La Universidad Autónoma de Zacatecas tiene algunos personajes clave que han dado rostro a la joven institución. Hace poco se exhibió una fotografía donde aparecían todos los rectores que ha tenido, lo cual significa que se trata de una institución que no pasa de 2 generaciones biográficas. Las universidades más antiguas datan del siglo 13 y la pontificia universidad de México es del siglo 16; pues la UAZ apenas llega a 5 décadas. Sus antecedentes pueden llagar al Colegio de San Luis Gonzaga en el siglo 18 y al Instituto Literario del siglo 19, pero son eso: antecedentes. Pues bien, el Ingeniero Químico Rogelio Cárdenas Hernández pertenece a la generación que dio origen al primer rostro universitario. Como todas las biografías, la UAZ es la misma, pero no es lo mismo.
El pensamiento positivista del Instituto de Ciencias fue superado por las nacientes ciencias críticas del estructuralismo francés y el marxismo, que pensaban el conocer desde la perspectiva del poder y, con ello, concebían a las universidades no como neutras instituciones de ciencia, sino aparatos ideológicos con un papel decisivo en la alienación social o, bien, en la liberación. El conocimiento era visto desde el interés del mismo: instrumental, comprensivo o emancipatorio. Así las cosas, profesores muy jóvenes llenos de vitalidad hacían de su actividad educativa una forma de alcanzar el ideal de una sociedad emancipada. Eran los tiempos del imaginario de la revolución. Estas son las bases que forjaron los valores sobre los que vivió el resto de sus días Rogelio Cárdenas. Cambió a lo largo de los años, pero sobre esa plataforma axiológica.
Ejerció un liderazgo no por la vía de la vanguardia o la imposición de ideas, sino por la conciliación de las mismas. Esto es, algunos actores sociales y universitarios luchaban por la hegemonía de sus ideas en la izquierda zacatecana, a diferencia de estos, el Ingeniero Cárdenas buscaba (y encontraba) ‘caminos terceros’: de dos vías que antagonizaban, encontraba terceros caminos que hacían transitable el sendero. Esa cualidad lo convirtió en un líder ‘para encontrar encuentros’. Así, su presencia fue angular en la búsqueda de estrategias para desatar antagonismos aparentemente inconciliables. Como la historia de las izquierdas es la narrativa de los sectarismos clavados en idea fijas y extremas como ídolos de piedra, el liderazgo de Rogelio deshacía dichos ídolos y moldeaba sobre un barro más amable. Le ayudaba el carácter cordial que ahora, tirios y troyanos, le reconocen. Se ubicó a la izquierda, incluso en ocasiones radical, pero siempre viendo la realidad sin dogmas. El secreto fue que podía ver el rostro de las personas por encima de las ideologías. Crítico eterno, incluso de la crítica.
La acción de Rogelio no formaba capillas (con monaguillos dentro), ni templos escolares con discípulos; por el contrario, su acción era una conversación en una banca de parque público, donde los actores iban y venían. Se sentaban o se iban a otra banca, con toda libertad. En su acción no había coacción. Como jefe de oficina, en el sindicato, la secretaria administrativa, la rectoría o la secretaría de educación, se respiraba la combinación de libertad y cordialidad. No es gratuito que ahora en su retirada del mundo, las redes se inundaran de muestras no sólo de admiración o reconocimiento de logros, sino de afecto. En la vida pública, Rogelio buscaba conciliaciones: encontraba encuentros. Para finalizar y secundando al rector Rubén Ibarra y muchas de las voces que despidieron a Rogelio: Si el Campus UAZ siglo XXI, tiene alma, seguramente es la de Rogelio Cárdenas cuyo espíritu esperemos perdure en la universidad de sus amores.
