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martes, 23 abril, 2024
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Crítico de Juan Rulfo aborda la relación de los personajes de sus obras con el más allá

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Por: ALMA RÍOS •

■ El tema tiene que ver con las profundas creencias del pueblo mexicano, señala Escalante

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■ En sus obras encontró indicios de un acercamiento con la figura de Villa y sus Dorados

Evodio Escalante ha trabajado aspectos de la obra de Juan Rulfo, como son, su vínculo con la historia de México, la realidad sociopolítica de la región de Jalisco de donde fue originario, o bien, el problema irresoluble de la lucha entre el padre y el hijo. Esta vez, quiso abordar una veta poco explorada del que se considera el autor mexicano más universal, “la relación de sus personajes con el más allá” y como un hallazgo, su probable simpatía por la División del Norte y la figura de Francisco Villa, que propone el crítico literario, “haría pensar que se me botó la canica”, pero de la que ofreció indicios de sustento.

En “Religión y mundo suprasensible en Pedro Páramo de Juan Rulfo” conferencia magistral ofrecida ayer en el contexto de la 18 Feria Nacional del Libro Zacatecas 2017, el también catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y poeta, dijo que los principales personajes de la novela a pesar de estar “ya muertos siguen preocupados por su salvación”.

El tema tiene que ver con las profundas creencias del pueblo mexicano, con su catolicismo, dijo, “pero el verdadero toque genial del escritor se encuentra en recoger la creencia popular en las ánimas en pena, y a partir de ella construir” una obra literaria, sobre la que también puede adivinarse una postura del autor ante la religión.

Al respecto dijo que así como Rulfo fue crítico de la autoridad o del poder político, representado mediante su personaje Pedro Páramo, lo es respecto de la iglesia como institución a través del Padre Rentería, un personaje “muy especial, extremadamente amargado que no le otorga la salvación a nadie” y más bien cada vez que puede, condena a las personas que le solicitan alivio espiritual, “porque es demasiado riguroso y siempre les está diciendo: a ti no te alcanza para llegar al cielo”.

A pesar de que Juan Rulfo tuvo como origen una zona considerada un bastión cristero y obtuvo su instrucción académica en colegios de monjas, Evodio Escalante no cree que haya simpatizado con este movimiento y por el contrario, encuentra indicios de un acercamiento con la figura de Villa y sus Dorados.

“Al leer con mucho detalle me encuentro que Rulfo, y esto sí, para mí es una novedad absoluta, que Rulfo tenía una simpatía por Francisco Villa. Seguramente puede pensarse que ya se me botó la canica, porque jamás se había pensado que él tuviera simpatías con la División del Norte”.

Para Evodio Escalante era políticamente incorrecto que Juan Rulfo hiciera una declaración de franca simpatía por el villismo, en tanto que su familia fue víctima de la violencia revolucionaria, lo que no significa que intelectualmente dejara de reconocer que había razones para ella.

A diferencia de José Revueltas, en cuyas obras el narrador “de su ronco pecho empieza a opinar y a perorar” cayendo en discursos que pueden llegar hasta el propagandismo, en Rulfo se presenta el otro extremo, “él trata de desaparecer y sus narradores asumen los asuntos con gran objetividad de tal manera que nunca sabes qué está pensando”.

Escalante Betancourt adelanta deducciones aunque no haya ninguna declaración explícita del autor. Así encontró en El gallo de oro un mensaje subliminal.

El animal que rescata Dionisio Pinzón, y que ya dan por muerto pero que enriquecerá a su dueño, “es un gallo dorado de Chihuahua, así lo dice literalmente el texto”, que se enfrenta con el colorado, “eso me hizo pensar en las fuerzas de Pascual Orozco, a las que llamabas Los colorados”.

Al propio estudioso le cuesta trabajo aceptar esta idea, justo porque el papá y el tío de Rulfo murieron por la violencia revolucionaria.

“Entonces uno podría pensar que él estaría como vacunado en contra de todo lo sea la revolución armada”.

Luego de una lectura reciente de El gallo de oro, y surgido el indicio, releyó Pedro Páramo “y confirmé que sí podría haber una enorme simpatía villista”.

Para el cacique el hecho de que haya hombres levantados en armas es algo totalmente positivo, pues teniéndolo todo, lo único que le falta es la cercanía “de la mujer de su vida, Susana San Juan”, que provocará la presencia de los villistas, a quienes describe “dándoles un vigor y una fuerza impresionante”.

Los alzados vienen del norte y son villistas, “y por la forma en que hablan contra los hacendados y el gobierno, se ve que es una auténtica subversión”.

Expresan dijo, un odio acumulado que viene “desde abajo”, auténtico y que tienen los campesinos, por tantos años de opresión.

Para el crítico literario Rulfo expresa con ello la fuerza originaria de la Revolución, que luego degeneraría al ser derrotados los villistas, sucediéndoles los obregonistas y carrancistas, y cuando ya parecía que acabaría la guerra, con la aparición de la que define como una violencia degenerativa, ya con los cristeros. “No la rabia originaria legítima sino algo que va llevado por su propia inercia”.

“Cuando el padre Rentería se incorpora a la Guerra cristera y se va a los cerros, entiendes que ese señor no tenía nada positivo que conseguir, que es una especie de suicidio, ¿un tipo tan amargado a qué entra a la Revolución? A que lo maten”.

En el personaje de Dorotea encuentra otro indicio subliminal de la simpatía de Rulfo por Villa. Y asimismo en el que se convertirá en el asesino de Pedro Páramo, Abundio Martínez, quien será embriagado por Doña Inés Villalpando, a quien se nombra en la novela como “la Madre Villa”.

“Llega hasta donde está Pedro Páramo y lo asesina como cumpliendo un anhelo popular para el que nadie había tenido el valor, ni siquiera el propio Abundio, porque no sabe lo que está haciendo”.

Allí está Villa nuevamente no en una declaratoria abierta “sino que son como huellas que están sujetas, claro, a una interpretación pero él que hace justicia, es un enviado de Villa”.

Juan Rulfo, dijo Evodio Escalante en la entrevista para La Jornada Zacatecas, es un autor muy complejo que sintetiza la herencia de toda la tradición de la novela realista mexicana, incluida la de la Revolución, pero, al mismo tiempo de ser “brutalmente realista” creó un mundo totalmente imaginario.

“No es literatura fantástica. Yo creo que ahí se equivocan los profesores, no hay literatura fantástica en Rulfo, pero sí es un mundo imaginario; un mundo metafísico”.

El también autor de El llano en llamas era un gran lector no sólo de la tradición novelística mexicana sino de la europea, sueca y nórdica, por lo que son muchas las vías que alimentaron su imaginación. “Era un gran lector no era un improvisado”, dijo.

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