En los años finales del movimiento de independencia de la entonces Nueva España, los redactores del “Plan para el establecimiento de escuelas en la ciudad de Zacatecas”, (AHEZ, s/f). vuelven a referir como es que en la ciudad existe una gran cantidad de niños. Ante esta situación alertan que, «no es posible que un maestro atienda a más de cincuenta». A cada una de las escuelas se les dotaría de cartillas, catones, libros y papel, además se les debería de proveer de bancos, mesas y demás utensilios que requirieran. En cuanto a su ubicación, se recomendaba que se establecieran en el centro de su respectivo cuartel. Debiendo tener, además, “mucha luz competente” (sic), extensión y ventilación suficiente. De ser posible deberían contar también con un patio interior donde se instalaría una letrina ventilada para que los niños hicieran “sus necesidades comunes”. El patio debería ser lo suficientemente amplio para que, a la vista del maestro, se entretengan los niños durante el recreo.
Por lo que se refería al horario de trabajo, la asistencia a clases sería diaria de las siete y media hasta a las once de la mañana y por la tarde de las dos y media hasta las cinco durante el verano. En el invierno se recorrería media hora después en las mañanas y se adelantaría otra media hora por las tardes. En ambos turnos se concedería media hora a los niños para que descansen o jueguen, «pero que de tal manera que el juego sea en provecho de la patria y en beneficio de ellos». ¿Cuáles deberían ser estos juegos patrióticos, según los autores anónimos del citado proyecto?, sugerían en primer término el de la «táctica militar», sólo que mientras no hubiera recursos para adquirir fusiles de palo, tambores y pitos, los niños podrían ejercitarse con la pelota, la barra, saltando con un pie y otros ejercicios «que los agiliten, los fortifiquen, los mantengan sanos». El juego durante el recreo sería un estímulo para los aplicados. Los flojos y los distraídos, como castigo a su pereza, estarían privados del mismo. Este horario que el proyecto esbozaba sería muy similar al que hubo en tiempos posteriores, 15 años después con las reformas aplicadas en el gobierno de García Salinas tenían las escuelas en muchos lugares del estado.
Para la administración y vigilancia de las escuelas se proponía conformar una Junta compuesta por nueve personas, integrada con cinco eclesiásticos y cuatro ciudadanos. De éstos últimos ocuparía el cargo de presidente de la misma, el jefe político de la provincia o alguno de los alcaldes constitucionales, o bien, el regidor más antiguo. De la parte eclesiástica ocupando los cargos de vocales, formarían parte de la Junta, el cura párroco, y los reverendos padres prelados de los respectivos conventos de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín y de la Merced. Los integrantes de dicha Junta sesionarían por lo menos una vez al mes en la Sala del Ayuntamiento. Es de llamar la atención el hecho de que la junta estuviera dirigida por una autoridad civil. En cuanto a la participación de los clérigos, se hacía necesario por la ascendencia que tenían al proporcionar el pasto espiritual de los parroquianos y su influencia en los barrios de la ciudad en el caso de los frailes del clero regular.