La Gualdra 659 / Arte
Explorando en la representación estética del sufrimiento humano, nos preguntamos: cómo las imágenes de la migración, cargadas de dolor y trauma, han adquirido cualidades poéticas, recordemos que nos interesa aportar elementos al debate sobre la relación entre el sufrimiento humano, la estética migratoria y la creciente influencia del arte en la cinematografía. Por ello, atendemos el arte denominado de conciencia social. Artistas que han dado respuesta pictórica a la crisis de la posguerra, entre ellos, George Grosz, Rudolf Schlichter y Otto Dix –de quien ya hemos escrito. Aquí, como una de las obras relevantes del realismo social, se encuentra Gli emigranti, 1896, de Angiolo Tommasi.
La obra está ambientada en un muelle del Puerto de Livorno, Italia: al fondo, veleros y vapores, uno tras otro, se preparan para abandonar sus amarres. En el primer plano, familias de emigrantes que se agrupan en el muelle, esperando ansiosamente su partida. Personas humildes y anónimas dialogan o se sientan en silencio, muestran agotamiento y ansiedad.
La pintura expele un tiempo suspendido, entre la esperanza y la resignación; el sueño de un destino diferente, simbolizado por los buques en el horizonte. Aquí, las figuras femeninas tienen un protagonismo destacado y una carga simbólica intensa. Destaca una mujer que sostiene su cabeza con la mano, luce absorta mirando hacia la nada –como invitándonos a mirar la escena. Por todos lados, mujeres afligidas y al borde del llanto se niegan a levantar la mirada. Una niña –de pañuelo rojo– como de tres años –la mejor edad para asomarse al mundo–, se sitúa en mitad del lienzo, luce ensimismada. Muy cerca, una madre amamanta a su hijo mientras que otra mujer embarazada, con las manos en su regazo, abriga la esperanza de un futuro mejor.
Junto a ellos, otros emigrantes se sientan en baúles, entre bolsas y mochilas, esperando el momento del embarque, mientras, al fondo algunos ya afrontan el destino maletas al hombro. La luz que envuelve el ambiente es cálida, imposible adivinar en qué estación estamos, verano, invierno: la emigración no reconoce buenos o malos tiempos. Las miradas penetrantes de los personajes de la pintura sugieren que las emociones del momento van más allá de la descripción del acontecimiento, son expresión de las esperanzas que los emigrantes llevaban consigo mismos. Todos esperamos un barco que, ¡oh!.. siempre tarda en llegar; por los caminos del éxodo humano todos somos peregrinos, huimos solos o en inmensas caravanas de una vida imposible o no, hacia una –otra– vida mejor.
Náufragos de la globalización, habitamos extraviados el mundo o han robado nuestro lugar. Nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos, seguimos inventando caminos, golpeando puertas y fronteras, porque al igual que los emigrantes seguimos huyendo, entre el desapego y la separación de los seres queridos, perdimos algo, nos hemos perdido a nosotros-mismos, o quizá no, porque, tal vez, nunca nos hemos tenido.