- Inercia
Ese carácter contradictorio en el ser humano, esa esencia compleja que nos hacer ser, en más de las veces, personas incongruentes, en el idioma zacatecano se puede resumir en un par de palabras que apenas logran articularse como frase: “Ande no…”
Reunir un verbo intransitivo como “andar” y una negación hacen del famoso “ande no” la epítome de este pueblo, pues en esa sencilla elaboración oral se conjuga el andar, acción y efecto de avanzar, con su oposición; es decir, lo que realmente expresa es “no ande”, que en otras palabras significa “deténgase”.
Seguro usted, querido lector se pregunta: ¿Y esto por qué es significativo? Lo es en varios sentidos, de los cuales rescato el hecho de que, al ver los baches que dejan apenas un atisbo de calle, la miseria en que se vive en muchas comunidades del estado, la apatía con que los habitantes vivimos las injusticias del día a día, ese “deténgase” conlleva una carga de poder bastante abrumadora.
¿Cómo’ahi qué?
No es posible realmente precisar si es que alguna vez este noble y leal pueblo ha avanzado. Podemos decir que, durante algunos años, pudimos ver cierta modernización en materia de obras públicas. Hace apenas unas tres décadas no se sabía dónde terminaba Trancoso y comenzaba Guadalupe… El paso de la comunidad a la urbe era imperceptible, y no intento usar esta comparación de forma peyorativa contra Trancoso, por el contrario creo que todo lugar tiene su belleza tanto material como humana, sin embargo y por infortunio, en nuestro país son las comunidades las menos favorecidas en cuanto a desarrollo social y de infraestructura; suelen ser estos recintos donde más se evidencian las carencias en todos los niveles. Por eso digo que, siendo Guadalupe y Zacatecas la zona metropolitana del estado, contaban también con las mismas cualidades de descuido.
Se construyeron carreteras, distribuidores viales, se remodelaron ciertas áreas y el bulevar, y esto parecía que daba para más. Pero de repente todo se detuvo o quizá ya estaba detenido, pero se hizo más evidente ese estancamiento.
Actualmente presenciamos un momento de exasperante apatía tanto de los gobernantes como de los gobernados. Cada quién jala para su lado sin dar importancia al otro y en esa tensión contraria, la suspensión se hace mayor. Lo curioso es que, verbalmente, siempre se hace alarde de movimiento, de estar “echándole ganas”, de seguir adelante. La paradoja del “ande no” refiere a que mientras nuestras palabras dicen una cosa, las acciones otra.
¡No pos’ sabe!
Y si de frases célebres se trata ¡cómo obviar el tan conocido “no pos’ sabe”! Frase que hace alarde de una absurda pregunta retórica que en su momento expresaba “no pues ¿quién sabe?”. No sé cómo ni por qué, de repente dejó de importar el pronombre interrogativo e incluso la pregunta en sí, porque lo que realmente sobresale de esto es el “no saber”.
En este pueblo parece que nadie sabe nada, nadie sabe qué. En los debates de política, de cuentas públicas, de deuda externa y demás temas afines, lo normal es que se utilicen eufemismos del “no pos’ sabe”. Y lo peor es que, tal cual pasa con las marcas orales, se hacen tan comunes que ya nadie se interesa por saber nada al respecto.
Con esto podemos pensar que, no es casual nuestra habla, no es casual que las frases o dichos evolucionen a un nivel de economía tan peculiar, porque esto responde, en cierta medida, a ciertos sistemas psíquicos e intelectuales. Nuestra oralidad expresa mucho del comportamiento pragmático, de los procesos mentales que realizamos y de nuestra sociedad.
Me parece que, a suerte de sinécdoque, estas marcas orales dicen mucho de quienes somos, explican esta inmovilidad pero no les da solución. Entonces ¿qué hacer ante el indestructible “ande no”?
Sería una pena renunciar a tal frasecita, que en el tono cantado de los zacatecanos, representa en gran medida, el precioso registro lingüístico de la tierra en que habitamos; no intento aquí decir que borremos de nuestro léxico tales palabras. Sólo trato de entender, de las formas que me son posibles y con los medios que encuentro, al pueblo y a sus motivaciones.
Así que también es interesante traer a colación otra palabra clave de nuestra lengua, y es la famosa “ándale”, que generalmente es utilizada con gran entusiasmo como una larga afirmación. Y éste sí que es un mensaje alentador, incluso significa todo lo opuesto del “ande no”. En éste encuentra su aposento el avance, el movimiento. No por nada versa una de las canciones populares de gran importancia en la cultura mexicana: “Y ándale, ándale… correspóndele a mi amor”.
Es la dicción que urge a los demás a la acción, que nos lleva a la empatía. Es la voz que debemos utilizar más seguido hacia nuestro interior cuanto hacia los demás; como un mantra que empuje a exigir una vida más digna, el fin del detenimiento en el desarrollo social, una demanda que pida cuentas claras. A nuestro “ande no” hay que añadir el “ándale” que nos aliente a avanzar y que nos rescate de la eterna contradicción.■