciente embate, hace décadas la clase empresarial colonizó las mentes de quienes trabajan en la planeación de la educación en distintos niveles. Lo hicieron con los rectores de universidades que prefieren hacer concursos de emprendedores que ferias científicas, con quienes confunden la vinculación y extensión universitaria con la incubación de negocios; los que piensan que el servicio social es para proporcionar esclavos gratuitos a potenciales empleadores, y no para usar las herramientas que brinda la formación universitaria para fines sociales. Se colonizó a tantos, que ahora se cree que los planes y programas de estudios deben hacerse al servicio de la industria y los empleadores, y no en función de las necesidades sociales que requieren solución.

Sin embargo se encuentra resistencia a este pensamiento en los lugares menos pensados, en la universidad privada, por ejemplo. El domingo (11 de mayo de 2014) se publicó en La Jornada (disponible en http://www.jornada.unam.mx/2014/05/11/politica/013e1pol) una entrevista con el rector electo de la Universidad Iberoamericana: David Fernández Dávalos en la que afirmó que la educación superior ha abandonado su responsabilidad social.

Asimismo Fernández Dávalos planteó que la Universidad tiene tres compromisos: en primer lugar el de formar personas, es decir ciudadanos, no solamente profesionistas. En segundo lugar, que la Universidad debe abrir “un espacio de discusión sobre el conocimiento relevante para la sociedad”, y habría que poner con negritas, sociedad, que contrario a lo que algunos piensan es un concepto que va más allá de las cámaras empresariales. Y finalmente, que la universidad está comprometida ella misma como “un actor social que quiere contribuir a transformar y a hacer de este país uno más humano y fuerte.”

Contrastantemente con la visión del Rector parece dominar la idea de que la educación superior debe dividirse en dos: una para la mano de obra especializada, para que estudien, o mejor dicho, para que se capaciten las ovejas obedientes; y otras instituciones dedicadas a formar líderes y  gerentes, expertos en la administración de herencias, puesto que tienen una empresa que heredar, que muy probablemente haya sido fundada por quienes no asistieron a estas instituciones.

Es lamentable que entre quienes nos gobiernan, predomina esta última visión. Así se hizo patente el pasado lunes durante la inauguración del Coloquio Internacional de Educación, cuando una de las preguntas dirigidas a Enrique Cabrero director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) fue la de “¿Cómo sortear ese gran obstáculo entre la falta de vinculación del aula y la empresa, entre el conocimiento teórico y el desarrollo de los conocimientos ya aplicados a la industria?

Aunque la mayor preocupación del político que cuestionaba a Cabrero era la conexión de la ciencia con la empresa y la industria, la respuesta del director del Conacyt no fue en el mismo tenor. Lejos de recriminar a las universidades por no cumplir los caprichos de la industria, Cabrero señaló que las empresas no han sabido sacar provecho de lo que la ciencia ofrece. Y agregó que uno de los objetivos de su labor es generar que los científicos se acerquen por un lado a los tomadores de decisiones, y por el otro a los sectores que podrían beneficiarse del conocimiento científico.

Parece que Cabrero Mendoza entiende que la ciencia, el conocimiento y la educación no puede estar secuestrado por quienes dividen el mundo entre los que estudian para mandar, y los que aprenden lo indispensable para obedecer.

Si bien este modelo podría tener pertinencia en las instituciones de educación superior que se financian con dinero privado; de ninguna manera puede regir en la educación pública pagada por todos y cuyos resultados debe responder a las necesidades sociales. Estas instituciones deberían ser, si es que pretenden cumplir con su función social, las primeras en tratar de superar el conflicto entre oprimidos y opresores, que planteaba Paulo Freire, y no, como lo son ahora, reproductores del mismo.

Nota: Aprovecho la ocasión para enviar mi felicitación más sincera a los maestros por su día este próximo 15 de mayo. Sobre todo a los que enseñan pensar, no a obedecer. ■

 

@luciamedinas

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