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jueves, 25 abril, 2024
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Dispersión crítica

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Bruno Latour, en su reciente contribución a “Critical Inquiry” (26 de marzo), nos obsequió con un comentario memorable (el más cercano equivalente mexicano es Héctor De Mauleón “Emergencia” El Universal, 31/03/2020): “La originalidad de la presente situación, me parece, es que al permanecer recluidos en casa mientras afuera rondan los poderes policíacos bajo el chillido de las ambulancias, estamos viviendo, en colectivo, una caricaturización de la biopolítica que parece sacada de una conferencia de Michel Foucault”. Memorable porque es equivocado, pero antes de aducir las razones del error mencionemos que la hipótesis de Latour es que la crisis de salud, provocada por el Covid-19, no nos prepara, como humanidad, para la crisis de mayor calado del clima. Y no lo hace porque los métodos desplegados hasta el presente para manejar la pandemia, por todos los países, son los de un Estado anacrónico, aquellos que Foucault bautizó como “biopolíticos”. Pronto, el 29 de marzo, aparece en la revista citada una respuesta a Lator de parte de Joshua Clover (“The Rise and Fall of Biopolitics: A Response to Bruno Latour”). En ella Clover cita las famosas palabras, aparecidas en el capítulo final de “Defender la sociedad”, con que Foucault introduce el biopoder, ya que a finales del siglo XVIII presenciamos: “La emergencia de un poder que…en contraste (con el poder soberano) consiste enhacer vivir y dejar morir” con lo que “define” la noción de biopolítica. Clover va a argumentar, contra Latour, que el Estado, el del siglo XXI, continúa sometido a la racionalidad capitalista, y cita a Donald Trump: “No podemos dejar que la cura sea peor que el problema. Al final del periodo de 15 días tomaremos una decisión sobre el camino a seguir”. Tal dicho surge como revés que asesta la administración republicana a la política de contención de la pandemia de Covid-19, al parecer es preferible dejar a morir a algunos antes que permitir la detención de la economía norteamericana. El eco de esta postura, en México, lo realizó Ricardo Salinas Pliego. Sin duda aquí, con estas declaraciones, se confirma que el Estado debe ejercer el biopoder antes que la soberanía, es decir, debe manejar los problemas de población que entorpecen el curso normal de reproducción de la sociedad capitalista. De manera dramática se constata la facultad estatal de “dejar morir” pero también la de “hacer vivir”, así como la deliciosa ironía que ese poder deriva de la capacidad industrial de cada Estado de producir ventiladores, equipo de protección y vacunas. Volvamos al argumento de Clover. Según él el Estado está bajo la égida del sistema de reproducción social dominante: “El soberano no es el soberano. De hecho está subordinado a los dictados de la economía política” y forja su propio apotegma “Haz que trabajen, y déjalos comprar”, para concluir: “Necesitamos dejar de joder con la teoría y decir, sin titubeos, que el capitalismo, con su cuerpo industrial y corona de finanzas, es soberano, que las emisiones de carbón son su aliento, que el “haz que trabajen y déjalos comprar” debe ser aniquilado”, y que no habrá sobrevivencia en tanto viva el soberano”. Esta conclusión engarza perfecto con el pensamiento de una izquierda que, de acuerdo con Foucault, ya estaba caduca en los 1970. Si el error de Latour es creer que el biopoder es obsoleto, el deClover es realizar una crítica que, de acuerdo con el Foucault de “El nacimiento de la biopolítica”, confunde más que ilumina vías para salir de cualquier crisis. Para resumir: ni el biopoder ha desaparecido, como lo demuestran las técnicas de control poblacional ejercidas por casi todos los Estados, ni el “capitalismo” es el concepto adecuado para describir la racionalidad estatal biopolítica. Para convencernos de esto basta leer con detenimiento las advertencias metodológicas de Foucault esbozadas en el libro citado, o, si somos perezosos, la disección que de ellas hace Geoffroy De Lagasnerie en “La última lección de Michel Foucault” (FCE (2015) Buenos Aires). De acuerdo a la crítica que Foucault lanzó a la izquierda de los 1970 el biopoder es la formulación de la racionalidad neoliberal (en su libro “Diccionario Foucault” Siglo XXI (2011) Buenos Aires, Edgardo Castro menciona la biopolítica en relación al liberalismo, lo que es un error porque liberalismo y neoliberalismo no son lo mismo). Tal racionalidad consiste en gestionar los asuntos públicos al margen de la soberanía y de acuerdo a la lógica de los mercados. Esta posición es el núcleo de la propuesta de Friedrich Hajek, que resulta importante para Foucault porque alcanza a ver en ella un potencial de emancipación. Algo que la izquierda de ese tiempo, y ahora, no logra ver porque caracteriza al neoliberalismo mediante caricaturas, en lugar de tratar de comprenderlo. Con la aparición del coronavirus se puso de manifiesto que la racionalidad neoliberal es ubicua, y esto es claro porque la necesidad de controlar la pandemia lleva al dilema de elegir entre el desastre económico de la recesión o el desastre político del indefinido número de muertos. Por ende, cuando se pretende colocar al Estado, a la soberanía, por encima de estos dilemas, se choca con la patética realidad de que los proyectos políticos necesitan fondos, es decir, con la irredimible realidad del capitalismo. ■

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