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miércoles, 18 junio, 2025
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Las otras migraciones (2)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

El Fuchibol*

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Fuchibol: Vocablo portugués para el foot-ball. En México se usa en tono despectivo para aludir al futbol profesional de mala calidad que se juega en el país.

Este fin de semana hubo necesidad de cambiar la rutina en muchos hogares de esta sufrida República Mexicana. El mundo cambió tan de repente; los astros se volvieron a alinear en las dimensiones siempre erróneas. La gasolina ya tan lejana a los presupuestos que tan solo olerla al pasar cercanamente de un automóvil o mejor aún, de una gasolinera, causa un éxtasis tal de pobreza que las reminiscencias del olor a un perfume prestigiado como los de la Coco y un tal Hugo, se vuelven tristes y obscuras. Ni que decir del decaimiento del pesito ante el embate del dólar, ¿a quién le importa? Murió la educación en México, ¿y? Hay ochenta millones de miserables en el país y todos piensan que son los otros. La Caja de Pandora está abierta y nadie parece acomedirse a cerrar la llave de paso. Nada de lo anterior duele, realmente. Ahora, la broncototota fue que un grupúsculo de vándalos inadaptados decidió ir a la huelga impidiendo la jornada de fútbol en curso. Qué atrevimiento. Todo porque de pronto, los equipos a quienes se les conducen los encuentros deportivos profesionales, a los que llaman juegos, se han vuelto episodios de violencia entre jugadores, aficionados y de jugadores contra los quejumbrosos, todo esto inmerso en un aparato comercial y una estructura de control interno y las decisiones que esta última emplea para establecer un esquema disciplinario.

Sucede que el grupo mencionado está poniendo en evidencia un descontento en formas que si se toman en cuenta, le quitarían el único atractivo que tiene asistir a algunos estadios. Si no hay bronca, no se le encuentra el chiste. Si se lesiona a algún jugador del equipo oponente, la tribuna lo celebra como si fuera la muerte de un cristiano en el circo. Además del jocoso grito dedicado al arquero contrario cuando hace sus despejes de meta. Las agresiones entre porras se han vuelto recurrentes; ahora, lo último, es que los jugadores han comenzado a agredir a los quejosos. Y las decisiones disciplinarias para corregir tales acontecimientos han sido tibias, fuera de contexto y se rumora que las directivas de los clubes presionan para que las sanciones sean lo más ligeras posibles. Así que los árbitros, haga usted el favor, pitaron falta y pararon la pelota. Todo porque una bola de balompédicos malcriados los agredieron. Así que el futbol mexicano está en huelga.

Y aquí entra al tema lo siguiente: ¿es lo que vemos entre semana y los fines de semana futbol mexicano? Hoy día cuando se revisan las plantillas y las alineaciones de los equipos, aparece que la mayoría de los jugadores titulares de cada equipo no son nacidos en nuestro país y que se han diseñado una serie de procedimientos para incorporar cada vez menos jugadores nacidos en México con infinidad de pretextos que no convencen a nadie. El ideal opuesto a esta tendencia lo representa el equipo de Chivas de Guadalajara que en su plantilla tiene únicamente jugadores nacidos en México.

El problema que se deriva de esta situación es que muchos equipos prefieren contratar jugadores de medio pelo que no aportan nada nuevo ni espectacular al juego. Son jugadores que a la menor presión se desmoronan o pierden los estribos lo que da como resultado que de pronto haya muchos aspectos no gratos que sacan de sus casillas a todos los protagonistas de esta aventura que se da en torno de una pelotita que es perseguida por un montón de jugadores durante noventa minutos. La gente entra en presión y es cuando las aguas suelen salirse de su cauce. Como en las últimas dos semanas, cuando hubo jugadores fracturados, una broncota campal en las tribunas con un estadio vetado y dos árbitros agredidos. Y aquí llama la atención es que en todos los incidentes los “protagonistas” de los lamentables episodios fueron personajes no nacidos en México: un brasileño y un francés en el caso del campo vetado, un argentino y un colombiano que lastimaron gravemente a sus compañeros de profesión; lo mismo que un paraguayo y un argentino agrediendo a los árbitros. Uno de los argumentos que usan los dueños del balón es que los mexicanos pierden el control fácilmente y se desmoronan. Los hechos parecen contradecir esta afirmación.

Ahora bien, los equipos que invierten grandes sumas tienen iguales probabilidades de éxito que los que lo hacen formando fuerzas básicas recurriendo poco al mercado externo, como Pachuca y Pumas y claro, Chivas. Al final de cuentas da la sensación de que hay jugadores nacidos en México que pueden hacer igual o mejor trabajo que los importados y cada vez, por consecuencia, se inhibe la emergencia del talento local y se sufre en exceso cuando el representativo nacional tiene que participar en competencias internacionales.

Los directivos de la federación dicen que pueden suplir a los árbitros mexicanos por otros traídos del extranjero. Las experiencias pasadas nos dicen que los resultados han sido desastrosos. En todo caso, por qué mejor no se inclina la balanza y se le da la oportunidad de jugar a los equipos con un máximo de tres jugadores no nacidos en México y bajo esa premisa se pueden contratar directivos de la FMF del extranjero y se deshacen por siempre de ese mercader de marras y pésimo administrador de la esencia del fútbol que sigue cometiendo una torpeza tras otra: Decio de María y un grupo que lo complementa en la destrucción de este entretenido juego.

Hoy corresponde parar la pelota y colocarla en la raya que pintaron los árbitros del futbol mexicano antes de ponerla en circulación nuevamente.

Y mientras…, prepárese para el Festival Cultural de Zacatecas.■

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