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lunes, 21 abril, 2025
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En acto estético, custodiar el mundo…

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Por: ÁLVARO LUIS LÓPEZ LIMÓN* •

La Gualdra 581 / Arte

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Hay ciertas pinturas que logran la ilusión de un momento fugaz y azaroso. Instante efímero, imperceptible o relevante, que resulta consustancial al cine. Es de nuestro interés el camino que va del advenimiento del cine, en el que diálogo fotografía y pintura juegan un papel protagónico hasta un ejercicio que busca ir más allá del cine. Atendemos el hecho de que en el cine las imágenes están en movimiento, “nos transportan desde el lugar en que estamos hasta la escena de la acción, [por su parte] la pintura nos trae a casa” asegura John Berger, y, sin embargo, sabemos que nada vuelve a ser igual.

Como Duchamp, Kupka, Annenkov, Malévich, Turner, Magritte, Monet, entre otros, Edgar Degas se inscribe en esa apasionante carrera hacia el anhelo de la fiel representación del movimiento, en su búsqueda empleará, en un ejercicio pictórico, los experimentos fotográficos realizados por Muybridge y Marey a fines del siglo XIX.

Cuatro Bailarinas (1899) es una pintura dedicada a la danza y las bailarinas, tres anotaciones son pertinentes. Primera, si consideramos exclusivamente el título del cuadro, se puede creer que estamos frente a una escena de baile protagonizada por cuatro muchachas distintas. Pero, si contemplamos con mayor detenimiento descubrimos la cercanía que existe entre las tres figuras, con sus partes corporales y de vestuario que se superponen entre ellas, la gran similitud de apariencia física que comparten y el leve cambio de gesto existente entre ellas, hacen que el conjunto transmita una clara sensación de movimiento, tal parece que estamos frente a la secuencia corporal y gestual de un solo personaje. El cuadro es una misma bailarina en cuatro posturas diferentes, imprimiendo una diagonal que va desde el ángulo superior izquierdo al inferior derecho, se simula un movimiento largo y decisivo, es de reconocer que la bailarina ocupa todo el cuadro y nuestra atención.

Segunda, Edgar Degas crea un híbrido pictórico, esto es, dos formas de entender la representación del movimiento que van de la fotografía (imágen comprimida y digerible) hasta la pintura, lo que le permite convertirse en referente, a la hora de analizar la representación del movimiento.

Tercera, toda la pintura es mera sugerencia, y esto sólo se descubre cuando la pintura se ve en vivo, el vestido tiene muy pocos detalles, la comprensión visual no está allí –a primer golpe de vista–, y esto es así, porque la verdadera experiencia del arte sólo está disponible cuando se ve el arte –en vivo– real, y no con un simple vistazo, sino al ver realmente lo que pintó el artista.

En acto estético, ante el asombro del espectador, Edgar Degas despliega el juego que le permite custodiar su arte, ensaya líneas colmadas de luz, matices y perspectivas, que, frente a la mirada atónita del mundo, devienen en ágil fugacidad.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_581

 

 

 

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