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martes, 23 abril, 2024
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Por: Humberto Mayorga •

La Gualdra 461 / Río de palabras

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He permanecido con la mirada fija al techo por más de tres horas, te pienso, te imagino, te pienso otra vez. Hará un mes o más que estoy de mi habitación a la cocina, del patio al estudio, de tu boca a la mía. Irónicamente cierro la puerta y me enclaustro a leer, a veces escribo solo y solo para mí, esa es la escritura, un acto en soledad. Cada palabra da vida a la memoria y sonido a un instrumento muy a lo lejos. Te pienso. No siempre se podrá estar en el encierro, fijo la mirada a la ventana, entre abro la persiana y sé que debo continuar con rutinas. Aproveché una salida, comprar víveres y material para pintar. Sí. Otra vez, pinto paredes y lienzos, bien podría dibujar tu mirada. De vez en cuando cocino, aunque no tengo apetito. Te pienso…me dirijo a la sala. Enciendo el toca discos y escucho a Frank Sinatra, me hace bien, luego viene la música de los veinte, algunos boleros y la trova.

Te pienso. El insomnio ha llegado después de un domingo. No puedo darme esos privilegios del mal hábito de dormir, así que me levanto a la misma hora a tomar café, luego, hacer ejercicio. He logrado buenas rutinas en días de guardar. Fijo la mirada a la puerta, pienso también en esa gente que no tiene manera de estar en casa. Y viene un poco la nostalgia y esta imposibilidad de resolver el mundo y los problemas, y el dolor ajeno. Te pienso, pienso cómo un simple roce de tu mano me causa electricidad, en cómo la tonalidad de las palabras deja ver un ser de belleza extraordinaria, cómo pretendes esconder, también, la extrema sensibilidad y esa capacidad de asombro ante el mundo. Te quiero por ser de buena madera, dijo un cursi poeta. Te quiero por ser.

Llega la noche y me enclaustro a leer dos horas hasta que me da sueño y la caída del libro me despierta. Te he llegado a soñar, quizá algo he hecho mal, quizá no. No. Uno no puede morir sin extrañar y decirlo o morir en el intento. Te pienso. Estos domingos interminables me hacen sentir más de lo habitual, me pregunto, me cuestiono y llego al mismo punto. Estoy justo en esa línea entre lo real y lo fantástico. Siguen siendo días de guardar, días que no se nombran, dará lo mismo decir: hoy es mañana, ayer te veré. Da igual nombrar las horas también. Te contemplo desde mi habitación en espera de que todo esto termine por irse y permitirnos estar, afuera donde el canto del ave acompañe el andar de la abuela y la sonrisa de los niños. Te pienso.

 

 

 

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