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viernes, 29 marzo, 2024
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Hacia la normalización de los encuentros entre los presidentes de México y Estados Unidos

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Al llegar a la presidencia de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador se encontró con varios hechos que influyen en el tipo de país que tenemos, en su demografía, su economía, su cultura, etc. Recordemos que una cuarta parte de los mexicanos viven y trabajan en Estados Unidos (EU), la mayoría nacieron en México pero un número siempre creciente nacieron allá de padres mexicanos. Ellos influyen de manera importante con su trabajo en la economía norteamericana, y se dejan sentir en México con el envío de una cantidad creciente de remesas dirigidas a sus familiares. Por otra parte, hay que tener presente que Canadá y México se disputan el segundo y el tercer lugar en el intercambio comercial con EU, mientras que las economías de estados importantes de México (los fronterizos y los que integran el bajío), dependen crecientemente de las exportaciones hacia nuestro vecino del norte. Por el contrario, las relaciones de México con América Latina se deterioraron en las últimas décadas debido a la idea de que México ya no debía mirar al sur para prepararse, en todos sentidos, para integrar con Canadá y EU algo parecido a la Unión Europea, sueño neoliberal que el presidente Donald Trump se ha encargado, en ocasiones groseramente, de mostrar su inviabilidad.

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Los presidentes Donald Trump y AMLO han llegado a tres acuerdos importantes: la reforma del tratado comercial trilateral, el relativo a la migración centroamericana, y la acción concertada ante la reciente crisis de los precios del petróleo. En el primero, el gobierno de Estados Unidos estaba decidido a denunciarlo (cancelarlo), pero reconsideró ante fuertes presiones empresariales internas y un posible escenario económico complicado, con una oposición demócrata que impuso sus condiciones para aprobar el nuevo T-MEC. En relación al segundo, fue México quien hizo mayores esfuerzos presionado por la amenaza de imponer aranceles generalizados al margen y en transgresión del TLC, ya que el gobierno mexicano no deseaba asumir la estancia en la frontera sur de los solicitantes de asilo a EU y no quería confinar migrantes en el sureste del país. México sigue insistiendo en propiciar el desarrollo con bienestar de los paises centroamericanos, y ha contado con el respaldo invaluable de la Cepal. Y en el tercero, fue EU quién asumió una cuota mayor en la reducción de su plataforma petrólera, para alcanzar un acuerdo para recuperar los precios. Hasta aquí los acuerdos. Sus desacuerdos se circunscriben al papel de la OEA, con el respaldo de EU, ante los problemas en Bolivia y Venezuela, y el bloqueo a Cuba.

Los hechos de la realidad, no obstante sus desacuerdos, obligan a los gobernantes de México y EU a mantener un trato personal permanente y cordial. Recordemos que Ernesto Zedillo visitó cuatro veces a Bill Clinton; Vicente Fox se reunía con George Bush en su rancho de Texas; Felipe Calderón fue a la Casa Blanca una semana antes de que Bush entregara la presidencia, y visitó luego dos años consecutivos a Barack Obama. Enrique Peña llegó a ir cada año a ver a Obama al final del mandato de éste. Desde mi punto de vista, los jefes de gobierno deberían verse con más frecuencia. El próximo encuentro de AMLO con Trump ocurre por invitación de éste en plena recta final de una complicada campaña por su reelección. AMLO llega al encuentro habiendo logrado 184 votos en la ONU para ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad, entre los cuales se cuentan la totalidad de los países de América Latina y el Caribe, hecho político relevante que también ocurrió para que México encabece la CELAC.

Se podría esperar que en el anunciado próximo encuentro, ambos mandatarios de México y EU ponderen el T-MEC y anuncien avances menores en varios de los capitulos bilaterales. No es muy seguro que Trump trate de relanzar su tema del muro fronterizo por el desgaste, y muy probablemente relance el tema migratorio tomando en consideración las recientes grandes movilizaciones contra el racismo provocadas por la violencia policiaca contra los negros. No es fácil que Trump simplemente retome su discurso antimexicano, pues no es seguro que le reditue grandes ganancias electorales.

También es probable que Trump insista en lo dicho por su secretario de Estado que Washington espera que México colabore en el establecimiento de instituciones democráticas en Venezuela. Ya no es el mismo discurso que cuando EU quería obligar a México a mantenerse dentro del ridículo Grupo de Lima. Frente a esa posibilidad, México mantendrá su apego a la doctrina de la no intervención, porque también es una defensa propia frente a coyunturas complicadas.

Ante las críticas de la oposición en México por el encuentro y por la firma del T-MEC, es importante recordar que más de las dos terceras partes del comercio de México se hace con Estados Unidos y casi todo bajo reglas comunes contenidas en el tratado. Sería absurdo no plantearse su mejoramiento y su reforzamiento político o, más absurdo aún, romper lanzas con Trump. Es cierto que el TLCAN trajo una desindustrialización parcial del país, el abandono de la producción de granos, la más completa apertura a las trasnacionales estadounidenses. Por otra parte, la economía mexicana alcanzó un superávit comercial frente a Estados Unidos y mantuvo un déficit con el resto del mundo. Los grandes exportadores son por lo general los grandes importadores, pero, además, las empresas mexicanas que venden mucho en EU exportan también capital hacia allá mismo u otros paraísos. Todos estos problemas deben resolverse buscando nuevos mercados, prioritariamente en América Latina, pero sobre todo hay que fortalecer el mercado interno, construir una verdadera política industrial y varias proyectos de desarrollo regional.

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