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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

El pronóstico del clima para el día 16 de febrero de 2021 en Zacatecas anuncia vientos de 48 km/hr y una temperatura media de 19 grados C. En este día los agremiados al SPAUAZ (sindicato de personal académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas) acudirán a las urnas para decidir si estallan la huelga o no. Con el procedimiento estatutario violado porque se abandonó, por razones “irracionales”, el plebiscito sumario de delegaciones. Bajo un protocolo para votaciones presenciales aprobado por autoridades sanitarias que ya cuentan casi 180 mil muertos a lo largo del país en la segunda ola de la pandemia. Sin intentar medios electrónicos de votación porque, en fin, el tiempo le ganó al comité ejecutivo. A pesar de lo anterior, el panorama no es desesperanzador. Las condiciones organizativas son importantes, pero más lo es la sustancia del asunto. Para esta vez, la rectoría ofrece más que en otras ocasiones. Son dos las propuestas que pueden resultar beneficiosas a ciertos sectores universitarios: un proceso de promociones de categoría bajo condiciones no distintas a las que ya se utilizan para las promociones de nivel y la oferta de contratar de manera permanente al personal “vulnerable”. Por lo demás, queda en el aire la cuestión del pago al ISSSTE de los adeudos por jubilaciones, cesantía y vejez y se propone lo mismo de todos los años en relación al reconocimiento de plazas vacantes definitivas por muerte, retiro o rescisión. Debe quedar claro que no hay propuesta para todos los agremiados, no están representados todos los intereses, y muchos dirán que lo ofrecido es una burla. Nada se dice respecto de los incrementos de carga frente a grupo, mucho menos se ofrecen soluciones creíbles para la cuestión de la distribución de la carga de trabajo. Sin embargo, quien crea que, de un único golpe, en una única ocasión, se podrá resolver todo no entiende la crisis de la universidad. Tal crisis es, a la vez, de recursos financieros y de recursos humanos. Una es originada por la otra. Si se lee con detenimiento la obra de Eduardo Remedi “Desde el murmullo”, se puede encontrar en esta el origen de muchos de los problemas que hoy minan a la universidad. Afirma Remedi que los universitarios no reflexionan sobre los resultados de sus acciones, por ende, no aprenden. Si a esto se le añade que tampoco realizan prospectiva racional se tienen los ingredientes para la “tormenta perfecta” por la que atraviesa la universidad. Pero seamos más claros: no todos los universitarios tienen las limitaciones señaladas: son los grupos dirigentes quienes sufren de una ideología conservadora y anti científica. Grupos herederos de aquellos que, por haber sido formados en los 1970, padecieron aquello que los investigadores de la maestría en Ciencia Política denominaron “universidad del atraso”. ¿Qué significa este concepto? Remite a la manera en que se reclutaron las primeras generaciones de docentes universitarios. Según parece la mayoría eran estudiantes de licenciatura que fueron contratados para dar clases en preparatoria debido al “vertiginoso” incremento de la matrícula que tuvo lugar en los 1970. No fue la UAZ la única “universidad del atraso”, estas pulularon por la geografía mexicana durante la gloriosa década de la guerrilla. Y por supuesto desde allá viene el problema de las jubilaciones dinámicas impagables porque, en efecto, nunca se construyeron los fondos para financiarlas. Tal no es el único problema, y quizá no es el más grave. Después de todo si la UAZ les deja de pagar a este grupo de universitarios el ISSSTE continuaría otorgándoles una bien “luchada” jubilación. Asunto delicado es el impago de las cuentas individuales porque compromete la posibilidad de jubilación de un amplio grupo de docentes. Es más: garantiza que cualquier docente que entre a laborar en la UAZ no tiene jubilación. Si se busca el origen de esta situación no está en los 1970, se encuentra en los años de 2008-2012 cuando el crecimiento de la planta docente superó el de la matrícula, lo que ocasionó la necesidad de financiarlo recurriendo a las cuotas de seguridad social y a los dineros de impuestos. Cuando el gobierno federal, el de la cuarta transformación, decidió cobrarlos y exigir el pago de las cuotas, se desató la crisis continua. Por cierto, fue una petición del sindicato, nunca atendida, que se pagarán esos dineros. Cuando al fin se pagaron quedo claro que no resolvían el problema porque no hubo, como muchos esperaban, incremento del subsidio universitario. Queda claro, entonces, que el inestable equilibrio de la universidad depende de mantener su deuda viable, de no pagar todo sino hasta que crezca el presupuesto. Por esta razón los reclamos del sindicato no se pueden resolver en el marco de un único emplazamiento a huelga. Haya o no huelga el resultado será el mismo: promesas de pago, calendarios de ministraciones, información a medias, y por lo regular casi todo acuerdo se incumplirá. ¿Por qué? Por la desorganización sindical. Fuera del marco del emplazamiento y de la huelga no existe capacidad de presión. Por tanto, los acuerdos suelen incumplirse. Dadas estas condiciones es natural la incredulidad de una gran masa de docentes hacia el sindicato.

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