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jueves, 25 abril, 2024
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Diógenes y Goitia, a 139 años de su nacimiento

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño

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Un día 4 de octubre de 1882 nació en el Rancho de Patillos, perteneciente a la Hacienda de Bañón, en Fresnillo, Zacatecas, Francisco Goitia; hoy hace 139 años llegó a este mundo uno de los artistas de esta tierra que más sentido de identidad han dado a quienes nacimos aquí. De su origen se sabe que fue hijo natural de Francisco Bollaín y Goitia y de Andrea García y que fue su nodriza Eduarda Velázquez quien lo crio como hijo propio; que en su nombre llevó el sino de continuar con los preceptos de San Francisco de Asís, de ahí que Antonio Luna Arroyo, su biógrafo, dijera sobre él que “Difícilmente puede encontrarse en el campo de las bellas artes, no solo en México sino en el mundo entero, un ser tan sencillo, modesto y humilde, retraído en la cueva de la oración estética, tan alejado de la idea y de la acción de causar, jamás, el menor  daño a personas, animal o cosa alguna”. 

Quienes lo conocieron, afirmaron siempre que fue un hombre bueno y que tenía una especie de encomienda que le dictaba vivir de forma sencilla, austera y disciplinada. Cuentan que cuando venía a Zacatecas, puntualmente llegaba a catedral a la una de la tarde a realizar el rezo de todos los días. No es difícil imaginarlo, su imagen más conocida coincide con las descripciones que de su personalidad se han hecho en repetidas ocasiones. Sin embargo, Francisco Goitia era mucho más que la imagen que proyectaba, a estas alturas podría afirmar que esa imagen que él mismo había fomentado sobre sí mismo le ayudaba a viajar por el mundo con menos dificultades. Su mente, ágil y poderosa, le exigía de toda su atención y no podía permitirse distracciones banales que lo apartaran de un camino que fue trazando desde que nació: crear para estar en paz, crear para trascender, implicaron en él un quehacer intelectual minucioso. 

La obra de Goitia tiene reminiscencias literarias, filosóficas y religiosas incuestionables. De Tata Jesucristo, por ejemplo -cuya copia se encuentra en exhibición en el museo que lleva su nombre- el artista solía decir que hacía alusión a las mujeres que habían perdido durante la Revolución a sus hombres, esposos, hermanos, hijos y que invocaban a Jesucristo para encomendarlos cuando partían al campo de batalla. El cuadro representa la desolación de estas mujeres que, cubriéndose el rostro, ponían en el centro de sus vidas a Cristo para implorarle el regreso de sus familiares -al origen de todo-. Dios en el centro, el que ilumina; Dios en los cirios encendidos.

Hay otra pieza en su museo, cuyas referencias a la virtud -relacionada con la excelencia, la belleza, el bien, la felicidad- están implícitas también; me refiero a Danza indígena, obra en la que se representa una fiesta popular mexicana: un grupo de músicos toca al fondo, mientras dos personajes al frente son protagonistas de una representación escénica: uno sentado, el otro de pie; ambos con máscaras. A simple vista es lo que destaca en la composición, sin embargo, al fondo, en la esquina derecha encontramos dos elementos muy significativos, cerca de donde un personaje sirve bebidas: un barril y un perro, la representación de Diógenes y la barrica en donde vivía.

Goitia, además de un excelente artista, era un extraordinario lector de filosofía. Diógenes el Cínico, recordemos, había decidido abandonar los bienes materiales -como Goitia- para vivir dentro de una barrica; sus propiedades eran mínimas, si acaso contaba con una manta, un bastón y un recipiente para beber agua, y dedicaba a su vida a la búsqueda de la virtud. En Danza indígena encontramos esta referencia, mientras el pueblo en algarabía festeja, la presencia del espectador, el perro-Diógenes-Goitia, lo domina todo en una auténtica contemplación de lo que está pasando frente a sus ojos. Así era Francisco Goitia también, un observador nato, un catalizador de impactos, un procesador de realidades, un avizorador de futuros. 

Para celebrar este aniversario de su nacimiento, le invito nuevamente a que visite el Museo Francisco Goitia. Acérquese a sus obras, vea con detenimiento las mencionadas aquí y las otras que de manera brutal registran un pasado ominoso de la historia de nuestro país que hoy está más vigente que nunca. Goitia no dejará de sorprendernos jamás.

Que disfrute su lectura.

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https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_497

Francisco Goitia, Tata Jesucristo. Secretaría de Cultura. Museo Francisco Goitia. INBAL
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