En la realización del 1° Foro popular de arte y cultura, como señalaba en la primera parte, se abordaron un conjunto de temas, que -en su conjunto- podrían ser considerados como parte de un diagnóstico en construcción, que merece un nuevo esfuerzo colectivo, para darle mayor profundidad y alcance. Aquí, resumo la primera parte, y agrego otras reflexiones.
En la primera parte de mi comentario, retomaba del 1° Foro, planteamientos, e interrogantes abiertas por el mismo, que entre muchos otros, deberían ser -colectiva e individualmente- clarificados y tematizados. Entre otros: 1.- La incidencia ciudadana efectiva de la forma-Foro misma, en la medida en que se liga a los cambios de gobierno estatal y/o municipal, y a su capacidad de intervención en la designación de los funcionarios responsables del área, y/o en el diseño, implementación y evaluación de las políticas culturales, incluyendo la distribución -y control- del presupuesto que, según un ponente, en 2010-2016, alcanzó la cifra de 1,500 millones de pesos [sin la debida transparencia y rendición de cuentas]. 2.- El de los “grados de libertad” para, desde esos espacios [populares], realizar una “ruptura democrática” que propicie la reapropiación publica de lo público -y/o de lo común-.[Este 1°Foro al desarrollarse en el Mercado González Ortega, implica -y hace resonancia- con significaciones políticas vinculadas al “derecho a la ciudad”]. 3.- La necesidad de ir más allá del “mito” –y, de la narrativa oficial, para tener un diagnóstico -desmitificado- de la cultura, que sirva como línea de base, para diseñar programa y estrategias culturales. 4.- Profundizar la crítica de modelos culturales agotados, el modelo canónico, de Bloom, una especie de “Summa teológico-cultural”; o el neoliberal del emprendedor/gestor cultural, todavía -muy utilizado- a pesar de que hace agua por todos lados 5.- Analizar los paradigmas emergentes como por ejemplo, el de la cultura libre, o el de lo común, o el de la hibridación entre lo público y lo común.
Apuntaré algunas tensiones, que necesitamos abordar en el debate cultural.
La emergencia de prácticas artísticas y culturales autónomas, que son transversales a lo cultural, y se sumergen en lo social-histórico (por ello, van más allá del sector). ¿Cómo plantearse críticamente establecer otro tipo de relación con las instituciones culturales estatales? Pueden ser consideradas como el germen de nuevos paradigmas y modelos, pero para construir a partir de los mismos, necesitamos que esas experiencias alternativas, se conviertan en parte de una “práctica reflexiva” y un “proyecto teórico” (donde la práctica tiene primacía). Aunque, también, para que esas prácticas culturales autónomas puedan crecer y consolidarse, necesitamos tomar distancia y desmontar -lúcidamente- la corrupción y el clientelismo, estatal-corporativo del modelo vigente.
¿Cómo re-articular la diferenciación entre cultura popular y “alta cultura”?…que se reproduce incesantemente (artistas, conciertos, eventos, formación, academia, medios de comunicación, etc.), más allá de la pesada tendencia a la homogeneización operada por la globalización. Una matriz elitista (clasista), utilizada como “distinción”, como “marcas” que sirven para tener reconocimiento dentro de la escala jerárquica de los salarios y de las rentas (capital económico, capital cultural, etc.), y para ubicarse dentro de un mapa cada vez más polarizado, el de las desigualdades sociales.
¿Cómo la violencia estructural en que vivimos, un país convertido en un campo de guerra, se refleja y/o reproduce, en las políticas culturales, vinculándolas a la lógica sistémica del capitalismo a la mexicana, que padecemos?
La ciudadanía comienza –poco a poco- a asumir crítica y reflexivamente su derecho a la cultura, pero buscando vivir “lo cultural” de otro modo. Estableciendo parámetros de valor propios, privilegiando la creación cultural vinculada a la paz con justicia, libertad y dignidad, y en contra de la cultura del miedo, ligada a la lógica de la guerra, que solo sirve para volver endémicos los problemas de la violencia.
Finalmente, ¿cómo pensar el acceso y disfrute de a equipamientos como bibliotecas, casas de la cultura, “centros sociales” y/o a espacios comunes, donde la producción y creación cultural se auto-gestione de manera colectiva, siguiendo los modelos propios de los “bienes comunes” estudiados por Elinor Ostrom, junto a otras alternativas al modelo cultural de la ciudad-marca?
Como pasar de cultura dirigida en buena medida a los turistas (gran parte del presupuesto se va en grandes eventos para el consumo cultural masivo, y en el mantenimiento de una infraestructura costosa, museos, auditorios, etc., lo que limita ($) la capacidad de generar proyectos alternativos, para convertirlos en espacios detonadores de la creatividad, democráticos y eficaces. Aquí la pregunta es, ¿de qué manera la política cultural puede ser transformada, para apoyar las prácticas culturales autónomas, o los proyectos de nuevo cuño, capaces de retroalimentar desde lo local, los “ecosistemas culturales” a los que pertenecen?
Una última pregunta: ¿Cómo vincular efectivamente -en un círculo virtuoso-, la democracia cultural –prácticamente inexistente- y la creación cultural? ■