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martes, 24 junio, 2025
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Del futuro: posibilidades y riesgos

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

El tema electoral convoca a los actores políticos a involucrarse de distintas maneras, ligadas a principios, ideología, estatutos o suscripción política particular, etc. A lo que sea y se requiera para inscribirse en las elecciones y buscar pervivir. Una inercia que ellos mismos se imponen: pacto no suscrito, sujeto a una dinámica política institucional, sostenida y continuada para aterrizar las ofertas o propuestas ganadoras. Tal vez enriquecidas por los aportes políticos de la oposición –considerados generalizables–, a rescatar y a aterrizar también, entre un período electoral y otro, mediante la generación de una dinámica cultura política institucional, matizada por los colores o la ideología del triunfador, más los aportes que faciliten intervenir hasta creativamente una realidad que si permanece como está, en una futura disputa política verá de nuevo, reiterarse las mismas propuestas, asumidas sin cambio por los actores políticos en pugna.

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Si en este ejercicio, no se inscribe el cambiar, se perderá la oportunidad de diversificar la acción política institucional, tanto por persistir la peculiar ideología partidaria como por no querer o ignorar la forma de incorporar y sumar las diferencias, al fin de sentar las bases institucionales para consolidar una democracia que también opera, en efecto, con base en diferencias de percepción o pretensión, sobre todo, ideológicas y así seguirán, si no se prueban, con oportunidad, en un campo plural de principios y hechos, como posibilidad política alternativa, mediante la cual, el poder articulador de las diferencias (de sentido, programas y actores) al dialogar y actuar institucionalmente podría generar mejores y más consistentes resultados políticos, sociales, económicos y culturales para todos, como conjunto y concierto de trabajo global, sin esperar hasta el próximo período electoral una verdad que, sin el ejercicio anterior, como oferta política, sonará a prédica o añeja ideología.

Lo anterior tiene dificultades porque exige incursionar en el fomento de una nueva cultura política, permeable e incluyente de aquellos (actores y) aportes, cuya particularidad consista en ser un potente auxiliar para dinamizar cambios concretos en una determinada suscripción política territorial. Lejos, por tanto, de poder sostener sólo mediante triunfos partidarios una continuidad institucional a la que la gente requiere ver alterada y convertida en una dinámica institucional, cultural y política diferente, cuyo valor supremo del operar un estado o municipio, no sea la ideología política partidaria, eventualmente ganadora, sino la suma y la articulación concreta de los aportes y diferencias que confluyan de manera permanente en los procesos institucionales –cada vez más arduos– para construir y operar los procesos de gobiernos con un carácter cultural más propio de realizaciones plurales– concretas, sin por ello dejar de ser seguidores o actores de una particular ideología.

El ejercicio político de lo estatal exige procesar las diferencias ideológicas para suscitar cada vez más la incorporación de elementos que aporten posibles diferencias de rumbo político o de trayectos de realización con más objetividad que sentimiento político. Imprescindible para generar un más consistente y fructífero despliegue estatal a favor de las diferencias, en cuanto a potenciar realizar un trabajo de armonización generalizable, como forma de apuntalar y promover una mejor vida económica, política, social y cultural, para todos los allí congregados: región, municipio, estado o república.

Si esto parece utopía, no lo es en tanto las secuencias institucionales de gobierno, sobre todo ideológicas, operaron en tiempos históricos donde con facilidad institucional se dilapidaban recursos, dedicados a favorecer reproducirse los grupos políticos y sus allegados, y no tanto para gobernar con carácter institucional y abonarle a cimentar un futuro político, económico y cultural, mejor para todos.

Desde otra visión de futuro, los resultados son o pronto serán diferentes. Véase al semidesierto, próximo a convertirse en desierto. ¿Dónde están la decisión y la tecnología para afrontar su futuro y qué futuro se dejará a los lugareños? Uno posible, con varios factores, ¿cuántos lugareños continuarán con sus tierras y cuántos trabajarán en las explotaciones mineras altamente tecnificadas? ¿Cuántos de ellos soportarán la enajenación o sustracción de sus tierras, por las empresas mineras o las Eolo-eléctricas? Empresas interesadas, según parece, en intensificar y conseguir la desterritorialización de México: especializadas incluso a nivel mundial, en depredar, no sólo metales o minerales, sino el viento y todo aquello que genere utilidad corporativa o personal, sea nacional o extranjera. ¿En cuánto tiempo más, el semidesierto perderá sus cuatro primeras letras y con ello: su posibilidad de conservación y regeneración, productivas? Posibles, pero eso no deja regalos, ni sobornos, sino impone trabajos propios de una cultura distinta al depredar: el rescate y uso de valores, los del trabajo y la cooperación para humana y culturalmente persistir por encima de los depredadores, los valores mercantiles y corporativos, nacionales o extranjeros, para activa y alternativamente contenerlos. En esto será de gran valor el trabajo de la sociedad, la universidad y el gobierno, ¿o no? ■

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