Ebullen las ansias, el interior se subleva y amenaza con desbordarse. Los dolores de parto son fuertes porque con esa misma fuerza se dará el próximo nacimiento. Acá afuera siguen imperando vientos huecos: los caminos perdidos, la oscuridad que reina, la subcultura que te adoctrina que pedir es malo, que romper esquemas es peor, que debe uno saber cuál es su lugar en el mundo y allí quedarse. No estoy de acuerdo. No estoy dispuesto. No quiero.
A mitad del camino de la vida exijo una revolución. Una que bañe al amarillo de los huizaches y los renueve. Una que recorra cada surco y lo seduzca. Una lucha que cambie a las personas y las obligue a mirar hacia adentro. Una que picotee las entrañas y termine por despertarnos.
A mitad del camino de la vida exijo más aire y luz para todos. Exijo cambios que dejen más vencedores que vencidos, que descubran ante nuestra vista más caminos luminosos que obstaculizados, que nos golpeen la nuca y nos conviertan en semillas que germinan.
A mitad del camino de la vida espero seguir venciendo el recuerdo del infierno, espero seguir recorriendo el purgatorio para dentro de poco extasiarme con los mejores nueve círculos. Espero dejar los callejones, los rincones y los desiertos para trepar al pináculo que me está destinado. Espero terminar de desnudarme para vestir mi nueva piel, la que cada día tejo.
Ebullen las ansias y me golpean entre las costillas, bajo la lengua, tras las mejillas. Su ritmo es progresivo, me hago cómplice de ellas, la nueva realidad asoma porque la he arrastrado desde hace mucho tiempo. Ebullen las ansias, abre uno más los ojos, la realidad puede ser más maleable.
A mitad del camino de la vida no topo con loba furiosa o poeta elocuente, sino conmigo mismo. No es siquiera mi reflejo o sombra, sino una prolongación que se me pone delante y me exige los resultados con los que antes soñé. Ha terminado la hora de jugar: la vida está hecha de instantes sucesivos que esperan gran trabajo.
A mitad del camino de la vida me miran mis expectativas, preguntándome si el mañana llega como ellas lo han divisado. Estiro los brazos, intento abarcar el paisaje, no me gustan los absolutos. Descreo de quienes dicen saberlo todo, descreo también de los envidiosos y los ingratos.
A mitad del camino de la vida me planteo lo que haré en las próximas cuatro décadas. No será vegetar o quejarme, la disciplina me espera como madre hambrienta, la luz es oblicua y yo debo arrebatarla.
Ebullen las ansias y me dirigen por la orilla del cañón. Es la hora de lanzarse al vacío, de entregarse al silencio, de morder el agua en el mar. Es la hora de internarse y perder un mundo para ganar el universo.
A mitad del camino de la vida veo a los reyes con coronas abolladas, sirenas grises llenas de lodo, juglares sin sonrisa que arrastran grilletes por las colinas.
A mitad del camino de la vida toco tres veces a la puerta, siento mis pasos perdidos pero sé que pronto han de conducirme hacia la luz.
A mitad del camino de la vida voltearemos esta existencia.