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jueves, 28 marzo, 2024
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Covid, los marcianitos y la Voyager

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

La historia: 5 de septiembre de 1977. Un gran espectáculo de esos de los que le gustan a los estadounidenses. Estamos en Cabo Cañaveral, Estados Unidos. Instalaciones de la NASA. Nos acercamos. En una de las cabinas alcanzamos a escuchar risas, pero sobre todo emoción. Está bien: no sabemos cómo se escucha la emoción, pero hacemos el intento.

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Risas y emoción. Lo que está a punto de ocurrir no es cosa de todos los días. Pero también nervios, porque si luego del conteo regresivo se te viene encima la sonda espacial no sólo sales corriendo de ese sitio a la voz de sálvese quien pueda, lo más seguro es que te quedes sin trabajo y sin sueños a la semana siguiente. Y a ver cómo se lo explicas a tu esposa que está esperando las vacaciones en Florida.

No hay de qué preocuparse luego de que el conteo llega a cero. Frente a ti la ventana se llena de humo y todos en la cabina gritan de felicidad mientras ven cómo la sonda espacial parece que se desprende de la tierra: el lanzamiento ha sido un éxito. Ya se lo puedes ir a contar a tu esposa y dormir más tranquilo.

Dan el espectáculo en televisión, en directo, sucesos así no son para grabarse y transmitirse al día siguiente, se entiende. Junto con tu esposa ves la televisión. De existir vida más allá del espacio (aquí tomas aire mientras se lo explicas a tu esposa con el salero y el servilletero), y en ese momento “más allá del espacio” deja boquiabiertos a los televidentes, esa sonda espacial Voyager, y la siguiente, la que se lanza meses más tarde, se encargarán de contactarla (esa es la fe en la sondas) y ofrecerle lo “mejorcito” que tenemos como humanidad a quienes logre contactar.

Un grupo de listillos se ha encargado de definir lo “mejorcito” que tenemos como humanidad. Si quieren desde ahora un ejemplo, para ellos parte de lo “mejorcito” es una botellita de Coca Cola. Son estadounidenses, no hay que olvidarlo. A nosotros quizás se nos hubieran ocurrido unas latas de chiles o de frijoles.

Para que nos quede más claro, hasta el día de hoy la Nasa presume sus juguetitos espaciales, las sondas espaciales Voyager 1 y Voyager 2, como grandes hazañas. En su web site agrega: “ningún objeto hecho en el pasado por el humano, había intentado un viaje como éste”. Así, con una coma donde no va coma. Recordemos que son expertos en naves y viajes espaciales no en redacción y ortografía.

Cada una de las naves espaciales llevan un mensaje. Por ejemplo, de entre tantas cosas llevan un disco de oro con escenas y sonidos de la Tierra. Los discos también contienen música y saludos en diferentes idiomas. Cierren los ojos e imaginen el saludo: “saludos, hermanos de otras galaxias, somos habitantes del planeta Tierra” e inmediatamente agregan el GPS de localización en un espacio que se antoja imposible de localizar si no cuentas con Wase activado: derecha a tres metros, luego de pasar la estrella amarilla…

Para que nos quede un poco más claro: cuando los marcianitos con antenas verdes en la cabeza y ojos en el trasero se agachen para ver qué contiene aquel objeto que encontró el hijo de la vecina en el jardín mientras jugaba algo semejante a un partido de futbol, pero que se juega agachado, puesto que todos en aquel planeta llevan, como ya hemos dicho, los ojos en el trasero, y cuyo balón no es esférico y se patea, quizás, con las puntas de las antenitas, descubrirán que la primera sección del disco contiene ese caluroso saludo en inglés, ¿podría ser en otro idioma?, del Secretario General de la ONU, quien ya para entonces, miles de años más tarde quizás, a lo mejor está tres metros bajo tierra junto con cientos de generaciones.

