El fin de la Semana Santa es aprovechado por la colectividad para quemar las efigies de los políticos que a su juicio se portaron como judas, o bien que protagonizaron sucesos importantes en las últimas fechas.
A tono con la tradición de reírnos de nuestra desgracia, y celebrando que ya es tiempo de hablar de pecado serenamente, proponemos hoy un recuento de los pecados capitales en la vida pública de nuestro país.
Comencemos por la soberbia: de la que pecamos “cuando crees que tú puedes hacerlo todo (…) cuando quieres que todo se haga como tú quieres”, en el que englobaríamos a quienes creen que sólo su causa es justa o bien que sólo su método de lucha es válido.
En la antítesis de este pecado encontramos a Rafael Cabrera, ex reportero de la unidad de investigación de Noticias MVS comandada por Daniel Lizárraga y que era parte del equipo de Carmen Aristegui en dicha radiodifusora. Ante los rumores de que el despido de la periodista se debía a la publicación del reportaje de la Casa Blanca de Peña Nieto, la empresa dijo que el autor de la historia era Rafael Cabrera y que continuaba laborando con ellos, a lo que el reportero, con una humildad e inteligencia respondió en su cuenta de Twitter: “Si creen que nos van a dividir y que voy a caer en el juego del ego y las autorías, están MUY equivocados. Son unos canallas #MVSMiente”
Para la lujuria, definida como “buscar de manera desordenada el placer sexual” no hay mejor ejemplo en la actualidad que Cuauhtémoc Gutiérrez, presidente con licencia del Partido Revolucionario Institucional en el Distrito Federal, quien pagaba servicios sexuales con los recursos públicos otorgados a su partido.
La gula, entendida como “beber o comer sin medida” podría encontrarse en la Conferencia Permanente de Congresos locales que tuvo lugar en Zacatecas el mes pasado: en la que por cuenta del pueblo se gastaron alrededor de 4 millones de pesos en comida y hospedaje para diputados de todos los estados de nuestro país. No lo sabemos de cierto pero sería interesante observar si no sucede como en los banquetes de los juegos del hambre, donde los invitados ingerían un vomitivo para hacer espacio y comer todas las viandas posibles a costa del sudor del pueblo.
Aunque ejemplos de avaricia (ambición de poseer cosas materiales) hay muchos, en días recientes David Korenfeld nos dio una joya de ello, cuando junto a su familia usó el helicóptero de la Comisión Nacional del Agua para transportarse al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, aparentemente con intenciones de ir a Vail, una villa de esquí donde el hospedaje cuesta entre 2 mil y 10 mil dólares la noche (en números redondos). Sabemos del hecho gracias a las fotografías que logró su vecino.
Una parte de los periodistas mexicanos dieron recientemente muestra de nuestro siguiente pecado: la envidia, que es “sentir tristeza porque a otro le va bien o sentir alegría cuando a otro le va mal”. Nos referimos a quienes regatearon el apoyo a Carmen Aristegui y su equipo por el despido de MVS, que constituye para muchos, un ataque a la libertad de expresión y al derecho a la información. La medalla de oro será quizá para Ciro Gómez Leyva, que convertido en defensor público de Cuauhtémoc Gutiérrez dijo que ojalá Aristegui regresara al aire para que pidieran una disculpa al priísta por el reportaje que develó su red de tráfico sexual.
La ira, entendida como “enojarse sin medida y el tener deseos de venganza” está personificada en los represores que mandan silenciar (con lo que eso implica) a quien les denuncie o incomode. El “sospechosismo” popular pondrá nombres y apellidos de sobra en este pecado, pero nada más por no dejar, mencionaremos la ira que arrecia en Los Pinos cada vez que una figura internacional critica la situación de nuestro país, así sea el Papa Francisco, Alejandro González Iñárritu, Amnistía Internacional o hasta el relator especial de la Organización de Naciones Unidas.
Pero nada de esto sería posible si el pueblo no cometiera su propio pecado capital, el de la pereza, no en la vida laboral, claro está, pues en contraste con la opinión de muchos mirreyes, México aparece frecuentemente en los rankings internacionales como uno de los países más trabajadores. Nos referimos más bien a la pereza en su forma más parecida a la apatía, esa que unida a la desesperanza mantiene a muchos en la inmovilidad frente a las mil y un formas de lucha y organización social que se dan a nuestro alrededor, y frente a las que se prefiere criticar de lejitos.
@luciamedinas