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viernes, 19 abril, 2024
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Un breve apunte sobre reformas electorales

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Uno de los puntos que permiten reconocer que la etapa de transición hacia la democracia ha concluido, y el de la consolidación ha iniciado, es el que las reformas que dan cauce a la pugna por el poder, han llegado a un punto en el que existe un consenso amplio y el debate sobre dichas reglas, más o menos permite pasar a otros temas de la agenda política y legislativa. En México esto no ha sido así nunca. A cada paso, salvo las elecciones de 1997, 2000 y 2003, a partir de 2006 cada elección presidencial, y al parecer la intermedia de 2021, han provocado en la clase política, el retorno a lo que parece ser nuestro más reiterado “eterno comienzo”, que es el discutir, las reglas del juego. Me sumo entre quiénes consideran, que hemos llegado al extremo de reglamentar detalles que vuelven a nuestra democracia, un proceso híper regulado, al grado tal que limitamos en extremo, prácticas que en otros modelos electorales no solo son comunes, sino que se identifican como propios de cualquier procedimiento democrático de contraste, debate, deliberación y decisión.

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Aún así, nuestro sistema electoral, parece funcionar a pesar de la inclinación de nuestro poder legislativo a las iniciativas electorales. Y aunque, no solo hemos regulado en exceso los procedimientos e hipótesis de estas “reglas del juego”, sino que además, los hemos inscrito en la máxima norma, la Constitución, las instituciones electorales, se las han arreglado para cumplir con sus no pocas, sino excesivas funciones, y aún así, permitir un ambiente, en el que más o menos todos los contendientes entienden, que por reglas y observancia de éstas, sea cuales sean los resultados de las competencias, no queda. Tan es así que, comparto el análisis con algunos opinadores, que en el proceso electoral que recién acabamos de pasar, todas las fuerzas políticas del país expresaron su beneplácito por los resultados: en sus narrativas, todos ganaron, algo o poco, pero no hay ningún dirigente, que más allá de la autocrítica que desoyen al interior de sus institutos políticos, no haya celebrado los resultados del pasado junio.

Hasta hoy, el debate respecto a una potencial reforma electoral, parece ir más bien encaminada a una reforma política y de representación, así como de personajes. En lo particular, creo que es importante discutir, hoy que las condiciones del poder político en México, parecen haber cambiado, nuestro sistema de representación, tanto a nivel federal, en el Congreso de la Unión, como a nivel local y municipal, respecto a las Legislaturas estatales y los cabildos. También, en lo que respecta a sus procedimientos, y sus costos. Pero no es una buena noticia que el Estado, en su conjunto, vaya a una reforma para remover actores políticos, enjuiciar dichos y con ello, vulnerar cierto grado de certidumbre jurídica a las reglas y sus operadores. El proceso de polarización que parece ir en aumento, además, volverá esta labor un galimatías que puede poner en peligro, como lo hizo en 2006, la legitimidad de los resultados de la próxima elección presidencial, y con ello, volver a un triste (pero lamentablemente, esperado) “eterno comienzo” en materia democrática y electoral. ■

@CarlosETorres_

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