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jueves, 28 marzo, 2024
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■ Alba de Papel Las nuevas reglas del juego de la vida

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Ante una violencia histórica imparable, llegar y trascender a la pandemia provocada por el Covid-19 y verla como prueba de fuego, obliga necesariamente a pensar en el conflicto social multifactorial que azota a pueblos y ciudades, y el papel relevante que la cultura tiene para resolverlo.

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Hoy para todos, está entre la incertidumbre y la tensión, la posibilidad de la vida ante una “nueva normalidad” que no logra comprenderse a cabalidad, porque tampoco hay claridad sobre el significado de “colectividad”, frente a un panorama incierto, colapsado por la economía, la polarización informativa y la obligada búsqueda de un nuevo modelo político que promueva la igualdad y la inclusión.

Asimismo, el sentido de familia está agrietado por una violencia silenciosa, sólo visible a través de las mujeres que son vejadas y que tienen el valor de denunciar a sus agresores, pero en contraposición, muchas otras mujeres también son el “látigo enfurecido” que cae sobre su propia familia. Un dilema que quizá mujeres y hombres que son padres, deberán re-significar porque hoy en plena pandemia ha mostrado su brutalidad proveniente de nuestra vulnerable humanidad.

Una que nos define y nos da unicidad, nos debilita o fortalece para asomarnos al mundo, uno distinto dentro y después de la contingencia que vivimos, que según nuestra “funcionalidad o disfuncionalidad” demandará nuevas reglas de comportamiento y convivencia, de diálogo y respeto por el medio ambiente, que requerirá de un mesurado formato de uso del espacio público y los recintos culturales; que demandará mayor atención de los entresijos abiertos para dar cauce a la educación presencial, la reconversión de la agricultura y el campo, la formación religiosa, la vida social; el fomento de la buena salud y hábitos adecuados de alimentación que disminuyan los altos índices de obesidad, diabetes, hipertensión, alcoholismo y tabaquismo que hoy son el mayor factor de riesgo mortal para los contagiados por el Covid-19.

Esto tiene invariablemente que ver con cultura, con aquello que somos, que nos estigmatiza y nos revela frente a los demás, y nos conmina como mexicanos a sacar la casta y luchar con actitud positiva por el fortalecimiento familiar y social que nos permita entender nuestra complejidad para buscar puntos afines y coincidentes con el bien común a través de la empatía, la solidaridad y la unidad.

Cambiar la naturaleza de las relaciones familiares y sociales para una convivencia armoniosa y creativa, requiere de la cultura, entendida como una respuesta o un conjunto de respuestas para resolver aquellas demandas que laceran a la sociedad, y que finalmente, obligan al Estado a cumplir con este imperativo constitucional, con resultados manejados a conveniencia política y con bajos rangos presupuestales, en demérito de las mayorías.

El requiebro se acrecienta aquí, porque con perplejidad vemos la paulatina “militarización” del país como respuesta a una política fallida en temas de seguridad frente al crimen organizado que representa el narcotráfico y la magnificación que los medios de comunicación, han hecho de él, promoviendo falsos íconos de alienación para niños y jóvenes.

La militarización constituye para la cultura de un pueblo, una agresión, una forzosa transmutación a estereotipos peligrosos, donde el deudor mayor, es la gente pobre, sin acceso a una educación con calidad, a servicios básicos y a prestaciones sociales, porque lo suyo, es la economía subterránea, quizá la más rica y con más identidad respecto a la esencia de lo mexicano.

En opinión de los especialista, el gobierno en sus tres niveles de mandato, ha mantenido y mantiene una posición neoliberal respecto al abandono paulatino de la cultura, por lo que las universidades y la sociedad civil en estos momentos críticos, deberán promover y crear estados de opinión para nuevos consensos y nuevas políticas que favorezcan lo que será el desarrollo cultural.

Tras la crisis sanitaria, se necesitarán nuevas reglas del juego que salvaguarden el ejercicio de la libertad de pensamiento y de creación, de convivencia y de diálogo, que favorezca el desarrollo de las iniciativas, apoye e impulse nuevos esquemas de financiamiento y apoyo, refuerce la formación de públicos y la difusión a través de la inclusión de las nuevas tecnologías.

Estamos de algún modo, frente al espejo de lo desconocido, no perdamos el eje interior de la sustancia de la que estamos hechos, como individuos y como mexicanos, no declinemos por lo que culturalmente somos como pueblo; que la mayéutica socrática nos acompañe para encontrar respuestas éticas que honren el regalo maravilloso de la vida, el arte y la cultura.
Ese es el sello indeleble de nuestra humanidad. ■

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