La Cuata Transformación es un proceso, no simple implante de una “máquina” por otra. No hay una raya concluyente de lo viejo e inicio de lo nuevo. Dice el presidente, “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”. En consecuencia, es claro que la 4T no se ha consolidado y mucho menos se ha completado, ambos procesos deben seguir su curso transformador. De momento no veo que se pueda retrogradar, aunque esa lucha sea tan encarnizada y virulenta por parte de nuestra derecha económica, social y política, siempre apoyada por su símil extranjera.
Lo básico de la 4T, impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, radica en el destierro del Estado corrupto y corruptor, así como en la aplicación de políticas de Estado enfocadas a mejorar el bienestar social. Cumplir esos propósitos ha significado la aplicación de un modelo económico diferente al neoliberal, la creación de megaproyectos de infraestructura que impactarán, en el futuro cercano, como detonantes económicos; modificación de una parte del estado jurídico, para que las leyes armonicen con la nueva realidad. Pero también se insiste en la transformación operativa y estratégica de las diversas instituciones y el fortalecimiento de una conciencia ciudadana que dé sustento al proyecto de regeneración nacional.
No todo está completo. Nunca lo estará. Se avanza mucho en algunos renglones, en otros se va lento. Es un proceso creciente, siempre inacabado. Sólo puede consolidarse si es arropado por un gran impulso social. La transformación es tarea permanente. A la fecha, hay importantes esferas de la vida pública cuya esencia no ha sido siquiera tocada. Es el caso del Poder Judicial que encabeza la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Consejo de la Judicatura y, aunque la Fiscalía General de la República, y las respectivas de los estados, forman parte del Poder Ejecutivo su autonomía no lo es tanto por las facultades que les dan las leyes, sino básicamente por el tipo de relaciones que establecen con los espacios del Poder Judicial y las redes de complicidad criminal.
Sucede lo mismo con el INE, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y protección de Datos Personales (INAI); la Comisión Federal de Competencia Económica, entre las principales instituciones. A decir verdad, representan la parte del poder público que queda del modelo de sociedad neoliberal. No se trata solo de una inercia, de costumbres y tradiciones, sino de propósitos y reglamentos que no están a tono con el estado actual del devenir social. Por eso, las corrientes conservadoras insisten que esas partes “no se tocan”, no por vocación democrática, legal o argumentando una falsa “autonomía”; sino justamente porque esas instituciones han sido garantes de las desigualdades que prevalecían y de las cuales se beneficiaban oligarcas económicos, jerarcas políticos y la intelectualidad alineada.
Justo, el llamado “Plan C” de AMLO, retomado por la candidata presidencial Claudia Sheinbaum de MORENA, se enfoca a promover los cambios de los espacios de la vida pública que se quedaron atrapadas en el modelo de sociedad neoliberal y que son causa de graves hechos de corrupción. El caso de corrupción e impunidad de la neoliberal María Amparo Casar, paradójicamente presidenta de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, es uno de los mejores ejemplos de cómo los espacios de la vida pública que siguen intactos se movilizan rápido, eficiente y tan coordinadamente (nado sincronizado) para defender las cusas que siguen.
Lo mismo sucede para liberar grandes capos del narcotráfico, magnates económicos o de la política. Igualmente obstaculizan el avance de la transformación, abogando por los intereses no sólo de oligarcas mexicanos, sino incluso de la gran empresa extranjera. Esos mismos espacios no se mueven igual para defender causas sociales o salvaguardar derechos e intereses de los que menos tienen.
De hecho, la estrategia de política electoral, de nuestra derecha mexicana y extranjera, se encaminan a impedir que el próximo gobierno federal, que seguro lo encabezará Claudia Sheinbaum, no alcance la mayoría calificada para que no realice modificaciones constitucionales y la derecha pueda seguir conservando esos espacios que, para ellos, no deben ser “tocados”.
En esta parte, urge seguir elaborando estrategia política y también hacer la observación del invaluable apoyo que la derecha recibe de personajes y estructuras de MORENA, de manera indirecta, concertada o de rebote, a partir de prácticas caciquiles y antidemocráticas que importantes sectores de la sociedad civil no está dispuesta a tolerar. La implementación de esos usos y costumbres de hacer política son contrarias a la 4T, constituyen abiertas formas de traición a los principios de la transformación y ponen en riesgo los resultados electorales. Zacatecas es un ejemplo de lo que no debió permitirse.