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jueves, 28 marzo, 2024
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El México al que llegó la epidemia

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Si esta no es la peor de las pandemias, cuando menos es la primera en llegar a tantos lugares en tan poco tiempo.

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Nunca habíamos estado tan conectados, lo cual además de ayudar a la propagación, facilita la comparación y la comunicación.

Esto permitió a México preparar laboratorios para detectar el Sars-cov2 anticipadamente, contratar y capacitar a 50 mil trabajadores de la salud, acceder a equipo de protección personal, a medicamentos y ventiladores.

Pero también la conectividad ha generado el bombardeo de historias sacadas de contexto sobre soluciones milagrosas; que si Suiza salió adelante sin encierro, que Corea lo logró haciendo pruebas, otros usando cubrebocas, uno más multando por salir, y otros con dióxido de cloro, etcétera.

Verdades parciales todas, porque cada sociedad tiene circunstancias que hacen más efectiva una medida u otra de acuerdo a su sistema de salud, sus condiciones sociales y económicas, y las características de sus poblaciones.

Europa tuvo el reto de la migración interna y puso especial atención a sus ancianos, pero tuvo a su favor un sistema de salud con amplia cobertura y una situación geopolítica que les da amplias posibilidades de negociar insumos médicos en conjunto y ahora de recuperar la economía con apoyos mutuos.

Reino Unido por ejemplo puede exigir aislamiento obligatorio a los extranjeros que llegan a su país, pero los españoles no pueden darse ese mismo lujo al menos con los ingleses.

No hay igualdad de condiciones.

Las de México en particular son complejas. Aquí antes del Covid, el 75 por ciento de la población adulta era obesa o con sobrepeso, lo cual, como se nos advirtió desde el inicio, podría generar una mayor tasa de letalidad.

Pese a esa estadística fue difícil establecer el etiquetado frontal y eliminar la publicidad de comida chatarra dirigida a la niñez. También lo ha sido reorientar el gasto dedicado al deporte para la masificación del mismo y no para el espectáculo dónde se admira a ‘garbanzos de a libra’ desde las gradas con papas y cervezas que las estrellas no consumen, pero sí anuncian.

Por otro lado, México enfrenta la emergencia con escases de trabajadores de la salud; con un sistema en el que las convocatorias para contratar especialistas pasan años desiertas porque son pocos los graduados, y los que hay, prefieren la práctica privada donde cobran por consulta entre 600 y 2 mil pesos.

Muchos médicos generales en tanto, cobran 35 pesos por consultas exprés en la infraestructura montada por una distribuidora farmacéutica que ha sustituido en los hechos la atención médica primaria que debería brindar el sistema de salud.

Esas precarias condiciones laborales son las opciones de trabajo pese a que las instituciones de salud suelen estar saturadas; esto porque ingresar a trabajar a ellas sin especialidad es más difícil que ganarse la lotería si no se tienen los lazos sanguíneos adecuados.

Y aún hablamos de los medianamente afortunados, pues en el camino para llegar a un título profesional se quedaron miles de jóvenes que encontraron las puertas de las universidades públicas cerradas. ¿Cuántos de quienes hoy pudieran estar en bata blanca atendiendo a los pacientes se encuentran del otro lado, enfermos, por correr el riesgo del contagio ante la necesidad de llevar pan a casa?

Quienes pueden han recurrido a las universidades privadas para formarse en el campo de la salud, sin embargo, muchos no pueden incorporarse hoy a la lucha contra la Covid porque sus títulos y cédulas profesionales tardan hasta dos años en tramitarse.

La situación de los recursos materiales no es mejor. La corrupción es el “pan nuestro de cada día” en la compra, manejo y resguardo de medicamentos y equipo médico. Desde las licitaciones, hasta quien se lo lleva para su “guardadito”, su prima, o para venderlos en el ámbito privado.

Apenas la semana pasada México acordó con la Organización de Naciones Unidas su intervención para la compra de medicamentos a buenos precios, pese a que la ONU tiene 45 años apoyando a otros países en el mismo tema.

Imaginé las posibilidades si eso hubiera llegado antes o si tuviéramos funcionando los más de 300 hospitales que habían sido abandonados en los últimos años.

En ese panorama nos llegó el virus, al que habría que sumar la frágil economía de millones que vuelve casi imposible permanecer en casa.

Sin embargo, se espera que copiando a oriente en una de sus muchas medidas podemos salir avante. Nos engañamos. No somos Japón, y no lo éramos antes de la epidemia.

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