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jueves, 18 abril, 2024
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La revolución de independencia. Una larga guerra de 11 años

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Por: LIMONAR SOTO SALAZAR_ •

La Gualdra 496 / Arqueología e Historia / Ollin: Memoria en movimiento

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A mediados de septiembre de 1810 dio inicio una portentosa rebelión en lo que fuera la intendencia de Guanajuato; dicho levantamiento fue conocido en su momento como la revolución de Hidalgo en reconocimiento del liderazgo que tomó en ella la figura del cura Miguel Hidalgo. Varios son los factores que influyeron en este acto de rebeldía, entre ellos se encuentran la independencia de Estados Unidos de América; la revolución francesa; la invasión napoleónica a España; y la consecuente abdicación del rey Carlos IV y de Fernando VII, renuncia que generó un vacío de autoridad monárquica en los reinos españoles en América. También fueron factores de descontento social las recurrentes crisis agrícolas y la creciente carestía en los alimentos e insumos diversos en el México del tránsito del siglo XVIII al XIX. Además, no se debe de ignorar el añejo y arraigado estamento social novohispano que confinaba a la marginación a indígenas, mestizos, incluso criollos. 

La insurreción de Hidalgo a pesar de carecer de un claro proyecto político se propagó en diversas regiones del Bajío y del occidente mexicano; se había allegado de miles de simpatizantes de origen mestizo e indígena, quienes veían en el gran tumulto la oportunidad de acabar con los pesados tributos y de los agravios a los que eran sometidos en una sociedad con marcadas diferencias raciales y clasistas. Pero el apoyo popular fue breve, así como el control de los territorios conquistados, esto en gran medida por las derrotas infringidas por las fuerzas realistas en Aculco y Puente de Calderón. Posterioremente, los principales caudillos de esta primera etapa de guerra independentista fueron aprendidos y ejecutados en su huida al norte de Nueva España.

Otros insurgentes continuaron con el movimiento independentista, ahora con mayor claridad en sus objetivos e ideales, entre ellos se encontraban Ignacio López Rayón, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, José María Cos, Andrés Quinta Roo, entre otros caudillos regionales. En este amplio concierto de insurgencia sobresalió José María Morelos, quien continuó con una abierta guerra de independencia en el sur de Nueva España con existosas campañas que le llevaron a tomar el puerto de Acapulco, Chilpancingo, la ciudad de Oaxaca, incluso amenazó con el concebir un asedio a la Ciudad de México. El ejército de Morelos se ha distinguido por su disciplina y excelente funcionamiento castrense, su número de integrantes fue pequeño al apenas superar los 6 mil hombres, pero este contigente y otras fuerzas rebeldes de diversas regiones del virreinato se enfrentaron en numerosos hechos de armas a decenas de miles de soldados realistas -entre 1810 y 1820 sus fuerzas aumentaron de 30 mil a 85 mil hombres-.

Lamentablemente para la causa insurgente, Morelos fue capturado y ejecutado a finales de 1815, lo que deprimió la vorágine libertaria que solo era alentada por algunos jefes rebeldes que se resistían a claudicar y aceptar los indultos decretados por la Corona y sus funcionarios virreinales. En este tenor, se puede subrayar la fugaz presencia del ejército expedicionaro de Xavier Mina y las acciones de Vicente Guerrero y José Miguel Fernández en los actuales estados de Guerrero y Veracruz.

A principios de 1820 en España aconteció una revolución militar que contrarrestó el carácter absolutista de Fernando VII y se hizo de la simpatía de diversos grupos liberales, quienes abogaban por la restitución de la Constitución de Cádiz, un documento legislativo de toral importancia en el mundo hispánico de principios del siglo XIX que mandataba la limitación de los poderes monárquicos, la abolición de señoríos, el sufragio universal masculino, la soberanía de la nación frente al rey, entre otros aspectos liberales. La restauración de la carta gaditana, la aplicación de sus leyes y el prácticamente nulo esfuerzo bélico por parte de España por retener en su poder las colonias americanas hicieron que estas reanimaran sus bríos independentistas.

En este contexto, para el caso de Nueva España también habrá que apuntar que su economía se encontraba quebrantada y era evidente la inestabilidad política fomentada por el menguado poder real y de la metrópoli. Al respecto, algunos miembros de las élites novohispanas vieron en el acto de independizarse la solución más adecuada a sus males políticos y económicos. Esta postura independentista era muy diferente a las rebeliones populares de indígenas y mestizos que vivieron sus mejores momentos años atrás; ahora las oligarquías, todavía novohispanas, vieron en el comandante realista Agustín de Iturbide la persona capaz de concebir la independencia mexicana adecuada a sus intereses. Pero Iturbide requería hacerse del apoyo de las fuerzas insurgentes todavía activas, encontrando en Vicente Guerrero el aliado idóneo para fraguar la emancipación. 

En el marco de esta alianza se proclamó en febrero de 1821 el plan de independencia de la América Septentrional o Plan de Iguala, que sería el documento que garantizaba la soberanía mexicana bajo un sistema de gobierno monárquico cuyo trono sería ofrecido a Fernando VII, se mantendrían los privilegios del clero católico y se implementaría la igualdad entre españoles y americanos. Estos tres preceptos que abrigaban la independencia, la religión y la igualdad serían los ingredientes que culminarían la guerra de independencia de más de 11 años de duración, cuyo epílogo sería la entrada a la Ciudad de México de las fuerzas combinadas de Iturbide y Guerrero el 27 de septiembre de 1821, cumpliendo el día de hoy 200 años de ese acontecimiento.

* Centro INAH Zacatecas. 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_496

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