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viernes, 19 abril, 2024
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Alba de Papel 2020: El futuro que pasa

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Una pena circular domina el ambiente. Hay dolor social por las vidas anónimas y conocidas que se han apagado en esta cruenta crisis sanitaria, que ha desvelado la miseria humana de la desigualdad y del olvido paulatino de lo que realmente importa, como el apoyo a la ciencia y la investigación, que si hoy se priorizan, ha sido a un precio muy alto, miles de muertes que han dejado una estela de pérdida y sufrimiento en las familias, el arte y la cultura.

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Este año que está por concluir -siguiendo este hilo del olvido de lo que verdaderamente es valioso-, es también la sinopsis del extraordinario valor de la cultura como espacio de reflexión, de recreación y de libertad, defendida con tenacidad por la sociedad civil, sin descontar los tibios esfuerzos de la práctica formal en sus tres niveles de gobierno.

Ante el deterioro de las instituciones formales que la promueven, artistas, grupos, académicos y gestores culturales protagonizaron la titánica tarea, de llevar a través de medios virtuales, una gran diversidad de materiales que sin dudarlo, han contribuido a mantener viva la esperanza de muchas personas y pueblos que están conscientes de su identidad y de su memoria, que saben de su papel dinámico para continuar adelante con mayor fortaleza.

La que se requiere en este tiempo de quebranto y llanto, por lo que se va quedando atrás, por los individuos y los proyectos que se marchitaron, por el deterioro inequívoco de la vida, bajo el atenuante cruel del virus letal, que igual que la muerte, irrumpe y asalta sin contemplación, posición o condición social.

2020 ha sido una dramática línea recta de duros aprendizajes en todos los campos: en la vida familiar y en la vida pública, pero sólo será significativo, si se ha aprendido su dura pedagogía, una lección que no es un destino, sino quizá una posibilidad de alineación efectiva, de la cultura con el medio ambiente, aunado a los valores éticos y morales.

Por así decirlo, esta pandemia, ha demostrado la infalibilidad de la cultura, como canal para repensar nuestra humanidad, ante un mundo global que exige uniformidad y obediencia, bajo políticas de depredación y desconocimiento de la comunidad como un bien insoslayable de su razón de ser, como indiscutible el motor que deberá conminar a las autoridades en turno, y en lo particular a la sociedad civil, a demandar que se inviertan más recursos, que prevalezca una política de la generosidad, verdaderamente incluyente en sus municipios, congregaciones rurales y agrupaciones artísticas de la geografía nacional.

Por la temeridad del tiempo vivido, se dice desde el discurso de la cultura, que el futuro ha rebasado ya toda posibilidad de maniobrar con ella, porque se arriba cansado y agotado para intentar los cambios pertinentes, no obstante, reconoce asimismo, con pujante fuerza, que existe el ahora y el aquí, la capacidad resiliente para levantarse y hacer los movimientos necesarios para su renovación.

El difícil trasiego de 2020 ha reafirmado su papel estratégico y determinante para vivir mejor, para reencontrarse, para soñar, para formarse, para tener ideas y proyectos que permitan no sólo la sobrevivencia, sino su propia redimensión del desafío que representa dentro de esta nueva realidad, crear comunidad, la palabra que une presente y futuro, y que hay que asumir con fe para fortalecerla.

Lejos unos de otros, de familia a familia, de pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, la comunicación no se ha fundado en el vacío, gracias a los medios digitales (con los peligros implícitos que llevan, por el tipo de uso que se les da), la variedad de contenidos culturales y en modo sobresaliente, los conversatorios y charlas de grandes especialistas mundiales, fueron haciendo visible el reto de cómo y bajo qué esquemas habrá de impulsarse la convivencia, tomando en cuenta nuestra extraordinaria diversidad.

Para la cultura, las consecuencias de la pandemia, siguen siendo imprevisibles, algunos señalan que serán endémicas y por lo tanto, acompañarán por siempre a la Humanidad, por lo que, las apreciaciones de los expertos en cultura, por ninguna razón deberán desestimarse y por el contrario, deberán promover nuevos escenarios para su discusión y entendimiento.

Presupuesto, capacitación y descentralización, serán por supuesto, indicativos de un debate mayor para un país como México y sus estados, que invierten poco en cultura, con estándares populistas y verticales que muestran en los hechos, políticas erráticas que niegan el sentido de colectividad, de espacio y del propio territorio cultural de la comunidad.

Cultura y tiempo, son ahora, una dupla para evitar los silencios pausados, ha llegado la hora de luchar en buena lid, sin artificios ni simulaciones, por algo mejor.

Posdata:
Este texto va dedicado con humildad al querido maestro Emilio Rodríguez Flores, al compañero universitario Ernesto Perales Núñez y a doña Alicia Camacho Avitia, luchadora social a favor de la mujer, paz para ellos y consuelo para sus familias, en estos momentos de dolor…lo sentimos mucho.

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