La segunda sección del disco, si es que los marcianitos llegan a ella, si es que no se aburren del tedioso saludo del Secretario General de la ONU, contiene, ¿adivinan?, ¡más saludos!, en 56 idiomas, sí, escucharon bien, 56 idiomas que los marcianitos con antenas verdes en el trasero tendrán que escuchar pacientemente sin opciones de subtítulos o doblaje, sin entender un carajo al menos que hablen uno de los 56 idiomas, claro, y con el dichoso disco puesto en el súper estéreo que adquirieron a mensualidades sin intereses en una tienda semejante a Elektra, pero atendida por cajeros con antenitas en la cabeza y ojos en el trasero.

Luego de aburrirse de tantos saludos que ignoran que son saludos (¡65 formas de saludar!), los marcianitos escucharán los sonidos de la Tierra y se quedarán igual o más aburridos que al principio.

Veamos la escena en la sala de la casa. Se reproduce el sonido de un grillo y mamá marcianita dice que ya casi está la comida. Se reproduce el sonido de un tren y el papá le habla al niño por la ventana de la casa para que deje de jugar y venga a comer. Se reproduce el sonido de un lobo y el niño pregunta qué es ese sonido que suena tan desagradable. Se reproduce el sonido de una rana y el papá le dice a su hijo que la gente o el planeta o lo que sea que haya enviado ese mensaje debe ser completamente tarada porque no se entiende nada de lo que quieren decir. Son soniditos, dice el hijo. Soniditos de qué, pregunta papá marcianito. ¿No trae instructivo?, grita mamá marcianita desde la cocina. Y todos se miran con cara de alguien desde el más allá del espacio nos ha tomado el pelo. En fin, cae la tarde, comen en familia. ríen, ven un poco de televisión y luego cuentan cuentos en familia, una costumbre muy sana en su planeta e impuesta por el gobierno hace miles de años.

Al caer la noche dan con algo de música en el disco. Sí, la curiosidad los vence antes de deshacerse de él. Allá también hay dichos: la curiosidad mató al… Y en aquella casa se escucha a Glenn Gould. Escucharon bien: de entre tantas tonterías, los estadounidenses decidieron agregar pequeñas piezas musicales interpretadas por distintos músicos. Hay algo de Mozart. Me parece que también de Beethoven. Y de entre todos los pianistas del mundo escogieron a Glenn Gould: una pieza de Bach que es sencilla. De unos cuantos minutos. Pero hermosa. Esto es lo más significativo para los marcianitos una vez que van a la cama. Todos se llevan la pieza de Bach en el trasero, lo que quizás quiere decir que ellos escuchan con los ojos, no sé. Pero sueñan con esa música. Y al día siguiente deciden meter el disco a su súper computadora y rastrear la señal no del disco ni de los saludos, que no han entendido un carajo, sino de la pieza musical, de Bach, de Glenn Gould. Aquí regresamos a la Tierra. Es fácil viajar cuando se escribe. Lo es también cuando se lee. ¿Se dieron cuenta del viaje que hicimos sin ni siquiera montarnos en una nave espacial? Aplausos de los marcianitos.

Ante las circunstancias actuales seguramente se prepara ya el lanzamiento de una tercera Sonda y nosotros seremos testigos de tan histórico acontecimiento. Vaya que lo seremos. Roguemos porque no sea el actual presidente de los Estados Unidos quien decida lo que contendrá la tercera sonda; de lo contrario, como humanidad estamos fritos. No alcanzó a ver una sonda con botellas de cloro, en el mejor de los casos, y miles de extraterrestres intoxicados cuando reciban el horroroso y estúpido mensaje de que aquel líquido cura todos sus males. Es una lógica muy lógica: si sirve para dejar los pisos muy limpios, ¡imagínense lo que puede hacer con sus estómagos!, dice en un mensaje de video, y en 65 idiomas, el actual presidente de los Estados Unidos. No alcanzó a ver una sonda solicitando instructivos de armamento nuclear espacial en otro de los casos. ¿Saben?, les puedo prometer Corea del Norte… O recomendaciones para conquistar el espacio. Absurdo. O pidiendo que aniquilen de una buena vez la Tierra, pero que únicamente lo salven a él. Por eso he dado a conocer los videos que tenía de sus naves. No, no es amenaza, pero manden por mí pronto…

Sí, ya sé lo que están pensando una vez que les conté de la tercera Sonda: hay que agregar lo de la pandemia, advertirle al niño que se la encuentre en el jardín lo que les puede ocurrir a los extraterrestres si deciden invadirnos. Lo del Coronavirus. Si se trata de algo orquestado por los chinos o no, lo ignoramos, pero sí advertirles a los extraterrestres de sus consecuencias.

