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sábado, 20 abril, 2024
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Antagonismos

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Por: René Fernando Lara Cervantes •

Luego de una reñida elección, Joe Biden venció a Donald Trump, para a partir del de mes de enero tomar su lugar en la Casa Blanca. El proceso electoral fue seguido muy cerca por México, ya que la agenda del presidente electo sin duda tendrá repercusiones y puede generar tensiones entre ambos países, en este sentido, un aspecto que cabe destacar es la política ambiental propuesta por Joe Biden la cual pone a la crisis ambiental como uno de los elementos prioritarios a atender en su administración. Biden le dará otro matiz a la política energética de Estados Unidos al posicionar nuevamente a este país como líder mundial en el combate al cambio climático, afianzando este compromiso con su reincorporación al Acuerdo de París. El regreso de Estados Unidos es fundamental, al ser el segundo mayor emisor de emisiones de dióxido de carbono (CO2), luego de China, cuya ausencia generaba incentivos a los países petroleros a no adherirse o no respetar sus metas en cumplimiento del Acuerdo; entonces, con esto se esperaría un aumento en la responsabilidad global para la disminución de emisiones. La situación es alarmante ya que según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), un calentamiento promedio encima de 1.5 °C, pondría en riesgo la salud humana, la seguridad alimentaria, el desarrollo económico y la vida en general. Sin embargo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que al actual ritmo de descarbonización el aumento de temperatura a final de siglo será de 3.2 °C, un valor muy por encima de los escenarios menos catastróficos lo que exige un mayor compromiso en esta materia.

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Un tema en donde existen divergencias importantes entre Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es en materia energética, donde el presidente electo estadounidense ha anunciado el Plan para una Revolución de Energía Limpia y Justicia Ambiental, que cuenta con compromisos verdes históricos y ambiciosos como lo son: alcanzar una economía de energía limpia al 100 por ciento; lograr cero emisiones netas al 2050, realizar inversiones históricas en energía limpia, investigación e innovación climática; e invertir en infraestructura resiliente a los efectos del cambio climático. En este aspecto, se han anunciado inversiones por 2 mil millones de dólares en los próximo cuatro años, equivalentes a un 10 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), para lidiar con los impactos de la administración de Donald Trump y acelerar la transición energética estadounidense, la cual sin duda también será crucial para en materia de empleo, la reactivación de la economía y la lucha contra el cambio climático. En contraste, la política energética de AMLO va a contracorriente al considerar que las energías renovables un sofisma e incluso ha habido intentos de frenar su desarrollo como fue el caso del acuerdo energético del pasado 15 de mayo publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF), y el paro en el 29 de abril de 44 proyectos privados de energía solar y eólica por parte del Centro Nacional de Control de Energía (CENACE). Es importante destacar que en materia de cambio climático, una de las principales fuentes de emisiones en México es la generación de energía a partir del uso de combustibles fósiles, no obstante se busca garantizar el abasto de energía eléctrica empleando combustóleo, el cual de acuerdo con el portal Sin Embargo, Petróleos Méxicanos (Pemex) produce en grandes cantidades, por ejemplo, el año pasado se generaron cerca de 149.9 miles de barriles diarios y este año la producción solo es ligeramente más baja. El empleo de este hidrocarburo por parte de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) únicamente aumentará las emisiones contaminantes, que a su vez afectan seriamente la salud de la población al incrementar la incidencia de enfermedades respiratorias.

Lo anterior podría tener consecuencias sobre el comercio internacional, pues es muy probable que Biden insista en el cumplimiento de las disposiciones laborales y ambientales del T-MEC, lo que obligaría al gobierno y a las empresas a cumplir con ciertos requisitos, incluyendo energéticos, para evitar la imposición de aranceles. La inversión extranjera en energías renovables también podría estar en riesgo, al no existir certidumbre para la realización de proyectos, situación que ya fue denunciada por los embajadores de Canadá y la Unión Europea en México y en donde Biden podría salir en defensa de los intereses de las empresas estadounidenses involucradas en el sector.

A la luz de los hechos, las divergencias en la política energética de ambos países pueden tener impactos negativos en materia económica para México, lo cual derivaría también en fricciones diplomáticas. Asimismo existe una tendencia de otras grandes potencias como Japón, la Unión Europea y Corea del Sur, quienes buscan descabornizarse para el 2050, en este sentido, con base en las tendencias no existe ninguna lógica que respalde el desarrollo del sector energético con base en hidrocarburos y tecnologías obsoletas, los cuales solo aíslan a México aún más de la comunidad internacional y sus beneficios en materia de cooperación. A pesar de que la postura de rechazo a las energías renovables será debilitada gracias a la política de Biden, aún es muy pronto para saber si el gobierno federal hará algún ajuste a la política energética, no obsante, el cambio es urgente para demostrar un compromiso real con el desarrollo sostenible, al cual no contribuye el intento de revivir las viejas glorias del sector de los hidrocarburos.

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