A la concentración del poder en las instancias del gobierno, surge inevitablemente la duda sobre la veracidad del líder político, planteándose si hay una persona oculta que lo controle desde las sombras. Es un pensamiento plausible el de la presencia de alguien, con la influencia suficiente para determinar el rumbo de una nación. Si el líder político carece de las destrezas necesarias para dirigir, generalmente sus decisiones benefician a determinados sectores y perpetúa descaradamente las directrices de quien lo precedió. Este fenómeno ocurre cuando el gobernante anterior poseía gran popularidad y poder, pero al encontrarse limitado por la Constitución, busca otras maneras de permanecer en escena, usualmente a través de sus sucesores.
Un ejemplo claro en la historia de México, es la etapa donde Plutarco Elías Calles ostentó un control del gobierno, que opacaba incluso al propio presidente en funciones. A este periodo se le conoce como el maximato, y se extiende desde 1928 hasta 1934 Fue un lapso provocado por la crisis política que se presentó tras el asesinato de Obregón.
Tal periodo estuvo marcado por la fuerte presencia de Elías Calles, quien gobernó el país de 1924 a 1928; mantuvo su mando a través del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y sus allegados, gestionando intereses internos. Sin embargo. se le recuerda también por la Guerra Cristera y la confrontación con la iglesia católica.
El maximato callista, obedecía a una lógica que requería la unidad de las fuerzas revolucionarias, y la aplicación de un proyecto que se consolidó en las páginas de la Constitución de 1917. Durante esa época hubo una serie de medidas y acciones destinadas a fortalecer el control del PNR y de Calles, a menudo en detrimento de otros grupos políticos y sectores del poder. En estos años México tuvo tres presidentes provisionales: Emilio Portes Gil; Abelardo L. Rodríguez y Pascual Orozco, a quienes Plutarco Elías Calles como jefe máximo de la Revolución, manejó a su antojo, lo que trajo como consecuencia de este predominio, la existencia de varias administraciones perdidas para el país.
El dominio de Calles y la percepción que la sociedad tenía de su autoridad, quedaron reflejados en una cuarteta popular, citada por el historiador Luis González González, en su obra: “LOS DIAS DEL PRESIDENTE CARDENAS”:
“EL QUE VIVE EN ESTA CASA ES EL SEÑOR PRESIDENTE. PERO EL SEÑOR QUE AQUÍ MANDA, VIVE EN LA CASA DE ENFRENTE”. Y, es que delante del Castillo de Chapultepec, antigua residencia presidencial, estaba la Colonia Anzures en donde Calles tenía su hogar.
La expresión subrayaba que, independientemente de quien fuera el presidente, era Calles el que realmente gobernaba; su control sobre los tres mandatarios provisionales, era innegable. El jefe máximo, dirigía el destino de México desde su bastión.
Era el dicho popular durante la época del maximato en el México de los gobiernos pos-revolucionarios, durante el que Plutarco Elías calles quitaba y ponía presidentes y por supuesto, los manejaba a su antojo. A pesar de haber dejado la silla presidencial, a Calles le seguían haciendo reverencia y solicitando consejos jefes militares, gobernadores, políticos destacados y demás hombres del poder, pero lo que menos importaba era el presidente de la República.
Durante los primeros años del gobierno de Lázaro Cárdenas, era común entre ciertos círculos políticos, mantener el ya acostumbrado comentario, para referirse al sometimiento del presidente en funciones por parte del jefe máximo, como había ocurrido desde que éste concluyó su mandato en 1928. Calles y sus seguidores, conspiraban contra el gobierno y querían acelerar la caída de Cárdenas, o el sometimiento de éste.
Cansado de ello, y para llevar a cabo a cabo su política y futuros proyectos, como la Expropiación Petrolera, Cárdenas hizo una limpia: expulsó del país a Calles y sus principales seguidores; desaforó a gobernadores callistas, pidió la renuncia de todos los que trabajaban en la nueva administración de su gobierno que ya iniciaba, pero que pertenecían al grupo callista. Igualmente, sustituyó a generales que eran afines al sonorense y se preparó para dejar atrás el maximato, y asumir un verdadero liderazgo.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en su texto “CARDENAS POR CARDENAS”, explica así la expulsión:
“9 de abril de 1936. Hoy se giraron instrucciones para que salgan del país los señores general Plutarco Elías Calles, Luis N. Morones, ingeniero Luis León y Melchor Ortega como consecuencia de la acción subversiva en varios sectores del país. La voladura del tren de Veracruz la noche del 5 del actual, ha impresionado por las víctimas sacrificadas en este acto criminal… Cuando a la salida del sol del 10 de abril, despegó el aeroplano de Calles con su trío de amigos, con un jefe y dos militares más, sólo quedaba por resolver un pequeño problema: el de la Visa de USA que Daniels (embajador de Estados Unidos en México), mientras los viajeros volaban, arregló cortésmente por teléfono”.
Así terminaba la dualidad de poderes: “jefatura máxima” y poder Ejecutivo. Al quedar eliminado el callismo de la vida política de nuestro país, el presidencialismo se convirtió, en un elemento característico del sistema político mexicano.