11.5 C
Zacatecas
jueves, 28 marzo, 2024
spot_img

Ibán de León. ‘El poema es como un relámpago que deja su luz sobre el papel’

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Armando Salgado •

La Gualdra 328 / Entrevistas / Poesía

- Publicidad -

 

Ibán de León (1980) es originario de Pinotepa Nacional, Oaxaca, y licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Fue becario del FOECA-Morelos (2004), de la Fundación para las Letras Mexicanas (2009-2011) y del PECDA-Oaxaca (2013). Es autor de Oscuridad del agua (Instituto Sonorense de Cultura, 2012/ Premio Nacional de Poesía Sonora 2011) y Estaciones nocturnas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2016/ Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2014). Actualmente es becario del PECDA-Morelos, en la modalidad de creadores con trayectoria. Se caracteriza por ser un poeta honesto que incursiona en poemas de gran factura poética además de ser meticuloso en las maneras de abordar la poesía. Estamos ante un poeta íntegro que es responsable de cada texto suyo.

 

Armando Salgado: Ibán de León, ¿para ti qué es la poesía?, ¿es posible hallarla en otros soportes?, ¿hay un entramado único que la haga especial, y por lo tanto, merece un profundo estudio para quien elige encontrarse con ella?

Ibán de León: Recuerdo haber respondido anteriormente a esta pregunta. Intenté encontrar una definición, que me convenciera, durante mucho tiempo. No llegué a ningún sitio. Mi respuesta hoy sería: no sé qué es. Entiendo que uno puede percibirla lo mismo en la corriente de un río que en la pared de un cuarto de azotea. Está en la emoción que nos provoca el canto de los pájaros por la mañana. Así, supongo, se explica la poesía, sin explicarse, por la pura intuición. Esto funciona para la segunda pregunta: es posible descubrirla en cualquier sitio (o soporte). También estoy seguro de que existe el entramado único que señalas, pensando en el misterio y la revelación. Quien se encuentra con ella no necesita saber qué es. Hablamos de los hallazgos que a diario nos ocurren. Algo distinto pasa con quien decide compartir la poesía del mundo, hacer el poema, llámese pintor, escritor, fotógrafo, músico, etc.: en este caso me parece que sí es necesario el estudio profundo que sugieres, la preparación, el trabajo. Estamos ante un oficio, definitivamente.

 

AS: Hay opiniones distintas, encontradas y personales en torno a cómo se debe de escribir, ¿qué elementos crees necesarios para escribir poesía?, ¿cómo fue que decidiste escribirla, y si hubo un punto que determinara esta decisión, lo podrías compartir?

IDL: Pienso que escribir poesía es una búsqueda constante, tanto en la forma como en el fondo. Esa búsqueda implica el conocimiento, es decir, la lectura de autores muertos y vivos de mi tradición y de otras tradiciones. También es una labor que se ejerce a diario. Hablo nuevamente del oficio. Tal vez el elemento más significativo para hacer poesía radique en la sensibilidad de percibir y trasmitir la emoción del mundo. Obviamente no estoy seguro de lo que estoy diciendo, intento responderme a mí mismo. Conozco a personas sumamente brillantes, magníficos lectores de poesía, que no son capaces de escribir un poema decente. No quiero afirmar con esto que el poeta sea un ser tocado por lo divino, pero sí quizá alguien que siente con más intensidad el peso de los días.

Por otra parte, yo decidí escribir poemas de forma irresponsable, sin haber leído antes prácticamente nada. Y me gusta mucho la narrativa: en el fondo intuyo que todos los poetas quisieran ser narradores. Mi fascinación por el universo de la escritura viene de haber leído obras en prosa: las risas que me provocó El Lazarillo de Tormes jamás podré pagarlas. Como tampoco podré pagar mi incursión en tierras nórdicas al lado del teniente Glahn, en Pan, de Knut Hamsun. He escrito cuentos alguna vez, pero en algún momento decidí, muy probablemente porque soy flojo, dedicarme a escribir poesía (la narrativa necesita, entiendo, mucha disciplina). El poema tiene la característica del relámpago: llega, te sientas y en un primer impulso escribes un borrador en el que, sabes, está contenido todo el poema, aunque luego pases meses añadiendo, quitando, corrigiendo.

