En política, a menudo es necesario optar entre inconvenientes. Esta frase, atribuida a Andrés Manuel López Obrador, resume una realidad ineludible en la toma de decisiones políticas. Para los ciudadanos, esto significa que, en ciertas circunstancias, la mejor decisión es simplemente la menos mala. Un ejemplo claro de esto fue el «culiacanazo», cuando el presidente AMLO optó por liberar a Ovidio Guzmán para evitar un derramamiento de sangre en Culiacán. Aunque polémica, la decisión priorizó la vida de los ciudadanos sobre la detención de un presunto criminal. Cualquier persona con sentido común, enfrentada a tal dilema, probablemente habría actuado de la misma manera.
Sin embargo, esta máxima queda corta cuando se aplica a la construcción de alianzas políticas cuestionables. Para aprobar reformas constitucionales, Morena y sus aliados contaban con una mayoría calificada en la Cámara de Diputados, pero en el Senado les faltaban tres votos. Se optó entonces por una solución «menos inconveniente»: invitar a dos senadores perredistas de escasa relevancia política. Tanto así que, querido lector, es probable que ni usted ni yo recordemos sus nombres. Aun así, la estrategia funcionó.
El coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López, pudo haber buscado apoyo en legisladores del PRI, PRD, MC o PAN, pero, siguiendo la lógica de «lo menos inconveniente», optó por convencer a Miguel Ángel Yunes. No solo votó a favor de las reformas de Morena, sino que también terminó afiliándose al partido. ¿Era realmente necesario llegar hasta la afiliación? La militancia morenista lo ve con escepticismo, pues Yunes ha sido uno de los críticos más duros de AMLO, en ocasiones llegando a los insultos bajos.
Esta decisión no solo incomoda a los militantes, sino también a los simpatizantes que ven en Morena un partido distinto al PRIAN, libre de personajes indeseables y de acuerdos con figuras del pasado. ¿Cómo justificar la incorporación de los Yunes, los Murat, Javier Corral y otros políticos con trayectorias cuestionables? ¿Se puede decir que se optó por «lo menos inconveniente» cuando esto significa convertir a Morena en una «granja de chapulines»?
¿Qué se gana con estas decisiones? ¿Votos? ¿Prestigio? ¿Respeto? ¿Se mantiene la diferencia con otros partidos? ¿De verdad Morena perdería algo sin estos «inconvenientes»? Queda la duda de qué piensan líderes como Rocío Nahle sobre la afiliación de Yunes, Salomón Jara sobre la incorporación de los Murat o los referentes de Chihuahua sobre el ingreso de Corral. Y en Zacatecas, ¿cuál será «el menos inconveniente» en 2027?
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Con el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el mundo entra en una nueva etapa política. Es un hecho que Trump es un líder impredecible, capaz de decir una cosa y hacer lo contrario, pero también es innegable que ha marcado la agenda global en esta segunda versión de su mandato. Hace apenas unos meses, los analistas hablaban de China y el BRICS como una gran potencia en ascenso, y de la posibilidad de desdolarizar ciertas regiones del mundo. Biden mostró debilidad ante este fenómeno. En contraste, Trump ha devuelto el carácter imperialista a Estados Unidos en solo 40 días de gobierno.
El foco del debate internacional ya no está en lo que sucede dentro de su país, sino en sus intenciones respecto a otras naciones. Su estrategia arancelaria se ha convertido en un arma política; incluso si implica un costo económico para Estados Unidos, está dispuesto a asumirlo con tal de demostrar su poder y someter a otros países a sus condiciones. Ha propuesto renombrar el Golfo de México como el «Golfo de América» y ha insinuado ambiciones sobre territorios como Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá. El imperialismo rapaz vuelve con ganar fuerza y los países latinoamericanos comienzan a ceder ante esta nueva amenaza. Hasta la próxima…
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