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miércoles, 24 abril, 2024
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Todo se remedia. De la incertidumbre a la esperanza en la migración

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Por: LIMONAR SOTO SALAZAR_ •

La Gualdra 461 / Arqueología e Historia / Ollin: Memoria en Movimiento

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Entre los primeros pobladores de Fresnillo de mediados del siglo XVI se encontraban un portugués de nombre Alonso González y Jácome Schafin natural de la isla de Chipre, fueron ellos quienes establecieron el real de Plateros y le dieron por nombre primigenio Minas de San Demetrio, una devoción propia de la iglesia cristiana ortodoxa griega. Puede entenderse como extraordinario que dos personas hayan recorrido miles de kilómetros vía marítima, para luego llegar al Nuevo Mundo e internarse en los prácticamente desconocidos y peligrosos confines del norte de México, una tierra que les estaba prohibida por no ser súbditos de la corona española. Pero la migración más que extraordinaria es un fenómeno constante y tan antigua como la misma humanidad, en cuyos protagonistas se tiene la esperanza de mejorar sus condiciones de vida y dejar atrás padecimientos, carencias, peligros y persecuciones.

Pero por lo general la incertidumbre suele ser compañera del migrante. En el caso de la etapa histórica de los citados de González y Schafin en que miles cruzaron el océano Atlántico, no faltaron los temores de encontrarse con monstruos marinos que hacían zozobrar las embarcaciones, producto de la imaginería y de mitos. Más reales fueron los portentosos huracanes que deshacían flotas y armadas enteras y que fueron la causa de cientos de naufragios, cuyos sobrevivientes temían encontrarse con los enormes tiburones blancos, así como con los indígenas caribes a quienes atribuían la ignominia del canibalismo. Enfrentar estos riesgos y temores requería de cierta dosis de valor para los hombres y mujeres que migraban.

En tierra continental la incertidumbre continuaba de la mano con la esperanza. El migrante se encontraba frente a una nueva geografía con diversidad de climas y ecosistemas, sociedades nacientes con una diversidad étnica y cultural conformada por individuos de las más diversas latitudes, incluso los que fueron secuestrados de África para ser sometidos a la esclavitud y ser forzados a vivir en tierras lejanas.

Para muchos su confianza de bienestar crecía cuando se daban noticias de descubrimientos de minerales preciosos, particularmente Zacatecas fue uno los polos de mayor atracción a donde acudieron miles de personas en busca de trabajo y de fortuna, además del puerto de entrada para el septentrión, la urbe zacatecana era de suma importancia para la colonización de los territorios que en la actualidad ocupan Durango, Sinaloa, Chihuahua, Nuevo México, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas.

Para muchos migrantes, si no es que para la mayoría, su empresa no fue sencilla, como así lo manifiesta Gaspar Mejía en una carta dirigida a su esposa, en donde habla de su recorrido por estas estas tierras norteñas con el objeto de lograr una mejor vida.

 

“Bien mío. Yo salí de México quince días antes de Navidad y me entré a la Tierra Adentro, porque yo no quise ponerme a cosas bajas y he venido a una tierra que se dice Zacatecas que es tierra de minas y mucho trabajo. Pasé adelante de una tierra que se dice Durango porque me dicen que me irá bien allá. De ahí hago caso adelante a una tierra que se dice Chiametla, que es todo lo que está descubierto hasta ahora, y todo esto no ganando un real; Dios lo remedie todo”.

Gaspar Mejía, Zacatecas, enero 5 de 1587[i]

 

Después de su periplo Gaspar retornó a Zacatecas, posiblemente porque fue el lugar que más prometía para sus afanes de prosperidad. La urbe minera significó para muchos una oportunidad de buena ventura, en esta perspectiva se encontraba desde el gran comerciante hasta el mercachifle, el diestro en artes mecánicas, el operario minero, el que deseaba ser parte de una comunidad religiosa y participar en un proyecto misional o los que vivían de la guerra y se enlistaban como soldados de la fortuna en las plazas zacatecanas como la San Agustín para de ahí partir a las Filipinas o Texas.

Con el trascurrir del tiempo la naturaleza migrante que se fraguó en Zacatecas continuó acorde a los distintos fenómenos sociales y económicos. Las nuevas bonanzas mineras, el desarrollo de poblaciones industriosas, conflictos armados, proyectos colonizadores, entre otros aspectos, fueron parte de esa esencia migrante que en el zacatecano puede encontrar hondas raíces.

En la actualidad en las vialidades de muchas poblaciones zacatecanas pueden encontrarse migrantes de centroamericanos quienes se encuentran de paso y piden algún auxilio para proseguir en su camino hacia Estados Unidos. Ellos suelen ser objeto de rechazo dificultando con ello su camino, pero sería preciso mencionar que quienes actúen de esa manera es muy probable que también sean detractores de su propio pasado familiar, porque como ya se ha apuntado: el zacatecano tiene un vínculo inherente con la migración. Es deseable que esos migrantes no fueran cuestionados a la ligera por su presencia, mucho menos estigmatizados. En cambio, cosa buena sería que por lo menos se les favoreciera de empatía, con ello se abonaría en la esperanza de que tengan una vida mejor.

 

 

 

* Centro INAH Zacatecas.

 

 

[i] Este testimonio aparece en el libro Cartas de emigrantes a Indias 1540-1616, de Enrique Otte, publicado por el Fondo de Cultura Económica en el año de 1993. Para mayor entendimiento en su lectura fueron modernizadas algunas expresiones del castellano antiguo.

 

 

 

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