La Gualdra 274 / Río de palabras
Voy a beberme toda la amargura acumulada y concentrada con esta botella de aguardiente. Completita. ¡Qué caray! Cómo de que no. Qué tanto es tantito. Me lo beberé de a poquito. Lo serviré en un caballito tequilero. Así, solo. Sin limones ni granos de sal gorda. Sin cacahuates salados ni frituras de maíz. Sin rebanadas de naranja. Así, sentado a la mesa de pura tabla. Así, sin manteles, servilletas y floreros. Así, pelona. La pura madera ajada. Curtida por los años. Sin escuchar musiquita. Sin recurrir a José Alfredo Jiménez. Cada uno con sus tristezas. Para qué andar convidando miserias y culpas. Ya para qué. Voy a beberme toda la desolación y la soledad cabronas. No me importa que me tarde toda la noche. ¿Cuál es la prisa? Ni que fuéramos a recibir herencia. Tampoco la iré mareando fumando cigarrillos de tabaco negro. No. Así, en seco. No se trata de ponerme bien briago, babeante, llorón, tú eres mi amigo, que digo, mi hermano del alma, que digo, yo soy tu padre, y vente, vamos a darnos de trompones para que se te quite… No, no, no, voy a beberme todos los años de desperdicio, de andar baboseando de arriba para abajo, pletórico de sueños e ilusiones… Viviendo a lo pendejo. Sí, por qué no decirlo. Voy a beberme esta botella a ver si se me calienta el alma… No, no, no me voy a poner a gritar: ¡Viva México, cabrones! No, no, no. Eso es para burócratas carroñeros. Voy a beber despacito, chiquiteándome el caballito de aguardiente para que se me quiten las ganas de apuntar el revólver Smith and Wesson en el pecho, o en la sien, o apoyar el cañón en el paladar… Y jalar el gatillo. Nomás para ver qué pasa. Para oír en estéreo el estallido. Voy a ponerme a beber todos estos tragos, porque ya no me queda de otra. No por briago. Se los puedo asegurar, verdad de Dios, por ésta… No por hinchadillo… No, voy a beberla porque me di cuenta de que todo este fandango o mitote ya se terminó… ¡Tan-tan!
