Desde siempre he escuchado que para el futuro no hay nada escrito, pero es importante ir delineando la ruta y los objetivos ante el tiempo próximo.
Para muchos, y a nivel mundial, la pregunta de los 64 mil es, ¿qué viene para la seguridad social, hacia dónde va? Como todo futuro, ese porvenir no está escrito, no obstante, debemos construirlo, utilizando la prospectiva como herramienta, que nos permita definir las rutas de acción, apostando al futuro con gestiones al corto y mediano plazo.
La seguridad social, se va determinando por condiciones históricas, multiplicidad de factores, como nuevas condiciones demográficas, epidemiológicas, médicas, actuariales, fenómenos migratorios, la ampliación de derechos sociales, condiciones económicas y política de cada país, y varía en función de todo desde prestaciones mínimas para la atención de enfermedad o jubilación y en otras garantías incluso para el desempleo.
Como derecho y como parte de la política social los alcances deben de estar claramente definidos, a lo inmediato y a lo futuro, para reducir su incertidumbre y con la finalidad de que se pueda vislumbrar en el largo plazo, y eso implica la incorporación en el debate de temas incluso extraterritoriales en protección de derechos.
El estado de bienestar en el cual encuentra su ancla la seguridad social debe evolucionar por el déficit que viene arrastrando, pese a ser garante de ampliación de derechos, el estadio no es sostenible bajo las condiciones actuales.
La dinámica población cambia y con ello las relaciones laborales, los empleos no permanentes, la cobertura, los mecanismos administrativos, todo ello implica retos que debemos enfrentar en la nueva seguridad social.
La ampliación de derechos y aquellos que se consideran de seguridad social, debe darse para avanzar en un estado, siempre que su garantía tenga las condiciones necesarias para su realización, de lo contrario, sólo lleva al ahorcamiento del propio sistema y pone en riesgo los fundamentos básicos que le dan razón de ser. Lo menos no puede ser lo más. El gradualismo es un elemento necesario, sí, pero con fundamento.
Imaginar mantener esquemas de décadas anteriores es ilusorio, pese a que los principios sobre los cuales se basa la seguridad social permanezcan, los mecanismos para garantizarlos deben adaptarse en función de nuevos modelos laborales y protecciones focalizadas, para garantizar una vida digna y una vejez sin sobresaltos económicos, privilegiando el principio de equidad.
Dentro de la seguridad social, el tema de una vejez digna, es parte fundamental, y en la discusión de los temas el modelo de pensión solidaria, como en la actualidad se maneja en el ISSSTEZAC y los sistemas de pensiones en los Estados, ha sido a través de los tiempos la base, en su momento el ISSSTE e IMSS también, mediante este estándar pagan sus pensiones.
La aplicación de la seguridad social debe ser colectiva, es decir, en consonancia con los actores que entienden su importancia y trabajan política, económica financieramente para su sostenimiento.
La evolución de los sistemas de seguridad social debe estar en equilibrio de manera conjunta con la sociedad, trabajadores activos, pensionados, jubilados, directivos y gobierno, analizando las mejores prácticas y experiencias en otras entidades.
Todos estamos inmersos en esta sociedad dinámica, la seguridad social no es estática, por el contrario demanda entre otras cosas, el bienestar de quienes ya cumplieron con su vida laboral y que han aportado, para dar soporte a las pensiones de sus predecesores.
La seguridad social, no es estática es dinámica, es pública, pero debe ser solidaria y distributiva, ese es su futuro y su base, y es ahí donde la deuda para materializarla se amplía, por ello, requerimos impulsar su evolución ni decadencia ni inmovilismo, tenemos que actuar, para evitar el colapso por venir.
*Director General del ISSSTEZAC
