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martes, 22 abril, 2025
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A pesar del hartazgo, Por qué sí votar

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

El actual sistema electoral no tiene mecanismos para conducir la inconformidad con el propio esquema de partidos o contra algún aspecto específico del sistema. Así las cosas, las masas de electores inconformes que no quieren pasar desapercibidos en el mar de la abstención, pretenden votar, pero en forma nula para dar el mensaje expreso de su descontento. Sin embargo, la forma en que está organizada la contabilidad de los votos, no se le da función activa al voto nulo, porque simplemente se eliminan de la base de cálculo en la distribución de los porcentajes. Luego entonces, estamos ante el colmo de las paradojas: un acto de protesta se convierte en el fortalecimiento de los partidos grandes, contra los cuales se lanza principalmente la inconformidad. Si esto último tiene el objetivo de presionar por la mejoría del sistema de representación, pues ante esta circunstancia, es importante pensar en otra forma de procurar dicha mejoría. Una de las formas de hacerlo es orientar el voto de tal manera que resulte un mayor equilibrio en las fuerzas representadas en el Congreso, porque la asimetría excesiva es la mejor manera de que se ignore la necesidad de corregir las formas de representación política. Un sistema sin competencia interna no genera expectativas de rehabilitación. Como el criterio de distribución del dinero es el número de votos obtenidos, y con el voto convertido en mercancía, pues se cierra la reproducción del poder político en un círculo vicioso: el que obtiene más dinero y tiempo en medios, seguirá teniendo más voto, y con eso, más dinero y tiempo en medios.

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En el caso específico de estas elecciones intermedias el grueso de los votos cae en el partido en el gobierno: cuando Amalia García fue gobernadora el PRD se llevó los 4 distritos federales, de forma muy parecida al voto esperado para el PRI en las actuales elecciones. Es el mismo comportamiento electoral, sólo que con distinto partido en el gobierno. En estas circunstancias, entre mayor es la abstención electoral, mayor es también el porcentaje del partido-gobierno.  Y si lo que puede aliviar un poco la situación es la búsqueda de equilibrios, pues la abstención juega a favor del círculo vicioso. Por ello, los ciudadanos aun con el hartazgo agitándose en el estómago, debemos decidir a ir a votar: entre mayor sea el número de voto libre en las urnas, con toda seguridad las cosas irán menos peor. No es una decisión fácil, sobre todo cuando parece que las opciones que los partidos nos presentan no son de esperanza: o son políticos experimentados pero con negativos morales, o son ciudadanos nuevos en la vida política pero que desconocen los problemas a los que tienen que hacer frente. Pero si es un voto que no se ha convertido en mercancía, seguramente pasará por un proceso de discernimiento que orientará de buena manera dicho voto. La peor práctica es la indiferencia En suma, vayamos a votar y hagámoslo libremente: con dignidad en el pecho y discernimiento en la cabeza. La ciudadanía no es algo que se tiene, es algo que se ejerce.

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