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domingo, 8 junio, 2025
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Zacatecas: entre los andrajos y la alegría de vivir acompañados

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

■ Historia y Poder

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De muchos años data en la historia de Zacatecas de las grandes masas de desheredados a los que jamás se les hizo justicia, la gran plebe en donde campeaba el hambre y el frío, la necesidad de la asistencia pública inmediata por medio de asilos y comedores populares, de muchos años la historia de un pueblo entre los andrajos, pobre de pies a cabeza, siempre con deudas, muchas veces en la mendicidad más atroz, en la desesperación más virulenta.

Cuando los numerosos Montes de Piedad que existían en nuestra ciudad hacia el año de 1890 y recibían toda clase de objetos para empeñar, sus dueños opulentos regalaban cada sábado a las muchedumbres algunas monedas y era tanta la gente que acudía al “volo” que los mismos caritativos pedían la presencia de numerosos policías y guardianes del orden, para que la gleba no se dañase así misma buscando entre el piso polvoriento las monedas que les quitara del hambre o les mitigara de dolores por enfermedades.

Los asilos y las casas de asistencia no se daban abasto ante la permanente presencia de cientos de pobres que anhelaban bañarse, vestir o comer, y son muy comunes en los reportes de las encargadas de esas casas de asistencia, la urgencia de que las autoridades municipales y estatales les proveyere de jabón para el aseo, de alimentos para niños y del abasto de cobijas, pues era común su robo y sustracción clandestina debido a los fríos castigantes.

Las enfermedades que ocasionaba la desnutrición, la insalubridad y la lacerante desigualdad social, llenaba hospitales, cárceles y cementerios.

El mundo es así: duele mucho querer la alegría, duele mucho el funeral obrero sin un solo quinto para enterrar las amarguras, por eso la falta de medicinas en todos los hospitales, mientras alzaban la copa triunfante del orgullo y el cinismo los comandos políticos y militares que gobernaban Zacatecas y su angustiante emblema de nunca erradicar las mafias que atosigaban y enfermaban la vida pública, que la saqueaban sin miramientos en pos de concebirse acompañados de riquezas y fuera de las muy populares inmundicias callejeras.

Zacatecas: atrás vienen muchos problemas ancestrales, desde más allá de los siglos la angustia de vivir sin un solo quinto que le diera a la manutención la alegría de ver crecer a los críos en medio del pan y de trabajo, de las letras y de la música que encanta seguir viviendo y formar familias y barrios, ciudades de luz y de la esperanza que vierta en la enseñanza estar siempre solidarios y apoyando a la deriva.

Los numerosos contingentes de poetas, músicos, maestros, humanistas, promotores culturales y toda una gran gama de personajes de la familia zacatecana pronto retrataron con firmeza los muy variables sufrimientos de la gran masa de desarrapados a los que ya estaban muy acostumbrados los años a permanecer en el estruendo, sabedores todos que la naciente clase media es el  único triunfo de tantas revueltas y dizque revoluciones aparatosas que tan sólo la crearon para aparentar un progreso que quizás jamás llegue a las amplias capas marginales.

Eso sí: la alegría de vivir acompañados, eso siempre, muy natural entre las familias zacatecanas, la opción de un júbilo que dio fuerza y motivo para seguir hacia adelante. ■

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