La Gualdra 560 / Cine
En la actualidad, se ha vuelto cada vez más común que cineastas consagrados hagan uso del medio fílmico para rememorar, con lujo de detalle, su vida durante la infancia. Lo que a su vez les permite recrear, si así lo desean, algunos de los momentos más definitorios de su pasado. Esta mirada personal también está presente en The Fabelmans (2022), la película más reciente de Steven Spielberg.
En esencia, el cine de Spielberg siempre ha orbitado alrededor del núcleo familiar y su inevitable disolución. Ya sea que estén involucrados en matrimonios que llegan a su fin o tengan padres ausentes, las películas del legendario director cuentan con protagonistas que deben lidiar, en mayor o menor medida, con los daños colaterales de dichas separaciones de familia. De tal manera, The Fabelmans logra resignificar el largo de su obra de manera entrañable y con una honestidad descarnada.
Como lo indica su título, la cinta se enfoca en la familia Fabelman, encabezada por Mitzi (Michelle Williams) y Burt (Paul Dano). Entre sus integrantes también se encuentra Sammy (Gabriel LaBelle), un adolescente que tiene una profunda pasión por hacer películas bajo sus propios medios. Dicha pasión surgió el primer día que entró a una sala de cine, cuando vio The greatest show on earth (1952) en compañía de sus padres, a una edad muy temprana. Esta experiencia le haría replicar en su habitación la escena de dicha película en la que un tren choca y se descarrila para, de cierta manera, controlar esa realidad ficticia a su antojo.
Entre mudanzas a diferentes estados, grabaciones de películas de bajo presupuesto y los típicos problemas de ser adolescente, Sammy conocerá a fondo las dinámicas de su familia, la dolorosa realidad en la relación de sus padres y el rechazo de sus compañeros de escuela por ser judío. También aprenderá amargas lecciones sobre la difícil y a veces solitaria labor de ser un artista o, más en concreto, un cineasta.
Lo que a primera vista salta como una cinta coming of age a la vieja usanza, en realidad se trata de un íntimo retrato de la relación entre Spielberg y el cine en términos más psicológicos que nostálgicos. El director analiza, de forma autobiográfica, el rol que cumple el acto de filmar en su vida y que siempre ha utilizado como una herramienta para desconectarse del mundo que lo rodea; para “controlar” su caótica realidad o para transformarla y darle forma a su gusto.
En ese sentido, en el centro emocional de The Fabelmans hay una interesante dualidad entre un artista que se permite reconstruir momentos íntimos y personales de su pasado y el director para las grandes masas que entretiene con cine accesible y de temas universales. Spielberg reflexiona sobre esas dos partes de sí mismo, utilizando la relación con cada uno de sus padres a manera de espejo, siendo su madre de un espíritu más sensible y su padre de una naturaleza más racional, y reconoce a ambas como parte fundamental de su identidad. Si el cine debe ser más emotivo o más lógico es algo que no parece importarle demasiado a Steven Spielberg, quien al parecer está mucho más interesado en aceptar esas maravillosas contradicciones de su vida exploradas durante toda su carrera y, en aprender a filmar el horizonte de la manera correcta.
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