El mensaje correcto sería: piénsenlo dos veces si se van a dar una vuelta por acá, por favor, nos acaba de ocurrir una pandemia que se llama Coronavirus y se ha cargado a miles y miles de personas en todo el mundo. Les contaríamos un poco de Darwin. Es nuestro gesto más humanitario: advertirles.

No sabemos si son más poderosos que nosotros. Pero por si las dudas… vengan preparados. Tomen sus precauciones. Si encuentran la sonda en estos momentos, les advertimos que no es la mejor temporada para venir de weekend a la Tierra. Advertencia: tiendas cerradas. Pueden hacer pedidos por internet desde su mundo.

Tendríamos que preguntarles si tienen tapabocas porque si aceptamos que los ojos están en el trasero, imaginen ustedes dónde tienen la boca, por lo que sus tapabocas no serán iguales a los nuestros y quizás los que nosotros utilizamos no les sirvan más que para los ojos del trasero.

Agregaríamos muchos informes de la pandemia. Estadísticas de países. Cuántos muertos van. Y el miedo. Eso: el miedo que impera en la población desde que se dio a conocer la pandemia. Sería muy inhumano de nuestra parte no prevenirlos así sea que vengan en son de paz o en son de guerra. Si vienen en son de paz comunicarles que en estos momentos no estamos para hacer nuevas amistades por aquello de los abrazos, así sea en los traseros, ni lo de darnos las manos, ni entablar charlas en una que otra cantina, que sería el lugar ideal para entablar relaciones diplomáticas con los extraterrestres.

Advertirles, si vienen en son de guerra, que si nos piensan conquistar tenemos uno que otro detallito de salud, de feroz violencia, de acabarnos el planeta más pronto de lo que ellos creen y, sobre todo, no tenemos los ojos en el trasero aunque en ocasiones parezca que vemos las cosas y las perspectivas y el futuro como si así fuese. Hay muchos políticos que tienen los ojos en el trasero… quizás ya han comenzado su invasión, no lo sabemos.

La tercera sonda espacial tendría que contener, sin duda, el siguiente informe acerca de la pandemia para nuestros amigos o enemigos extraterrestres: ha mostrado el lado más oscuro de los seres humanos. La intolerancia y la agresión. Pero también la solidaridad. Un punto donde convergen luz y oscuridad. Preguntas y respuestas. Muchos muertos y mucha vida. Injusticia y reclamos sociales de los mismos de siempre. Un futuro que sin duda será turbio y desconsolador en muchos aspectos. Pero también esperanzador para los que seguimos aquí. Los que aún creemos que la humanidad, toda, merece una segunda oportunidad. Y una tercera. Porque existen risas, abrazos, gestos, miradas, amaneceres, atardeceres y anocheceres que no se pueden meter en un disco de oro, que no les podemos transmitir.

Aquí cerraríamos el mensaje con un poco de música. Algo de Schubert. Es lo que sugiero. Y quizás los marcianitos con antenas en el trasero chismearían por la tarde con la comadre: es el peor planeta para ser conquistado. Ese, el del disco de la sonda que se encontró el chico en el jardín. Y nosotros, desde acá, estaríamos de acuerdo. No intentaríamos convencerlos. Ahora que también existe la posibilidad de que ellos se hayan adelantado: ahora mismo controlan el Coronavirus a control remoto espacial, nos observan por pantallas gigantes, somos un mero entretenimiento para ellos, están a la espera de que pase todo esto para llegar con la cura, burlarse y al fin conquistarnos. Si es así, venga, hagamos nuestro mejor esfuerzo para convencerlos de que somos terribles, la peor de las especies en todo el universo, seguro que a los pocos días desisten de conquistarnos y terminan con almorranas cerca de sus miradas. ■

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