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jueves, 28 marzo, 2024
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Alba de Papel Voces que claman frente a la muralla

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

En el principio Dios creó el día y nació el hombre, luego hizo la noche y nació la mujer. Y así, siglo tras siglo nacer mujer ha sido un estigma para ella y una carga de decepción para la familia que la procreó, por lo que su vida en pleno 2021 ha sido condicionada a parir hijos, cuidarlos y ocuparse del reino doméstico y sus interminables faenas.

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Es la regla general de países y pueblos con significativos atrasos en educación y cultura, como México, donde la tensión social ha llegado al límite, al parecer con un presidente que ha demolido años de conquista por sus derechos humanos, que no alcanza a comprender su justa y necesaria emancipación en una nación libre y “democrática” para estar en igualdad con los hombres, codo a codo construyendo mejores escenarios de convivencia y respeto para sus familias y la sociedad.

Una perversa estigmatización la ha perseguido, obligándola a liderar una lucha silenciosa para liberarse del yugo machista y patriarcal que en muchos episodios, la ha mancillado y ha matado sus ilusiones. La liberación que ha pretendido, y ganado en momentos históricos, está colmada de violencia y dolor, de un sufrimiento indecible, cualquiera que sea su status o condición profesional.

Una es la batalla que se libra en las calles y en los medios informativos, a cargo de féminas resueltas a levantar su voz, una que ya es un rugido de furia ante la incompetencia institucional que enfrenta el horror de tres mil mujeres asesinadas al año y una impunidad del 99 por ciento en violencia sexual contra ellas.

Ante las marchas de los movimientos feministas de este 8 de marzo, en la Capital de la República y en varios Estados, se blindaron los edificios de gobierno, con vallas perimetrales de 3 metros que acordonaron también otros edificios de su centro histórico y comercios, para proteger el patrimonio cultural de pintas y agresiones de una turba femenina ya incontrolable.

Esa fue la nota oficial frente a una interlocución rota, que hoy polariza la opinión pública y se habla de vandalismo y vulgaridad en mujeres que rayan canteras de espacios emblemáticos, rompen vidrios y encienden coches, entran a comercios a amedrentar y vociferan sin mesura.

Ellas argumentan la ineficacia de la política pública en materia de seguridad y protección de sus derechos, reclaman justicia para las que murieron violentadas, que por igual, hoy son bebés, niñas, adolescentes, adultas o ancianas. Exigen asimismo, amparo para la violencia intrafamiliar, que brutalmente se incrementó durante la pandemia y que no alcanzan medidas para sofocarla.

¿Quiénes tienen la razón y cómo se construirá la sociedad ideal?… Es difícil responder a esta pregunta, no obstante, la razón es un juicio que busca la verdad y el equilibrio, examina un pensamiento único que nos contenga a todos, que responda a la necesidad de orden que se requiere para vivir en armonía y que nos libere de la angustia, eso sería la sociedad ideal.

Pero tal premisa no es alcanzable en esta situación de caos y desacralización que marca a las poblaciones actuales y que se reproduce de lo global a lo local, cada vez más divididas y enfrentadas, irremediablemente pareciera, destinadas al escarnio y al sufrimiento social de la diatriba.

En estas localidades nacen, crecen y se desarrollan las mujeres que tienen que luchas más que los hombres, para darle un significado a sus vidas, que si algunas gozan de privilegios o de absoluto respaldo familiar, la inmensa mayoría tiene que bregar y poner su corazón a pulso para mostrar la dimensión de su creatividad y de su poder transformador.

La historia de las mujeres, por encima de los muchos hallazgos y testimonios de su lucha creadora por sentar las bases de su autonomía, se remiten con fuerza excepcional en esta modernidad (como fenómeno espiritual y cultural), a mostrar su temple y valor, sin importar el miedo que la acompaña, porque sabe que no tiene opción y debe confirmar su identidad.

La cultura y el respeto a la vida, son valores universales y la arenga por hacerlos valer no tiene fin en esta batalla de cientos de miles de mujeres, que abanderan a otras para que vivan con mayor dignidad, siendo como son, pero con más oportunidades de educación, empleo y emprendimiento.

El molde de la familia tradicional está fragmentado, las mujeres trabajadoras que son sostén de sus hijos, sienten culpa por dejarlos; muchas adolescentes son sometidas por su padres para no estudiar, al fin y al cabo, están destinadas a casarse; otras fingen estudiar para no estar en sus casas; las mujeres divorciadas o solas, son causa de injustificada crítica, sin reconocimiento a su estoico valor para salir adelante por sí mismas, y así, una larga lista de mujeres profesionistas, políticas, comerciantes, vendedoras, empleadas domésticas e indígenas que están construyendo el status quo del tiempo presente.

Un tiempo revelador colmado de escepticismo, a fin de cuentas, el principio de la modernidad que se vive, por lo que bueno sería volver a la búsqueda de la razón, aquella que es relativa, que entre el blanco y el negro matiza infinidad de grises, para evitar la negatividad de la polarización y de la duda a contrarreloj, de la capacidad femenina Por ello, con esperanza, más educación y cultura para ellas, para que mientras luchan y debaten, no olviden los preciosos valores éticos que las caracterizan. Más aptitud y actitud en la política pública del gobierno, para que la defienda del agresor, más justicia e igualdad para su desarrollo personal y creativo.

Que no se instaure la violencia del tipo que sea, como salida única para resolver un conflicto de justicia social, porque la libertad no es un capricho, está determinada por la racionalidad y el derecho.

Nota: Este texto va dedicado a Tere Chávez, amiga entrañable en los 90 que emergió como briosa flor blanca del semidesierto y luchó con su singular sonrisa y desparpajo, por darle sentido y significado a su vida, a pesar de los estereotipos. Descanse en paz nuestra querida pintora. ■

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