 

AS: ¿Crees que un poeta es responsable de lo que escribe? Entre las explicaciones del acto creativo se comenta que el texto por sí mismo es independiente del autor, y que es la obra la que se abre camino, y debe defenderse por sí sola, ¿compartes estas ideas?

IDL: Sí. Quien escribe debe por fuerza saber qué es lo que quiere decir. Nadie conoce mejor el poema que su autor. En eso, me parece, radica el hacerse responsable. Es un compromiso con la honestidad, pero dicho compromiso es anterior a la publicación. Viene después el momento de abandonar el texto, una vez que ha sido publicado, como una casa recién construida que deberá ser funcional: ese texto, pensando en que fue erigido con cimientos firmes (para seguir con la analogía), tendrá que sostenerse por sí mismo, sin que el autor tenga ya injerencia sobre su futuro.

 

AS: Además de puntos clave que te motivaron a escribir poemas, ¿hubo personajes literarios que te influenciarán?, o ha sido la vida misma la que te ha curtido a partir de conocer personas reales y momentos importantes que determinan una cierta manera de pensar.

IDL: Casi todo lo que escribo nace directamente de mi experiencia de vida. En ese sentido, no utilizo mucho los referentes literarios (deben estar ahí, seguramente). Lo que intento explicar es que me resulta complicado escribir poemas que provengan de libros o de personajes, ya sean reales o literarios. No se me da, por alguna razón. Siempre estoy recurriendo a mí mismo: la infancia, por mencionar el pasado, pero también puede ser un hecho reciente, como el asombro producido por la luz en una ventana. Es una cuestión muy sensorial, como si cada experiencia me tocara la piel. Pienso en el amor, y en un abrazo o un beso que pueden definirlo. En cierto modo concibo la poesía como ese contacto que se da entre los humanos, ese abrazo o ese beso que nacen con el amor.

 

AS: Has impartido talleres de escritura poética. Al público de La Gualdra, ¿qué elementos consideras importantes para quienes intentan escribir su primer libro de poesía?, ¿qué autores mexicanos recomiendas y que otros autores de otros países se deben de leer?

IDL: Los libros son un misterio. Uno proyecta, piensa, y al final sale otra cosa. Si tuviera que aconsejar a alguien que trabaja en su primer libro le diría que lo haga sin pensar más que en un poema a la vez. Que se olvide de la famosa unidad temática: de cualquier modo los libros son unitarios desde el instante en que los escribe una misma persona. Y sinceramente yo prefiero aquéllos que tienden hacia lo misceláneo, porque me dan oportunidad, como lector, de recorrer diferentes caminos. Y si bien está de más decirlo, leer (sobre todo en voz alta) y corregir, corregir mucho, buscar la precisión aunque no se alcance nunca. Esforzarse por entregar el texto lo más limpio que se pueda. No soy partidario de recomendar autores, en esas cuestiones siempre se impone el gusto individual. En cambio sí puedo decir quiénes son los poetas a los que yo más quiero. Espero no omitir alguno: Ramón López Velarde, César Vallejo, Gilberto Owen, Abigael Bohórquez y Jorge Fernández Granados.

 

AS: Has publicado dos libros de poesía, Oscuridad del agua (2012) y Estaciones nocturnas (2016). Hay cuatro años entre uno y otro: háblanos de lo que se necesita saber en torno a la maduración de la escritura, ¿cómo reconocer si un libro está terminado?, ¿cómo definir un nuevo proyecto?, ¿cuáles reglas consideras inquebrantables a la hora de escribir?

