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viernes, 19 abril, 2024
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Que era cuestión de esperar…

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 444

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La nostalgia es dura; los recuerdos llegan inevitablemente. Antes de la pandemia podíamos hacer muchas cosas que hoy simplemente no están permitidas y quién sabe hasta cuándo podamos volverlas a hacer… como ir a un baile. Un baile en el que las parejas puedan tomarse de las manos, abrazarse y al ritmo de la música recorrer el salón dispuesto para que todos, sin guardar sana distancia, puedan desplazarse como movidos por una ola cadenciosa. Hoy las circunstancias nos aconsejan no acudir a lugares en donde las multitudes se congreguen, tendremos que aplazar durante un buen tiempo, no se sabe cuánto, ese tipo de placeres.

Hace unos días Conrado, un amigo español que recientemente tuvo que viajar a su país, decía que la experiencia del vuelo fue poco más que tormentosa; usar el cubrebocas durante más de 12 horas seguidas es algo para lo que nuestro cuerpo no está preparado, mucho menos para desplazarse -a la defensiva- en los pasillos del aeropuerto y del avión tratando de no rozar al otro, de que el otro no te toque, de desinfectar casi compulsivamente las superficies, de tratar de no ver fijamente el comportamiento de los demás para que tu mirada no resulte ofensiva. Tendremos que acostumbrarnos a manejar nuestro espacio vital con cautela, amablemente, pero también con rigor. Y eso cansa. Dice Conrado que tal vez pasen 30 años más antes para volver a retomar las cosas con la “normalidad” de antaño y eso me llena de angustia. Prefiero pensar que exagera y que no será tanto tiempo, pero todo parece ser posible; ante un escenario de más de 60 mil muertos en nuestro país, cualquier cosa puede suceder.

A cinco meses de que esta nueva forma de vida empezara, el verbo extrañar se ha convertido en la constante. Extraño ir al cine, al teatro, a un concierto, al mercado a comprar verduras y platicar con el marchante, a comer tacos, a formarme en la fila de las tortillas, incluso extraño ir al banco -y era una de las cosas que más me estresaba-, extraño a mis amigas. Nunca he ido a la iglesia periódicamente y hoy hasta eso se me antoja. Imagino una tarde de domingo en la que pudiera ir a desayunar fuera de casa, ir a un museo, a una librería, pasear por las calles, tomarme un café para agarrar vuelo y luego seguir caminando hasta llegar a un templo, entrar sin miedo al encierro y a los miles de bichos -imaginarios o no- rondando en el aire, sentarme en una banca y admirar los retablos, la trama de los pisos de madera de Santo Domingo… deseo hacer las cosas que pude durante mucho tiempo y hoy no puedo, pero lo que más quiero es bailar en un sitio al que la gente vaya solo a eso. No es lo mismo bailar, ver películas, teatro y exposiciones en casa, pero nos tenemos que acostumbrar.

Recuerdo ahora los bailes de música norteña a los que llegué a ir hace años a Río Grande, porque allá esa es la música con la que uno crece, con la que uno aprende a bailar; la escuchamos en la radio, en las calles, en las fiestas, en el mercado o cuando uno va a comprar el pan. Esta música es parte de nuestra cultura regional. Es la que se baila en los festivales del 10 de mayo en las primarias, la que bailamos para agradar a nuestras mamás que ven durante el numerito a sus hijos bien vestidos y peinaditos -y angustiados los más- medio seguir el ritmo cuidando que el chongo no se caiga o que la texana se quede en su sitio; la que uno baila en los días de Carnaval. Extraño a mi madre, hace 5 meses que no la veo, y a ella también le gusta bailar.

“Lalo Mora tiene Covid-19 e ingresó al hospital”, fue la noticia de hace unos días; en ese momento vino a mi memoria el corrido de “Laurita Garza” que dice lastimeramente “La última vez se vieron, ella lo mandó llamar. Cariño del alma mía, ¡Tú no te puedes casar!, ¿no decías que me amabas? Que era cuestión de esperar…”. Extraño a mi padre. Y entonces recordé también que hace mucho que no bailaba, que extraño mucho bailar. Ojalá que no pasen 30 años para poder ir a un baile. Ojalá que pasen 30 años y podamos contarle a alguien lo mucho que nos dio por extrañar. También esto es cuestión de esperar.

Que disfrute su lectura.

 

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