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miércoles, 23 abril, 2025
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

A excepción de Nicolás Alvarado, quien publicó una semblanza que no exenta de autocrítica tuvo como secuela su renuncia a una cierta posición burocrática, la desaparición del cantautor conocido como Juan Gabriel no ha sido objeto aún de una lectura crítica por la opinión ilustrada.

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Concuerdo con prácticamente todos los conceptos de Alvarado, si bien no nos explica cómo fue que un letrista tan chambón, de versos hechos de lugares comunes, musicalmente tan elemental, con una voz menos que mediana, y perteneciente para colmo a una minoría repudiada pudo durante tanto tiempo inspirar un entusiasmo no sólo persistente sino aun creciente entre decenas de millones de sus contemporáneos.

Las creaciones de Agustín Lara, por poner un ejemplo, por mucho nos parezcan cursis o afectadas podrán adolecer de esos u otros defectos mas no podría imputárseles una hechura defectuosa o elemental, o acusen falta de oficio u originalidad; y se podría decir lo mismo de los más de los materiales concretados por intérpretes como los Calaveras o los Panchos, u otros trovadores afines.

Dejando de lado, habida cuenta se trata de una constante anterior a la prehistoria, el ingrediente homosexual, el enigma a dilucidar aquí es el siguiente: ¿por qué un descenso tan severo en la calidad de los productos culturales de consumo masivo?

Podríamos hallar acaso una respuesta mirando atrás en el tiempo, cuando apenas asentada la polvareda de la revolución tuvo el régimen emergente de la misma entre sus prioridades a la educación, y encomendó la tarea a un hombre que intentaba equipararse con Ulises, y no tanto con Mr. William Jenkins.

No exenta de un aliento mesiánico, la cruzada vasconcelista rindió excelentes frutos al país, y fue aliento y acicate de ocupantes sucesivos de la Secretaría de Educación Pública; mas una vez la prioridad de los gobernantes fue la de mantenerse a toda costa en el poder, agudizada exponencialmente con el advenimiento de la “democracia”; parasitada progresivamente aquella por mafias implacables fue perdiendo filo y penetración hasta llegar al marasmo panista y, finalmente, al desastre absoluto del intento priísta de restauración.

Independientemente, así pues, de sus méritos intrínsecos, el éxito sin fin de Juan Gabriel consistió en cantar en un lenguaje común y corriente los conflictos y pasiones del pueblo llano y las élites de un país, abrumadoramente iletrado.■

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