IDL: Creo que un poema se escribe, por lo regular, en un primer impulso (lo mencioné líneas atrás), es como un relámpago que deja su luz sobre el papel. Luego viene una etapa de corrección, de modificaciones. Y esto puede llevar mucho tiempo, así se trate de un texto de media cuartilla. No siempre se puede escribir poesía, pero hay que estar atentos para cuando el llamado surja. Mientras, se piensa, se lee, etc. En mi caso, considero que el libro se va haciendo poco a poco. Uno planea (también lo dije antes), pero el libro señala la ruta a seguir, de tal modo que cuando concluyes tienes una cosa muy distinta de la que habías imaginado. Es parte del misterio de la poesía. Justo ahora siento que acabo de terminar un nuevo libro, cuyo arranque ocurrió a mediados de 2014, es decir, tiene algo así como tres años y medio. No se parece en nada a lo que había pensado originalmente, pero ahí está. Tampoco tengo la certeza de haberlo concluido, pero quiero soltarlo porque luego de tantos cambios uno nota que ya no hay posibilidades de corregir sin modificar sustancialmente. Entonces, ¿hay que soltar el libro (o el poema) cuando sientes que le has hecho todas las correcciones sin quitarle su sustancia original?

Si pudiera hablar de reglas para la escritura diría que ante todo es indispensable corregir, corregir hasta agotar las posibilidades. Yo leo y vuelvo a leer, modifico. Voy paso a paso con cada texto. Luego hago lecturas en voz alta, ordeno, etc.

 

AS: Has obtenido premios literarios en varios lugares del país, como el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo en Nayarit, y otros certámenes en distintos lugares; esta situación bifurca opiniones, hay quienes dicen que un premio es un fin y otros que es un medio, lo mismo sucede con las becas de creación, ¿qué opinión tienes tú?, ¿se escribe para uno mismo o para los otros, o ambas situaciones van de la mano?

IDL: Para mí los premios representan, en gran medida, un dinero que me permitirá seguir escribiendo. En este sentido son un medio. No podría verlos como un fin puesto que, cuando ganas, constituyen apenas una elección que depende del gusto de un jurado, de las afinidades que tengan con lo que premian, incluso hay una gran dosis de azar. Un libro premiado puede ser perfectamente olvidable. Ejemplos sobran. El tiempo es quizá el único juez que realmente importa.

Intentando contestar tu otra pregunta, de entrada, escribo para mí mismo (hacia allá se encamina una de mis respuestas anteriores: tiene que ver con mi experiencia de vida). Me gusta imaginar que siempre existirá una conexión con el otro, dado que el lenguaje es materia de lo humano, trátese de poemas de provincia o de ciudad. Por otro lado, me reconozco como el primer lector que exige: lo hago pensando en aquél que hipotéticamente tendrá en algún momento el libro en sus manos. Me interesa entregarle un trabajo lo más decente que se pueda. Así que, sí, podría afirmar que ambas situaciones van de la mano.

 

AS: Por último, ¿qué lugares frecuenta Ibán de León? ¿Qué hay en sus ojos cuando mira al mundo quieto o rápido, yendo y viniendo, el cual nunca deja de estar en paz?

IDL: Me gustan las cosas pequeñas del mundo, los lugares comunes. Pero sobre todo me gusta contemplar, detenerme ante lo cotidiano: una puerta, los árboles, la lluvia. Y tengo que reconocer que sobre todo me gusta observar aquello en lo que la mano del hombre no ha intervenido. Hay algo sumamente asombroso en la vida: cuánto tardó en formarse la piedra que ahora sostengo en mi mano, qué puede decirse de su forma, qué aguas recorrió antes de llegar a ser esta piedra. Sospecho que una cosa parecida intento al escribir un poema: aprehender el instante (la emoción que llega cuando veo el primer brote de hierba junto a una banqueta), aprehenderlo para luego compartirlo con mi igual, para que note que estoy aquí, que soy su hermano.

 

 

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -