Atacar el hambre y la obesidad es un asunto de justicia pura. Es atacar la inseguridad alimentaria y el derecho a la vida y a una vida digna y sana. Resultado de una injusta tradición del sistema político mexicano, que tuvo mayor auge en el neoliberalismo, donde se privilegió el crecimiento voraz del capital a costa de lo que fuera, incluyendo el ambiente, el territorio, la alimentación y la salud pública.
Esto reclama una transformación profunda de los sistemas alimentarios, para proporcionar a la creciente población mexicana una alimentación saludable y producida de manera sostenible.
La obesidad en México es un problema muy severo, un tema ético y económico, que está afectando la esperanza de vida de los mexicanos. Hoy, nuestro país tiene que enfrentar la preocupación sobre los hábitos de consumo de los niños y niños que buscan alimentos y bebidas ultraprocesados y sabores cada vez más dulces debido a la exposición a Ambientes Obesogénicos1. Y a las estrategias que se utilizan como la publicidad dirigida a la infancia que usa personajes para engancharlos y así confundir a niñas y niños, sobre si un producto es saludable o no y de esta forma, favorecen su compra y en detrimento de los alimentos saludables.
Un reflejo de la realidad que vive el país de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se traduce en que cerca del 73% de la población padece obesidad y de este porcentaje, el 34% sufre obesidad mórbida.
Aunado a esto, en México la obesidad está ligada a la inseguridad alimentaria, pues la población suele acceder a alimentos de baja producto de que la mayoría de los mexicanos viven algún tipo de pobreza.
Para millones de mexicanos en situación de pobreza alimentaria la mala nutrición no obedece a un problema de “comer mal”, sino a un problema de comer “lo que hay”; se trata de comer y de tratar de saciar el hambre.
Cuando los niños padecen desnutrición, son más propensos a morir por enfermedades y presentar retraso en el crecimiento durante el resto de su vida. No es necesario un grado avanzado de desnutrición para sufrir consecuencias graves; tres cuartas parte de los niños y niñas que mueren por causas relacionadas están sólo ligera o moderadamente desnutridos.
Millones de niños y niñas mexicanas no tienen acceso regular a comida segura, nutritiva y suficiente y cada día van a descansar sin haber comido las calorías mínimas para su actividad diaria. No es lo mismo comer que estar alimentado y los vínculos entre hambre y obesidad cada vez son más estrechos. No son problemas contradictorios. El hambre y la inseguridad alimentaria llevan a obesidad y sobrepeso.
México es el país en América Latina que más productos ultra procesados consume, incluyendo bebidas azucaradas, siendo los preescolares quienes más consumen con cerca del 40% de sus calorías provenientes de la ingesta de estos productos.
El exceso de peso en la infancia conlleva a complicaciones en su crecimiento y pleno desarrollo y les predispone a ser adultos enfermos en el futuro, los condena a desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Si no se priorizan acciones de prevención de la obesidad, las tasas crecientes de las niñas y niños con sobrepeso tendrán un impacto negativo en la economía, la productividad y el bienestar general de la población.
Niñas y niños de todas las condiciones sociales están expuestas a una industria inmoral que basa el diseño de sus productos en lógicas del mercado, es decir, se busca obtener mayores ganancias a los menores costos posibles.
Notas:
1Conjunto de factores ambientales y sociales a los que un individuo está expuesto y que son motivo para que gane peso corporal hasta rebasar el límite ideal que le garantice un buen estado de salud.
https://www.ciad.mx/notas/item/2297-que-es-un-ambiente-obesogenico ■
*Presidente de la Comisión de Agricultura, Ganadería,
Pesca y Desarrollo Rural del Senado de la República
