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lunes, 21 abril, 2025
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Sobre el Humanismo

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Por: Mauro González Luna •

En estos días se está hablando mucho en México acerca del humanismo, sin saber exactamente cuál es su origen o qué significados tiene. 

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Dos autores de prestigio incontestable, el filósofo Jacques Maritain y el teólogo Henri De Lubac, arrojan mucha luz sobre el tema. El primero en su obra llamada «Humanismo Integral», publicada en 1936, y el segundo en su libro titulado «El Drama del Humanismo Ateo», del año 1967.

Humanismo integral es, para Maritain, un nuevo humanismo que superará al humanismo antropocéntrico que engendró una civilización profana, y que paulatinamente hizo a un lado al Dios de la Encarnación.

Humanismo antropocéntrico que surge a raíz de la disolución de la Edad Media, en la cual todo lo humano se encontraba «bajo el signo de lo sagrado». En tal humanismo se transita del «culto del Verbo hecho Hombre al culto del puro Hombre». Son los tiempos del Renacimiento y después de la Reforma, en que se pretende la «rehabilitación antropocéntrica del hombre».

Una rehabilitación que produjo progresos como la «adquisición de conciencia de sí», como la conquista de la naturaleza por la ciencia, pero al fin una rehabilitación de la criatura replegada sobre ella misma, desvinculada de «su principio vivificador trascendente». Rehabilitación que arrancó las raíces nutricias, imperecederas del ser humano.

Dicha desvinculación condujo, dice Maritain, a la «tragedia del humanismo», pasando por la exaltación desmesurada de la personalidad del ser humano por parte de Descartes, Kant y Rousseau, a su degradación en Darwin y sus referencias al origen simiesco de la persona sin discontinuidad metafísica, es decir, sin que, «en un momento dado, comience con el ser humano algo completamente nuevo en la serie evolutiva»; a su degradación en la metafísica de Freud -no de sus métodos de investigación- para la que en puridad ya no hay personalidad, sino tan solo «el movimiento fatal de las larvas polimorfas del instinto y del deseo»; a su degradación en el ateísmo de Marx, quien para destruir al repulsivo hombre burgués, aniquila al hombre mismo y a sus libertades.

En el humanismo nuevo hay que rehabilitar a la persona humana para que no sea «desconocida ni aniquilada ante Dios», pero no rehabilitándola sin Dios, sino en Dios, en el Dios personal. Un humanismo enraizado en la trascendencia, integral, «humanismo de la Encarnación», dice el converso francés. Humanismo nuevo que le da su lugar a Dios y al ser humano. Humanismo que no es maniqueo, en el que no hay lugar para los errores de Lutero o Voltaire, por ejemplo, pero sí para Lutero y Voltaire, como admirablemente señala Maritain. 

Un humanismo maniqueo, es en realidad, inhumano al excluir al otro, al que no coincide con una determinada forma de pensar, al que no es proletariado como en el marxismo, o al pobre en el capitalismo burgués, cuyo talante es de desprecio de ese pobre. Humanismo integral, nunca exclusivo, que no busca retroceder a otras épocas, sino avanzar a nuevas estructuras de civilización, a una renovación de costumbres afines al fermento del Evangelio.

Por otra parte, De Lubac nos habla del drama del humanismo ateo, de ese de Comte, Feuerbach, Marx y Nietzsche, que son humanismos anticristianos, cuya base común es la negación de Dios. Estos señores, comenta De Lubac, «estaban convencidos de que la fe había desaparecido para siempre», pero frente a ellos surge espléndida la figura del profeta y genio ruso, Dostoievski. Éste anuncia «la victoria de Dios en el alma humana, su eterna resurrección».

El ser humano puede organizar la tierra sin Dios, es cierto, pero sin Dios ¡la organiza contra la persona humana!, sentencia De Lubac al hablar del ruso genial. Para profundizar y sacar lecciones para la historia personal y colectiva, habrá que leer a fondo a Maritain y a De Lubac, entre otros.

Ya hablando de México, y en diferente nivel y contexto, Luis Calderón Vega, biógrafo original del otrora Partido Acción Nacional fundado en 1939, llamó a la doctrina de dicho partido, «Humanismo Político», expresión esa que a la vez sirvió de título a un libro del primer y más brillante candidato presidencial del PAN en 1952, Efraín González Luna. Doctrina sólida y fecunda que se nutrió del fermento de la doctrina social católica, que concilia justicia y libertad, que da prioridad al trabajo sobre el capital, y que fue sustituida mucho después, a fines de 1988, a manos de Luis H. Álvarez, Castillo Peraza y otros claudicantes, por una doctrina neoliberal que es en la práctica política, la prevaleciente en la actualidad. Y finalmente, se habla hoy de un «humanismo mexicano» que no es otra cosa que un eslogan infecundo de paternalismo de cuño electorero, sin real fundamento doctrinal ni filosófico.

Termino. La tarea pendiente, indica Maritain, «es salvar las grandes verdades humanistas desfiguradas por cinco siglos de humanismo antropocéntrico», que ha corrompido la cultura humanista hasta nuestros días con ideologías envilecedoras de la naturaleza humana.

Había pensado ya no escribir sino hasta enero del 2023, pero decidí escribir este artículo en vísperas de entrar de vacaciones. Aprovecho esta circunstancia para desearles a mis amables lectores zacatecanos una Navidad Feliz y un Nuevo Año próspero y saludable.

P.D. Y hablando de un humanismo democrático, si Ricardo Monreal decide cruzar el Rubicón, es decir, si decide poner freno al Plan B electoral en el Senado, se habrá convertido, sin duda, en el candidato natural de la oposición a la presidencia. Dice el dicho que para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo. Tal decisión definirá su porvenir político, brillante u oscuro, y el de la democracia, en un momento determinante de la historia patria.

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