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jueves, 28 marzo, 2024
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Un Día sin Odio (3)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Amadas mujeres, no hay nada que celebrar este día. Es otro día de lucha que simboliza la búsqueda de la emancipación. Comparto sus trincheras libertarias en las que estoy sembrado. Porque la lucha no es entre hombres y mujeres, sino contra los malditos que los oprimen.

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Cuando las personas disponen del tiempo destinado antes a odiar o al menos a desarrollar cadenas de sentimientos negativos hay infinidad de tareas que distraen de dichos episodios, pero al mismo tiempo permiten idear y ejecutar actividades incompatibles con los episodios de odio, por ejemplo, dedicarse a actividades un tanto olvidadas del repertorio cotidiano de las personas; y son tan buenas tanto para hombres como mujeres como, por ejemplo, amarse a sí mismo: viajar a lugares añorados o soñados; caminar mucho, ir a museos y a cementerios; visitar parientes añorados y amigos entrañables; hacer un huerto familiar y sembrar árboles y flores; ponerse en forma por el simple placer de hacerlo pensando en que el futuro lo va a agradecer con creces; leer mucho, mucho, mucho, y de todo: escribir un libro de lo que sea; escribir poemas y canciones y luego declamarlas y cantarlas; aprender un oficio y luego ejercerlo por placer o por lucro; volver a las habilidades manuales que tenían las abuelas y los abuelos, además de prepararse para la vejez; desarrollar conocimientos y habilidades relacionadas con las bellas artes y tantas más que hasta choca seguir reiterándolas. La aparición de estas actividades tiene el significado contrario a la de los episodios de odio: cuando se quedan en el simple imaginario no afectan el entorno; si se ejecutan con precisión y empeño sostenido, la vida irá adquiriendo el sentido positivo opuesto a los de los episodios de mala leche y baja ralea. Cuando se aprenda a estar en paz proactiva con uno mismo, entonces, se estará en mejores posibilidades de departir en equipo y en grupos constructivos y el mundo estará listo para que la humanidad cambie para bien.

La familia es un universo funcional, afectivo y socioemocional al que sería sano invertir energía y recursos que le permitan manifestarse como el primer y principal núcleo de asociación desde donde se deriven los modelos de entidad constructiva, al menos. Si todos los miembros que la conforman participan en esta dinámica alejada de los momentos de odio, lo menos que puede esperarse es la aparición de muchos intentos, errores y aciertos que pueden arrojar ideas integradoras que, de aplicarse, conducirán a tareas y movimientos colectivos que poco a poco irán construyendo su destino desde perspectivas que conduzcan a acciones imposibles que hoy día solo aparecen en las utopías y en los mundos fantásticos. En todo caso, si se llegara a coyunturas en las que no hay resultados contundentes, pueden formularse fórmulas alternativas en donde la experimentación, la investigación, los descubrimientos y los nuevos modos de actuar sirvan para mejorar un poco cada vez, permitiendo olvidar sobre la marcha, todos los viejos hábitos, las malas artes y los peores oficios que hasta ahora, sólo han conducido hacía la insatisfacción, la sujeción y la desesperanza.

Lo más importante de todo este asunto es llegar, primero, a estar en condiciones anímicas, funcionales y emocionales para intentar cualquier acción que conduzca a situaciones agradables y regocijantes que inciten a sentirse bien con sí mismo y como consecuencia estar en óptimas condiciones para aportar algo al beneficio de los demás y que el regocijo siga creciendo y propiciando lo necesario para la construcción de círculos virtuosos interminables.

Así que feliz vida, humanidad, si es que tus humanos agarran la onda.

Feliz lucha, camaradas mujeres, que los logros sean interminablemente felices.

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