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viernes, 29 marzo, 2024
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Hora cero en Estados Unidos: la democracia

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Sería absurdo negar la influencia que ha tenido el modelo político implementado en las trece colonias inglesas en Norteamérica, para el mundo y su desarrollo democrático. Desde su nacimiento, los Estados Unidos significaron una esperanza en cuanto a forma de organización política, desde el punto liberal. América Latina identificó dicho modelo con sus aspiraciones de libertad y buscó reproducirlo, aunque, sobre decirlo, sin mucho éxito en 200 años. En cambio, el modelo que a nuestro vecino norte le funcionó durante más de dos siglos, lleva algunas décadas mostrando cada vez más, su debilitamiento en la propia tierra que lo vio nacer.
Explicaciones las hay muchas: desde el pecado original de la Constitución de Filadelfia que reconoció que “todos los hombres nacen libres e iguales”, pero que, al sostener la posibilidad de la esclavitud, reconocía la contradicción misma de la famosa frase, al ser evidente que esa libertad y esa igualdad eran para un tipo de “hombres” en específico: ellos mismos y los que eran, vaya redundancia, iguales a ellos. También lo está la radicalización de una sociedad, que, entre más plural, menos entendida es por su otrora mayoría, y permite, luego entonces, una polarización entre quiénes buscan conservar un status quo hoy inexistente, y quiénes aspiran a construir uno nuevo, que los incluya a todos y no solo a los “iguales” de los padres fundadores.
El asunto va más allá de las explicaciones que pudieran existir. Como decíamos el modelo que se desarrolló en la más antigua democracia viva significó pronto un fato para el desarrollo de instituciones políticas, que, a su vez, han permitido al progreso anclarse en conquistas que no podemos siquiera imaginarnos su ausencia hoy en nuestra cotidianeidad. Por eso, lo que suceda en la próxima elección en la que se enfrenta Joe Biden y Donald Trump es crucial para el modelo y su réplica en el orbe. El primero representa justo la tradición política que permitió a los Estados Unidos, aún con todos sus defectos, un modelo democrático que como ningún otro permitió a su vez la búsqueda incesante y conquista recurrente de libertades, derechos e incluso escalar peldaños en la pirámide económica. El otro, por el contrario, significa esa vieja y siempre presente oposición reaccionaria, profundamente racista, xenófoba, vulgar e ignorante, que, sin embargo, el modelo solía contener y atender con diminutas concesiones. Por supuesto que la descripción anterior es simplista y podría discutirse ampliamente, sin embargo, para efectos de este texto, me parece válida y defendible.
La cada vez más posible derrota de Trump y con ello una debacle de dimensiones históricas para los republicanos, podría significar una oleada de aire fresco, diverso, progresista, y principalmente, liberal, para las instituciones democráticas de los Estados Unidos, y con ello, una reconfiguración de ese modelo que permita a su vez replantear otros tantos en el mundo, siguiendo su experiencia. Pareciera ser que, sí finalmente los republicanos tienen una gran derrota, el populismo aliberal traería consigo no un desmantelamiento del modelo democrático liberal, sino un relanzamiento del mismo, reformado al contexto del siglo XXI. Ganaríamos todos, lo aseguro.

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@CarlosETorres_

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