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miércoles, 24 abril, 2024
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Dos universidades y la mirada subalterna

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

La primera plana del diario NTR del pasado día 10 era elocuente: “batean a la UAZ”, metáfora que alude a la decisión del gobierno federal (según comentó el rector) de posponer el otorgamiento de recursos extraordinarios para pagar los salarios y prestaciones de los universitarios. Parece que la solución, si la hay, consistirá en apoyos quincenales del Gobierno del Estado de Zacatecas en lo que aparecen los dineros enviados desde la SEP o la SHCP. Aquí cabe la siguiente cita de Guillermo Almeyra: “La pereza mental provocada por la opresión lleva a pensar cotidianamente sólo en lo inmediato, en lo que es posible obtener o en los problemas más urgentes” (La Jornada 11/11/18). Según la narrativa de la rectoría, reproducida en todos los periódicos locales y comunicados del SPAUAZ, el problema más urgente de la UAZ es la crónica falta de recursos. ¿Ha llevado esta propaganda a una oclusión de la imaginación de los docentes e investigadores? Nos gustaría ensayar una respuesta, para lo que abriremos dos frentes: por un lado, la “cuestión académica” o estado de la producción y reproducción del conocimiento, por el otro la situación organizativa de los docentes, es decir, los medios con los que cuentan para mantener y expandir sus condiciones laborales. Desde el discurso oficial de la Rectoría, en la UAZ, a pesar del déficit financiero, existe un “superávit académico” que se mide contando el número de miembros del SNI (sistema nacional de investigadores), docentes en el PROMEP (programa para el mejoramiento del profesorado), incorporación de nuevos PTC (profesores de tiempo completo), programas académicos en el PNPC (programa nacional de posgrados de calidad) o cuerpos académicos consolidados. En los informes rectorales no se escatiman ditirambos a este respecto, aunque a veces algunos programas, o algunos universitarios, dejan de pertenecer a un padrón de calidad, o al SNI, pero siempre por razones administrativas (e.g. el doctorado y maestría en historia, véase La Jornada Zacatecas 08/10/18) nunca porque hayan perdido los requisitos exigibles para ser de calidad. Para no disminuir, ni alentar con alevosía un aire de paradoja, cabe recordar que todo esto se logra en ausencia plena del funcionamiento de la estructura de Consejos de Área y Unidad prevista en la ley orgánica, sin un Consejo Universitario que logre hacer valer la Ley Orgánica, sin cumplir con la mayoría de las prestaciones del Contrato Colectivo UAZ-SPAUAZ, con la presión constante de un sindicato de trabajadores (STUAZ) que impone condiciones al funcionamiento de la administración central y con ausencia total de control de asistencia. Conclusión inmediata es que el funcionamiento administrativo, tan irregular, es irrelevante para el desempeño académico. Ni la investigación ni la docencia parecen sufrir los efectos de las crisis financieras recurrentes. Existen, por lo tanto, dos universidades: la de los administradores, que es decadente, costosa, ineficiente, y la de los investigadores, docentes y extensionistas, que es eficiente, barata y en constante crecimiento cualitativo. ¿Qué otra conclusión cabe obtener del discurso de la rectoría? Si tratamos de pensar el problema financiero desde el planteamiento anterior es inevitable creer que un incremento de subsidio es superfluo, toda vez que su impacto en la investigación, la docencia y la extensión sería nulo debido a que no existe relación causal entre la calidad y el subsidio: la universidad opera con números rojos y es excelente académicamente, es decir, está cumpliendo con sus objetivos. De la misma manera si queremos concebir una reforma organizativa la conclusión que es impone es que no es necesaria porque, de nuevo, no modificaría esa “calidad académica” obtenida sin recursos, sin Ley Orgánica, sin prestaciones. Si los universitarios creen en el discurso anterior sí tienen la imaginación obstruida porque son incapaces de ejercer la autocrítica y son inconscientes de las decisiones que son tomadas en su nombre para su perjuicio. La manera en que ha crecido la universidad ha sido a costa de las cuotas de seguridad social de sus trabajadores, y la academia crece, lo poco que crece, porque se financia y sostiene por grupos de universitarios que deciden aplicar sus documentos a los programas del Estado mexicano, con la suerte que el Consejo Universitario no toma las riendas de los ingresos propios y permite a cada grupo administrar esos dineros sin supervisión, lo que puede generar una enorme corrupción cuyo ejemplo paradigmático es la “estafa maestra”. Nos gustaría llamar la atención sobre el lenguaje y las perspectivas que traza dependiendo del tipo de palabras que se utilicen. Debido a que el problema financiero tiene por fin bloquear las actividades independientes del SPAUAZ es pertinente utilizarlo, pero se debe complementar con el discurso del “superávit académico” para poder mantener gestiones de recursos en la CDMX. Todo el tinglado cambia si sustituimos esta idea de las dos universidades por una visión subalterna, en la que tengan predominancia los agravios contra los docentes, de modo que el crecimiento cuantitativo de la universidad se ha logrado a través del despojo, y su crecimiento cualitativo mediante la corrupción y la generación de desigualdad al otorgarle privilegios a ciertos grupos académicos. Las características del nuevo Estado son la acumulación por despojo, la segregación y la violencia, ya casi las autoridades de la UAZ logran emparejársele. ■

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