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jueves, 28 marzo, 2024
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El baile de los 41, de David Pablos

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 479 / Cine

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El cine mexicano contemporáneo se divide en dos categorías. Por un lado, se encuentran las películas de festivales, que son obra de directores locales que lograron sembrar éxito en el extranjero, pero cuyas producciones rara vez encuentran una buena distribución en las salas de cine nacionales.

En contraparte, el cine comercial, que es favorecido en su distribución por las cadenas de cine y servicios de streaming, en la mayoría de los casos está realizado a partir de guiones pobres, y que lejos de proponer historias de calidad, solo busca replicar el estilo de comedias y dramas ligeros del cine estadounidense.

En un panorama tan desolador para la industria del cine nacional a veces surgen excepciones en productos mejor elaborados, que funcionan en su propuesta estética pero que también están planeados para un público más amplio y que además no tienen miedo de tratar con respeto a su audiencia.

Tal es el caso de El baile de los 41 (2020), una película que, aunque peca de convencional, logra destacar gracias a sus altos valores de producción y a la digna representación de un suceso histórico, y para muchos, desconocido.

Dirigido por David Pablos (Las Elegidas), el filme cuenta la historia de Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera) esposo de Amada (Mabel Cadena), la hija de Porfirio Díaz (Fernando Becerril). Dentro de su vida como hombre casado, Ignacio tiene dos identidades, la primera como un político que busca emplear su estatus como yerno del presidente para escalar hasta la gubernatura del Estado de México. La segunda, que mantiene en secreto, como un hombre homosexual que todas las noches se reúne en un club secreto, donde lleva a cabo encuentros con Evaristo Rivas (Emiliano Zurita), su amante.

La dualidad del protagonista se vuelve el eje central de la película, y Pablos la utiliza para retratar la represión sexual de la época, que estaba anclada con el estatus político y de género. A su vez, estos eran establecidos por las relaciones personales y la situación matrimonial.

En lugar de enfocarse en el contexto histórico del Porfiriato, el director captura en espacios cerrados y a través de primeros planos a un grupo de individuos que deben reprimir su verdadera identidad para lograr ser aceptados en la sociedad de la que forman parte.

Este estilo visual le otorga gran intimidad a la película, al mismo tiempo que humaniza el dilema interno de sus personajes. Dentro de esta misma estética, Pablos construye conmovedoras secuencias sobre la expresión del deseo y el placer, en lugares ubicados al margen de la sociedad y cuyos partícipes se aceptan sin ningún juicio, tal y como son.

Al final, además de ser la promesa de un cine masivo mejor pensado, El baile de los 41 ofrece una interesante visión de los modos de vida y pensares de una sociedad de antaño, y cuya perspectiva dignifica a una normalidad que apenas un siglo después se comienza a aceptar.

 

 

 

 

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