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miércoles, 24 abril, 2024
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Plataformas digitales y futuro del trabajo

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Por: Jorge Bravo •

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) habilitan derechos fundamentales como el de la movilidad y las plataformas digitales han creado nuevos mercados y formas de relacionarnos, además de múltiples beneficios asociados a las innovaciones como nuevos empleos, oportunidades de ingresos, recursos fiscales para mejorar la cobertura de los servicios públicos y una nueva cultura en la sociedad.

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Sin embargo, las autoridades están obsesionadas con regularlas y atribuirles problemas estructurales como precariedad del trabajo, jornadas extenuantes, riesgos laborales o falta de protección social, como si otras actividades económicas reconocidas no sufrieran los mismos males.

Como está de moda regular las empresas de Internet, los gobiernos quieren que éstas paguen los costos de la regulación y contribuyan al fisco porque la tecnología sí tiene la enorme ventaja de organizar las actividades y los recursos.

En el primer trimestre de 2021, choferes de Uber, Didi y repartidores de comida, entre otros prestadores de servicios de plataformas digitales, pagaron impuestos por 177 millones de pesos. ¿Con cuánto contribuyeron los taxistas o los repartidores de múltiples empresas que tampoco tienen una relación laboral?

El Consejo Económico y Social de la Ciudad de México (CESCDMX), bajo el noble propósito de reconocer los derechos laborales de trabajadores de plataformas digitales, minimiza sus beneficios y omite el cumplimiento de esos mismos derechos en los sectores, industrias y negocios antes de que fueran impactados por la digitalización y la adopción de las TIC.

O bien la Superintendencia de Transporte de Colombia, que le ordenó a los alcaldes de 18 ciudades capitales y los 13 municipios de mayor población en el país, investigar y sancionar a personas que realizan operaciones de transporte público en vehículos particulares.

Un estudio del CESCDMX y el Colegio de México (Colmex) titulado “El trabajo del futuro con derechos laborales. Diagnóstico y estrategia de política pública para el reconocimiento de derechos laborales de personas trabajadoras por plataformas digitales” concluye que el trabajo en las plataformas digitales es precario. ¿Sólo el trabajo en las plataformas?

Durante el seminario internacional “El futuro del trabajo y derechos laborales en plataformas digitales en América Latina”, organizado por el Colmex, los participantes insistieron en las malas condiciones laborales de choferes y repartidores de apps, pero la evidencia empírica que mostraban era contradictoriamente apabullante.

Para 77% era muy importante decidir días y horas de trabajo; las tres características positivas de ese trabajo eran organización flexible de horarios (74%), autonomía (44%) y posibilidad inmediata de empleo (32%); para 52% era nada, poco o medianamente importante que exista una organización (sindicato) de trabajadores de plataforma; 80% de los trabajadores está satisfecho en Colombia; 33% paga mejor que un empleo tradicional en República Dominicana.

El estudio no aclara cuántas oportunidades de ingresos fueron creadas, no sólo entre los choferes y repartidores que son el único foco de atención de los estudios y la regulación, sino de empleos locales y globales de todas esas empresas de plataformas de Internet, además de los beneficios para los usuarios finales.

Lo que no se aprecia en el análisis es que las innovaciones creadoras de mercado, como las plataformas de movilidad o entregas, crean oportunidades de ingresos dirigidos a las personas para las cuales no existían, no eran costeables o no estaban accesibles. Estas innovaciones democratizan productos y servicios que antes no estaban disponibles, como solicitar un transporte o la entrega de alimentos desde una aplicación. Han ayudado a muchas personas a escapar del desempleo o les permite mejorar sus ingresos.

Durante la pandemia, además, contribuyeron al sostenimiento de algunas actividades económicas golpeadas por el aislamiento. El estudio del Colmex reconoce que “el confinamiento por Covid 19 aceleró la expansión de estos empleos (…). En la Ciudad de México, cuatro de cada diez empleos en reparto por plataformas se generaron en 2020”, sobre todo entre los jóvenes. Lo que más les gusta del trabajo en la plataforma digital es la flexibilidad (47%) y el ingreso (28%). A 52.5% de las personas repartidoras les gustaría permanecer por tiempo indefinido en las plataformas.

Lo que menos les agrada de esa actividad es el peligro de accidentes, robos o asaltos (64%), pero ese es un problema generalizado en la ciudad. La falta de garantías laborales y no tener seguridad social sólo es mencionado por 11.4 y 13.8%, respectivamente. Razones por las cuales las personas repartidoras no se afiliarían a ningún sindicato o grupo organizado: 51% porque sólo exigirían cuotas y no cambiaría nada y 34% porque sólo beneficiaría a los dirigentes y no tienen confianza.

El sociólogo francés Emile Durkheim en “La división del trabajo social” (1893) explicó este fenómeno con una frase: “violencia de la lucha”. Decía que “si el trabajo se divide más a medida que las sociedades se hacen más voluminosas y más densas, no es porque las circunstancias exteriores sean más variadas, es que la lucha por la vida es más ardua”. Las plataformas lo saben.

La digitalización y los nuevos modelos de negocio basados en plataformas afectan y transparentan las ineficiencias de modelos de negocio, normativos y regulatorios tradicionales. Cuando irrumpieron las plataformas de movilidad Uber y Didi, descubrimos la comodidad del servicio y corroboramos la ineficiencia del servicio de taxi tradicional, los costos de las placas, además de las mafias que lo organizan.

¿Qué lograron las plataformas como tecnologías habilitadoras? Permitieron que los diferentes lados del mercado, compradores y vendedores (la oferta y la demanda), se encontraran e interactuaran, sin la intermediación del gobierno. Se llama “mercado de dos caras”. Las plataformas resuelven un doble problema: poner en contacto a los usuarios y suministrar una interfaz tecnológica que permite la interacción entre esos usuarios.

Las plataformas proporcionan un mejor desempeño a un costo mucho más bajo o nulo, esa es su ventaja competitiva. Pero estos nuevos mercados y plataformas resultan impopulares para los negocios tradicionales que son abandonados por los usuarios, las autoridades que se ven sustituidas y los reguladores ávidos de aplicar controles sin conocer las características de la tecnología.

El premio Nobel Jean Tirole dice en “La economía del bien común” que “los reguladores deberían abstenerse de aplicar automáticamente los principios clásicos allí donde, sencillamente, no se aplican. La elaboración de nuevas líneas directrices adaptadas a las especificidades de los mercados de dos caras exige considerar los dos lados del mercado y no analizar cada uno por separado”.

¿Los trabajadores de las plataformas quieren una organización del trabajo tradicional? No. Incluso la investigación académica de los detractores de las plataformas indica que la flexibilidad es el mayor atractivo de los modelos de negocio de Internet. Hay que indagar las causas de la nueva división del trabajo digital -como lo hizo Durkheim hace 120 años en la sociedad industrial- antes de imponer una regulación que sólo provocará que la lucha por la vida sea aún más ardua.

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